La política está crujiendo.
Por Mauricio Maronna
La política está crujiendo.
Se rompió Cambiemos —no existe más— en Córdoba, distrito que es la capital del macrismo: macrilandia. Cruje el oficialismo en Mendoza, provincia cuyo gobernador es el presidente del radicalismo nacional. En el pan peronismo, la esperanza es Roberto Lavagna. Cuando lance la postulación temblarán las estructuras del PJ.
Cambia, todo cambia. El gobernador cordobés, Juan Schiaretti, cambió cordobecismo por progresismo. Mandó Unión por Córdoba al infierno, le sacó punta al lápiz con Miguel Lifschitz y, ambos, crearon Haciendo Córdoba, un conglomerado entre el peronismo, y la progresía socialista, del GEN y de algunos radicales socialdemócratas, como el intendente Villa Carlos Paz.
La jugada de Schiaretti y Lifschitz es arriesgada y estratégica. Schiaretti será reelecto frente al escandaloso presente del radicalismo y el PRO cordobés que, ni siquiera, pudieron armar una interna macrista. La victoria del flamante experimento se producirá unos días antes del turno electoral santafesino. Si en la provincia gana el Frente Progresista, impactará como presunto adelanto del futuro.
El acuerdo debe ser leído, también, como la génesis de una simbiosis entre el progresismo y Alternativa Federal. Curiosidad: ¿cómo quedará el PJ santafesino, si previo a la elección santafesina, Lifschitz cierra una entente con Lavagna, Sergio Massa y otras referencias? ¿Omar Perotti y María Eugenia Bielsa recibirán apoyo pese a que nacionalmente el pan peronismo jugaría con Lifschitz? Responde un dirigente local: "Massa apoya a Perotti. Sus candidatos están las listas y (Alejandro) Grandinetti ya dijo que hará campaña".
Lector, lectora, el fin de los partidos, de las lealtades ideológicas y de la continuidad de los tiempos están ante sus ojos.
Pese a que todos hacen números, garabatos y proyecciones nada está definido. El peronismo, dividido entre Cristina Kirchner y Alternativa Federal, le estará regalando una potencial reelección a Macri si es que van separados. Como ejemplo contrafáctico, una única conformación opositora terminará para siempre con los sueños de continuidad de Cambiemos.
Hay algunos que ningunean y subestiman la chance de Cambiemos. Deberían ser menos candorosos y tener en cuenta que, desde 1974 hasta la fecha, sólo cuatro presidentes no fueron reelectos en América latina. El aparato estatal, el peso específico del Estado juega sus chances.
Tampoco registra una parte de la política algo que ha ido in crescendo: el antiperonismo militante de una buena parte de la sociedad, que encontró en Macri un instrumento de poder. No será por la economía que vaya a ganar Cambiemos, pero es verdad que la economía le puede impedir continuar en el poder.
El radicalismo ha empezado a oler cala en la sociedad con el PRO. Para los de boina blanca es ahora o nunca la posibilidad de lograr más representación en las Cámaras legislativas y en las provincias. Como se adelantó en esta columna: están los radicales que no quieren llevarle problemas al presidente (José Corral), los que tienen ganas de ir a una interna con el PRO (Enrique Nosiglia), los que se conformarían con más cargos (Alfredo Cornejo) y los que desean ir hacia otra alianza (Ricardo Alfonsín). Nadie en su sano juicio cree que, institucionalmente, una convención partidaria rompa lo que el encuentro de Gualeguaychú decidió (armar Cambiemos), pero son muchos los que sostienen que "así no se puede seguir".
El problema que tienen los que plantean ir a una interna con el devaluado jefe del Estado es la ausencia de un referente que unifique voluntades. Nosiglia quiere que sea Martín Lousteau, pero hay muchos correligionarios que detestan al ex ministro del gobierno kirchnerista y ex embajador macrista en EEUU. "Antes de que vaya ese (por Lousteau) hay que bancar a Macri", dicen que escucharon cerca del gobernador jujeño, Gerardo Morales.
Ahora, los radicales deberían ser tenidos en cuenta por la mesa chica del gobierno. De todos modos, en las reuniones con el jefe de Gabinete, Marcos Peña (el presidente bis), el funcionario les dice que el único objetivo de máxima es "fortalecer a Mauricio". Y no mucho más. Léase: Mauricio está debilitado.
Este zarandeo deberá expirar dentro de dos meses, cuando cierren las listas nacionales. Cambiemos nunca pensó que llegaría a marzo de 2019 con este nivel de precariedad, que pone en duda hasta la posibilidad de que Macri se presente a la reelección. Por las dudas, María Eugenia Vidal pregunta: "¿Y a mí por qué me miran?".
No parece haber demasiada voluntad interna para que la gobernadora bonaerense reemplace a Macri en la punta de la boleta presidencial. Pero si ello sucediera habría que barajar y dar de nuevo en todos los sectores políticos. El jefe político de Vidal es Horacio Rodríguez Larreta, quien siempre tuvo pretensiones de escalar. Seguramente, en las elecciones porteñas, Rodríguez Larreta ganará con comodidad y alimentará deseos presidenciales a futuro.
Pero eso dependerá de cómo le vaya a Macri con su reelección. Si no hubieran cuatro años más, se romperían todos los juguetes de Cambiemos. Y el sueño habrá terminado. Lo que viene es la final del mundo. Algo así, como ese trofeo que el presidente tiene en su despacho, recordando la Copa Intercontinental que ganó Boca Juniors alguna vez.