A los candidatos presidenciales no les queda nada por decir, aunque no hayan dicho demasiado. En paralelo, la clase política santafesina —no la sociedad— ha vuelto a la ofensiva con un tema eterno: la posibilidad de la reforma constitucional.
Por Mauricio Maronna
A los candidatos presidenciales no les queda nada por decir, aunque no hayan dicho demasiado. En paralelo, la clase política santafesina —no la sociedad— ha vuelto a la ofensiva con un tema eterno: la posibilidad de la reforma constitucional.
El domingo próximo será muy importante para el futuro del país. Pero, tal vez, más importante será la actitud que adopten Mauricio Macri y Alberto Fernández, quienes, necesariamente, deberán dejar de lado esas conductas adolescentes que se vieron en las lateralidades de los dos debates, y que les impiden hasta saludarse como dos personas adultas. Y maduras.
Macri terminó la campaña con una estrategia rupturista respecto a los manuales originales de Jaime Durán Barba y Marcos Peña. De la "microsegmentación" quedó poco y nada. El presidente anda a los gritos en las marchas, promete medidas populistas y les pregunta a interlocutores políticos no macristas si, en caso de perder los comicios, van a estar del lado "del bien".
La decisión oficial de meterle un poco de empatía a la campaña de Juntos por el Cambio, sin embargo, no parece modificar los resultados. Según todas las encuestas publicadas, Macri no sólo no accederá al ballottage sino que perderá por mayor diferencia que en las primarias. Pero los partidos se juegan en la cancha y los votos se cuentan de a uno.
Fernández luce nervioso cuando se aleja de su zona de confort. Nadie sabe si las malas contestaciones a periodistas que no lo zalamerean responden a una táctica elegida (mal elegida) para mostrar una supuesta autoridad frente a las dudas de su liderazgo frente a Cristina Kirchner o si forman parte de su personalidad.
Como fuere, no le queda bien al casi seguro presidente de la Nación chicanear a periodistas en la puerta de su casa. Hay que tener el cuero duro cuando se es un personaje público, más si se está a un tris de ser jefe del Estado.
Fernández deberá definir su gabinete atendiendo a todo tipo de intereses. Los de la interna peronista, los de la interna empresaria y los de la interna judicial, entre muchos otros subgrupos de presión. Pero la clave de su futura gestión —si es que gana en primera vuelta— vendrá por el lado de los actores económicos.
Votos y cuentas santafesinas
Mientras el tiempo de cara a los comicios se escurre como arena entre los dedos, en Santa Fe el peronismo, de la mano de Omar Perotti, ha decidido avanzar en la posible reforma de la Constitución provincial. Dicen los peronistas que ya tienen los 34 votos necesarios para aprobar la necesidad de la reforma en una sesión especial en la que están trabajando Luis Rubeo y Roberto Mirabella (entre otros), por el lado del peronismo (ver Sección Política).
Un actor fundamental para habilitar al menos las habladurías sobre la aprobación fue el embajador radical en Uruguay, Mario Barletta. Esa alianza entre el sector del Grupo Universidad y el peronismo santafesino necesita también de los votos de Cambiemos y de legisladores sueltos del Frente Progresista. "Para juntar 34 ellos necesitan que los voten (Eduardo) Di Pollina, (Alicia) Gutiérrez, (Verónica) Benas, (Ariel) Bermúdez, los 9 del PRO, los 6 de (Julián) Galdeano y los 11 del PJ. ¿Usted sabe lo que es eso?", dijo a LaCapital una fuente socialista.
Sin embargo, ayer, mientras Marcos Cleri, Rubeo y Fernanda Gigliani repartían volantes en la Peatonal Córdoba, un dirigente peronista se atrevió a adelantar que no sólo tenían los votos, sino que la declaración de la necesidad de la reforma iba a "salir por unanimidad".
Las laberínticas versiones de pasillo están a la orden del día en el microclima político santafesino, incluso una sugiere que el apoyo a la reforma de los radicales encontraría una contraprestación política con el aval a un ucerreísta para presidir la Cámara, en lugar de Lifschitz. Una forma de darle sustento empírico al cambio de poder político en la provincia, luego de doce años.
El problema que tienen los socialistas es cómo posicionarse en contra de la reforma, ya que Lifschitz fue hasta el final con la posibilidad de modificarla, con reelección incluida. En el peronismo estuvieron siempre en contra, pero, se sabe, lejos están ahora de ponerse colorados. El poder siempre es una oportunidad.
En el socialismo acusan al peronismo de querer meter la reforma constitucional "por la ventana", aunque no quieren dar a conocer una posición oficial hasta que la situación avance. ¿Avanzará hoy en Diputados?
En las últimas horas surgió la versión de un posible consenso si Perotti se abstenía de ir por una futura reelección, algo que es política ficción porque el temario final al respecto lo decide una Asamblea Constituyente.
Generales y coroneles
En las roscas por la reforma constitucional y en las designaciones por los cargos tendrá mucho que ver la negociación que llevan adelante Lifschitz y Perotti, que nadie la ve, pero existe.
La transición santafesina empezó como un tira y afloje de peronistas y socialistas por los números de la gestión, hasta que el senador Armando Traferri pegó el portazo y dijo que esos encuentros no tenían sentido porque Lifschitz y Perotti hablaban en privado. "Es tiempo de que hablen los generales, no de coroneles", se le escuchó decir.
Ahora, son los "coroneles" los que intentan avanzar en la reforma constitucional. ¿Tendrá la pincelada final de los "generales" o es el inicio de una escalada política que, desde diciembre, tendrá los roles invertidos: el peronismo en el poder y el no peronismo en la oposición. Con una salvedad sorprendente, como es el caso de los radicales que le dieron ánimo al peronismo para avanzar en la modificación de la Carta magna.
No está de más destacar que Perotti aún no asumió la Gobernación, y que desde el 11 de diciembre habrá una nueva Cámara de Diputados.
Como se lee y se canta en la canción Ala Delta, de Divididos: "Todo va muy rápido acá".