A veces parecería que a una parte de la sociedad argentina, habitual consumidora de adrenalina hasta la exasperación, no la rozan los permanentes ajustes y desmanes que azotan a un país huérfano de rumbo político. Que por supuesto, aseguran el gobierno y sus mercenarios a cargo del Ministerio de Propaganda, Macaneos y Estupideces Afines, todo es consecuencia de la maldita herencia y de drásticas medidas de gigantes nunca dormidos de afuera. Por Dios (perdón por utilizar su nombre en vano), qué hice para merecer esto, se lamentan otros. Apenas equivocarse, inconsciente o irresponsablemente, a la hora de elegir líderes honestos y capaces, porque alguno debe quedar. Igual, la megadevaluación, fuga de capitales "amigos", desempleo, corruptos blanqueos de capitales, inflación galopante y sigue la lista interminable, parece no hacerles mella a los privilegiados que hasta se conduelen de los penosos ruegos por una pizca de la confianza perdida. ¿Quién está dispuesto a devolverles vida a los globos amarillos desinflados? Ultimos rounds con sonrisas impávidas sin convicciones. Sin decisiones políticas acertadas la economía sin brújula se hunde como un barquito de papel que va derecho al sumidero. George Orwell hizo abrir los ojos al mundo sobre el funcionamiento de los regímenes totalitarios con su obra "1984". En su atrevimiento hasta escribió "Rebelión en la granja". En fin, consejos sobran. Hasta en ese delicioso libro de Saint Exupéry "El principito", válido para todas las épocas y edades, podría pensarse que se refiere a esta realidad cuando el rey vanidoso da a conocer su fórmula para gobernar en paz: "Sólo hay que pedir a cada uno lo que puede dar. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará una revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables." Pero ya se sabe que la palabra es fuente de malentendidos. Todo se termina. Antes de lo previsto a veces. Finalizada la fiesta privada sólo queda miseria. Y será tiempo de recordar al poeta y cantautor montevideano Alfredo Zitarrosa, que haciendo protestar su guitarra repetía: "Crece desde el pie la semana/ crece desde el pie/ no hay revoluciones tempranas/ crecen desde el pie."