Uno de los principios más preciados de los reformistas del 18 fue la introducción de la evaluación por méritos académicos a través de concursos periódicos de los docentes.
En primer lugar, el proceso de escritura del proyecto de cátedra hizo que los/as concursantes revisaran sus fundamentos teóricos, los propósitos que orientan el proceso de enseñanza, seleccionaran y organizaran contenidos, reconsideraran las propuestas metodológicas, se posicionaran en un enfoque de evaluación, explicitaran criterios, modos, instrumentos y/o momentos y dispusieran de bibliografía actualizada. De esta manera fue necesario revisitar lo que se venía haciendo y naturalmente resultó imprescindible abrir una nueva puerta que inundara de luz a lo que era habitual. Esto último fue expresado, con palabras parecidas, por muchos/as concursantes durante la defensa oral.
Por otra parte, la instancia de la defensa oral de los proyectos de cátedra se constituyó en un verdadero momento para reflexionar sobre los mismos. Casi todos los tribunales pusieron a disposición de los/as concursantes devoluciones de sus proyectos escritos con el ánimo de posibilitar la retroalimentación.
Como integrante de uno de los tribunales, tengo la convicción de que el concurso permitió que los docentes ganaran legitimidad sobre las prácticas que estaban llevando adelante. Este proceso concursal generó algo inédito en el nivel superior: logró poner en abismo la propia práctica muchas veces convertida en rutina o incluso desvalorizada por sus propios/as protagonistas. También logró poner en palabras concretas la integración de perspectivas amplias la práctica docente. Se desplegó una especie de renacimiento que apuntó a recuperar la vida real de las aulas, en su diversidad y complejidad como así también las diversas experiencias que se desarrollan.
En tercer lugar, la evaluación se realizó mediante tribunales conformados por los propios pares propuestos por los/as docentes de los Institutos de Formación Docente. Se intentó lograr un verdadero ejercicio de democracia y ciudadanía que sirvió para documentar los proyectos pedagógicos que vienen realizando los/as docentes a lo largo y a lo ancho de toda la provincia.
Todo este proceso desplegado habilita además la revisión acerca de lo controvertido e irregular que puede resultar la titularización masiva de los docentes interinos basada solo en la antigüedad en las horas cátedra, sin concurso previo; la llamada reparación histórica. Esta va en contra de la idea reformista por la cual se introdujo el concurso como mecanismo de titularización de horas cátedra. Sin embargo, cabe señalar que la jurisdicción, muchas veces, demora demasiado tiempo en la sustanciación de los respectivos concursos.
Concursos de titularización, como el que acaba de concluir, pueden llegar a ser un mecanismo de garantía de calidad de los docentes del nivel superior. Pero ―sin dudas― al haber sido ésta una experiencia inédita y sin antecedentes en la provincia, debería ser analizada, revisada y evaluada para mejorarla. El desafío del momento consiste en resignificar el postulado esencial de la Reforma del 18 que es el acceso a la titularidad por medio del concurso docente.
No caben dudas que con el concurso se "conmovieron algunas estructuras de poder" y narcisismos personales. Se pueden pensar las instancias que acaban de finalizar como un proceso de descolonización. ¿Qué sería descolonizar? En este caso se trata de un intento de aproximarse a los problemas, algo que no es nuevo, sino muy frecuente en las ciencias sociales. Es prioritario en este momento histórico poder descolonizar el pensamiento, nuestras acciones y la discusión política. Se trata de pensar y actuar desde la totalidad del contexto que es la provincia de Santa Fe y también desde lo identitario a lo ancho y a lo largo. No podemos quedarnos con un pensamiento surgido desde los centros de poder/saber que son la Capital o Rosario. Esto se vio reflejado en la turbación de algunos/as que llegaron a preguntase ¿y a mí quién me va a evaluar?
Este concurso tal vez sea el puntapié para dar continuidad a este ejercicio de descolonización del pensamiento, situados desde una perspectiva crítica que asuma la emergencia de establecer nuevas prácticas pedagógicas que contribuyan a la formación de otros imaginarios individuales y colectivos. La tarea de descolonizar el pensamiento es posible cuando pasamos, en primer lugar a situarnos y asumirnos como sujetos sociales y creativos, con una ética de la vida en equilibrio con el medio ambiente pero con un poder transformador. En segundo lugar, cuando somos capaces de un pensamiento flexible el cual debe corresponder con la práctica pedagógica, que sea coherente con el contexto y el entorno, macro y micro social. Lamentablemente, todo este proceso fue incesantemente cuestionado cuando algunos/as compañeros/as y/o sectores políticos quisieron instalar miedo, inseguridad y resistencia. Utilizar el pánico como articulación política de la negatividad, y la crítica como disolvencia y esterilidad no conduce a un diálogo ni a una construcción plural sino solamente a profundizar la hostilidad y a la reproducción de prácticas colonialistas.
Felicitaciones por esta iniciativa al nivel superior y a los/as docentes que concursaron. A todos/as el infinito agradecimiento por el desafío asumido para la construcción de un mejor futuro para la formación docente de la provincia de Santa Fe.