Los profesores no gozamos de buena prensa y comúnmente tenemos cierta fama entre los estudiantes, a veces con cierto grado de verdad, de ser personas maléficas que nos alegramos cuando desaprueban. Hace unos días escuché que a una docente de una de las escuelas públicas más prestigiosas de la ciudad le dicen Dementor, refiriendo a un personaje de Harry Potter. Los Dementores, señala Wikipedia, son seres horribles y muy temidos porque se alimentan de la felicidad y de los recuerdos alegres, dejando solo la tristeza y la desolación. Asimismo, cuando están cerca producen un gran frío, un descenso en la temperatura y, si alguien se acerca mucho a un Dementor, este le quitará hasta el último sentimiento positivo y el último recuerdo dichoso.
¿Qué es lo que lleva a un estudiante a comparar al docente con un personaje de este tipo? Si bien hay escuelas rosarinas que gozan de la plena confianza de todos y es casi un yerro discutir lo que allí se enseña, y cómo, es necesario repensar la enseñanza y el aprendizaje al interior de la institución. Dichas escuelas parecieran ser parte de un mundo ideal, con profesionales de alto nivel académico, que cuentan con el aval social y a quienes no se les cuestiona.
Sin embargo, algunas de ellas tienen prácticas que podrían ser cuestionadas. No digo que los docentes no enseñen, pero sí que no todos los estudiantes aprenden. Y el contraste no está en lo que se enseña en estas escuelas y se deja de enseñar en las otras, sino en el imaginario social, en lo que la sociedad cree que una determinada institución puede hacer o dejar de hacer. Los destinatarios directos, los estudiantes, son quienes las transitan y quienes disfrutan y/o padecen a sus docentes, quienes aprenden de profesionales ejemplares o quienes intentan sobreadaptarse y sobrevivir.
¿Cómo hacer para que los jóvenes no se conviertan en las víctimas del sistema ni tampoco en victimarios de quienes les enseñan? ¿Cómo lograr el objetivo primordial de la escuela, enseñar y aprender de una manera armoniosa, entretenida y colaborativa, donde nadie se crea tener la portación del saber sino donde se establezca un vínculo entre profesor y alumno, a partir del cual se inauguren nuevos aprendizajes?
No creo que a nadie le guste ser se personaje de la película caracterizado por dejar instaurado sólo la tristeza y la desolación, ni ser acusado de quitar hasta el último recuerdo dichoso. Por tanto, es dable cuestionarnos qué y cómo son nuestras prácticas áulicas y cómo nos relacionamos en clase entre todos.
Las vivencias negativas de los alumnos serán remembranzas graciosas los años posteriores; sin embargo, la escuela secundaria en general, y algunos establecimientos, en particular, se deben un debate hacia su interior. Fragmentación de saberes, espacios atomizados y trayectorias rígidas no ayudan a una institución que, a esta altura, tiene todo para ser innovadora y transformadora de una realidad agobiante.
Aún es posible darle un nuevo sentido a la escuela, sólo se necesita el compromiso de todos los que la caminamos, docentes y estudiantes, mediado por negociaciones y acuerdos, en pos de vincularnos en el marco de una sociedad que necesita de nuevas alianzas para una convivencia en paz.