Desensillar hasta que aclare. En eso están los partidos y frentes políticos en Santa Fe, tras desatarse la crisis económica. Pedir un voto hoy, es como desear que caiga nieve en pleno verano rosarino. Imposible.
Aunque la cuenta regresiva corre más rápido que para el resto, los políticos santafesinos dicen por lo bajo que no hay clima para salir a adelantar los tiempos electorales y que, al margen de encuestas, y de subidas y caídas individuales, la sociedad empieza a mirar de reojo a propios y extraños. No son horas para blandir candidaturas públicas.
Sin embargo, por debajo de la superficie, los aprontes continúan y continuarán, pero con visualización de escenarios y realidades pragmáticas muy diferentes a las de tres o cuatro meses atrás.
El valor de marca de Cambiemos, un handicap que hacía prever triunfos seguros del macrismo en la Nación, la provincia y Rosario, ya no corre a velocidad crucero. No podría suceder —si las elecciones fuesen a la vuelta de la esquina— un triunfo similar al que tuvo el oficialismo nacional con un Albor Cantard conjetural.
En octubre de 2017 primó la marca sobre el conocimiento del candidato y la política sobre la economía. Ahora, es otra historia. No hace falta detenerse mucho tiempo en los sondeos —aunque todos coincidan en la falta de expectativas de la mayoría—, basta con ver las caras largas en las calles rosarinos o pizpear las largas colas frente a las casas de cambio.
Esas colas no son integradas por millonarios o rosarinos de clase acomodada, son personas de clase media, media-baja, que aturdidas por el rún rún salen a comprar, apenas, cien o doscientos dólares.
Observar este cuadro de situación obliga a un análisis político de superficie que, sin embargo, coincide con lo que están mensurando sociólogos y políticos que, domingo a domingo, vuelcan sus respuestas en LaCapital: lo más difícil para el presidente Mauricio Macri y su staff será recuperar la credibilidad perdida y retomar las expectativas populares.
En Santa Fe (se ha escrito hasta el cansancio y no se modifica la impresión), la seguridad es al gobierno provincial, y a la continuidad del Frente Progresista en el poder, lo que la economía es a la permanencia de Cambiemos en el gobierno nacional. La muerte violenta de una nena de 5 años y el crimen del joven de calle Zeballos al 2100, aunque luego atraparon al presunto homicida, son episodios pavorosos. Hay que parar la violencia.
Aquí, la espiralización de la inflación, con el precio de las cosas disparados como en un juego de kermesse, complica las chances de Cambiemos en lo inmediato. En el macrismo local admiten que no están dadas hoy las condiciones para definir candidaturas, pero ahí están los radicales del Grupo Universidad, José Corral y Mario Barletta, como estandartes. "Nuestro espacio político va a salir a definir el apoyo a uno de los dos, pero hay que esperar un poco", dicen cerca del intendente de la ciudad de Santa Fe que, en las últimas horas, se mostró con el gobernador Miguel Lifschitz en una inauguración y lo colmó de elogios.
Rápidamente, se direccionó este cambio de actitud del ex presidente de la UCR hacia el gobernador socialista como una forma de alertar a dirigentes del radicalismo y del PRO. En las últimas horas, el presidente de la UCR, Julián Galdeano, había mostrado sus preferencias hacia Barletta como potencial candidato a gobernador.
Corral responde a estas elucubraciones con el manual de la corrección política. "Están tan mal las cosas de la política en este país que la cortesía de un intendente que le agradece al gobernador por obras, tiene una lectura sesgada", se posiciona el intendente santafesino. Pese a eso, en su cercanía admitieron a este diario que "conversaron varias cosas más con Lifschitz".
Los agradecimientos de Corral al gobernador, sin embargo, no habían sido una habitualidad hasta aquí. Es más, la relación empeoró hasta el punto de que se fueron del gabinete provincial los ministros radicales que se referenciaban en el Grupo Universidad.
A Lifschitz le vienen de perillas el gesto y las lecturas sobre la nueva relación. El gobernador quiere llegar al 2019 transformado en un gran elector de la política santafesina, con la lapicera intacta, el café caliente y la apuesta redoblada al misterio electoral. ¿Qué quiere decir esto? Que el titular de la Casa Gris no largará prenda sobre su futuro político en lo inmediato.
Sin chances de reforma constitucional, el gobernador deberá aupar las candidaturas del Frente Progresista. Pero a no apurarse. "La caída del gobierno nacional hace que ya no haya radicales buscando una puerta de salida. Es más, todos quieren hablar con Miguel (por Lifschitz). Y él va a hablar con todos", dicen cerca del rosarino, que le manifestó a algunos senadores del PJ la existencia de un "plan B". ¿Con "B" de Bonfatti?
Lifschitz viaja cada vez más seguido a la ciudad de Buenos Aires para intentar ser parte fundante de un espacio socialdemócrata nacional y se pone contento cuando lee que Sergio Massa lo convoca a un frente electoral: "Lo quiero a Lifschitz participando de un gran espacio. Puede acercar muchas propuestas, al igual que Stolbizer". Sin embargo, el gobernador también sabe, que para que su nombre tenga destino nacional, el Frente Progresista debe ganar las elecciones locales.
Por ahora, la política es un modelo para armar y, curiosamente, el que más armado está es el peronismo santafesino, con varios candidatos en ciernes.
Esta historia continuará.