Las preguntas de la filosofía de todos los tiempos sobre el origen de la existencia, del universo, del hombre y la vida en general no han tenido nunca una respuesta categórica pero sí muchas miradas distintas. Para los creyentes, en cambio, el dilema está resuelto sin mayores dificultades: Dios es el creador de todo lo que racionalmente aún no se puede explicar.
El hombre, tanto en la antigüedad como en la modernidad, tuvo siempre una mirada hacia lo divino como una manera de obtener certezas y sentirse más protegido ante lo desconocido. La historia ha demostrado que esa necesidad de creer en algo superior es inherente a la misma condición humana, al menos en una gran mayoría de las personas. Los gobernantes que intentaron reprimir las manifestaciones de fe de sus pueblos fracasaron en su intento.
Desde la adoración politeísta a las religiones actuales, el recorrido del ser humano siempre estuvo impregnado muy fuertemente por la religiosidad, utilizada en muchos casos con fines ajenos a lo espiritual. Pero cuando la religión es la base de una mejor calidad de vida para el creyente y está despojada de fanatismos su función en la sociedad es relevante.
Así lo entendieron los líderes de las tres religiones monoteístas de Berlín, en Alemania, que decidieron edificar una casa común que contenga a las tres confesiones: el judaísmo, el cristianismo y el islam, nombradas aquí en el orden de aparición en la historia de la humanidad. El 27 de mayo pasado se colocó la piedra fundamental de lo que será la denominada “House of one”, una casa multirreligiosa que contendrá bajo un mismo techo a una iglesia, una sinagoga y una mezquita, conectadas con un gran hall común donde los fieles de todas las confesiones, incluso de otras, podrán encontrarse, dialogar y relacionarse.
El edificio, que demandará varios años de construcción, se levantará sobre los cimientos de lo que quedó de la iglesia medieval de San Pedro, en la Petriplatz, no muy lejos de la muy conocida Alexanderplatz y su enorme antena en la zona este de la capital alemana. También se pensó rendir homenaje en el acto fundacional del edificio al dramaturgo alemán Gotthold Ephraim Lessing por el estreno en Berlín, en 1783, de su obra teatral “Nathan el sabio”, que hace un llamado al humanismo, la tolerancia y el entendimiento pacífico entre las religiones.
Si bien el proyecto involucra al gobierno federal alemán, al de la ciudad de Berlín y otras instituciones culturales, los promotores principales de la iniciativa son el pastor Gregor Hohberg, el rabino Andreas Nachama y el imán Kadir Sanci.
El sacerdote cristiano Gregor Hohberg destacó “el camino común durante unos buenos diez años y la cooperación y la confianza mutua que han crecido maravillosamente durante este tiempo. Esa es la base que necesitamos para construir una casa juntos”, dijo en la ceremonia del inicio de la obra.
Andreas Nachama, el líder espiritual hebreo, explicó que la casa se levanta para dar el ejemplo porque “estoy seguro de que a lo largo de los años esta bola de nieve se convertirá en una más grande. Hemos estado en un diálogo interreligioso por muchos años y con nuestro trabajo diario contribuimos a un mayor entendimiento, tolerancia y unión en nuestra sociedad”, remarcó.
El líder religioso musulmán Kadir Sanci habló de la importancia de “un compromiso de paz que emana de mujeres y hombres judíos, cristianos y musulmanes e incluye a todos los demás. Es hora de mostrar solidaridad. No podemos permitirnos el lujo de estar en silencio”, enfatizó.
Toda esta concepción fraternal de las religiones está en sintonía con la encíclica pontificia “Fratelli Tuti” (hermanos todos), dada a conocer por Francisco en octubre pasado en la ciudad italiana de Asís. El texto vaticano, cuya lectura completa se recomienda en www.vatican.va, sostiene que “las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos religiosos que han abusado —en algunas fases de la historia— de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres. En efecto, Dios, el omnipotente, no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la gente”, aclaró el Papa en la encíclica.
En un mensaje a los fanatismos religiosos, Jorge Bergoglio dejó claro que las convicciones religiosas sobre “el sentido sagrado de la vida humana nos permiten reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio”. Y por eso explica que “el terrorismo execrable que amenaza la seguridad de las personas, tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur, propagando el pánico, el terror y el pesimismo no es a causa de la religión —aun cuando los terroristas la utilizan—, sino de las interpretaciones equivocadas de los textos religiosos, políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión, arrogancia”.
En medio de una pandemia que azota a la humanidad y causa miles y miles de muertos todos los días, que tres jefes espirituales de las religiones monoteístas se junten bajo un techo común en un diálogo interreligioso es un ejemplo a seguir por los que tienen responsabilidad terrenal, y no divina, sobre el destino de los pueblos.
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El pastor Gregor Hohberg, el rabino Andreas Nachama y el imán Kadir Sanci.