Empezó el 2019, año que definirá toda la estructura del poder en la Argentina. Pero, por sobre todo, en la punta de la pirámide, estará la elección presidencial. Así como está la oposición, hay Cambiemos para rato.
Por Mauricio Maronna
Empezó el 2019, año que definirá toda la estructura del poder en la Argentina. Pero, por sobre todo, en la punta de la pirámide, estará la elección presidencial. Así como está la oposición, hay Cambiemos para rato.
En verdad, hay en Argentina oposiciones. Varias, livianitas, lábiles. En lo que transcurre desde el ascenso de Cambiemos al poder, los golpes más duros fueron endogámicos al macrismo. Sólo Elisa Carrió le hizo un poco de cosquillas al círculo del poder, con sus recurrentes críticas a los usos y costumbres del "mejor equipo de los 50 años".
El contraste perfecto para delimitar y poner en ejemplo práctico lo que se dice teóricamente en esta columna ocurrió el 27 de diciembre. Ese día, el gobierno anunció todo junto, en un solo día —Como pedía el "desarrollista" Rogelio Frigerio antes de las elecciones— un cúmulo de malas noticias.
Teoría del derrape
Aumentos de las tarifas para 2019 y anuncio de la creación de un impuesto a la "renta financiera" fueron las medidas que se anticiparon, y que impactarán —otra vez, y van— en la castigada clase media. Sin embargo, desde las veredas opositoras no hubo ni una crítica pública. Ni una decisión de generar un hecho político contrastante. El vacío fue absoluto y se notó.
Ese vacío puntual frente a una decisión oficial es extensiva al escenario político-electoral que se viene. Algunos opositores sólo se juntaron en 2019 para fotos inocuas, indiferentes a la hora de contar voluntades. No hay empatía, al menos no la hubo, a la hora de posicionar proyectos o formar frentes comunes de resistencia a medidas inoportunas.
Debe decirse: en cualquier otro país, con una oposición normal, Mauricio Macri no tendría ninguna chance de ser reelecto, pero en Argentina, así como están las cosas, parece haber Cambiemos para rato. Los valores de imagen e intención de voto del actual jefe del Estado son malos, pero los de los opositores son peores.
La excepción que confirma la regla en cuanto a tendencia electoral es Cristina Kirchner, pero con los porotos que tiene a favor no le alcanzaría para ganar el ballottage. Bien vale el potencial. Nadie sabe cómo será la historia en octubre de 2019.
Mal o bien, el único que está haciendo política pensando en las próximas elecciones es el gobierno. Y si no, véase al ex ministro de la Producción Francisco Pancho Cabrera, en cuero, desde una playa top de Punta del Este, declarando: "El riesgo país sube por la posibilidad del regreso de Cristina".
Para Cabrera, a la hora de las declaraciones, poco importa que el gobierno no haya pegado ni una en materia económica. La culpa es de Cristina. El discurso de campaña ya está envuelto con papel de regalo.
Desde adentro mismo de la Casa Rosada, consideran que no hay ni una sola chance para el peronismo federal. "La pelea electoral será con Cristina, con el kirchnerismo. Los demás no llegan ni a placé. Además, Cristina sabe que tiene más riesgos de ir en cana con un peronista no kirchnerista de presidente", voceó un pope macrista, sin ponerse colorado.
Cambiemos tiene un núcleo duro de votantes que, en ningún caso, baja del 35 por ciento de los votos. Y que votará a Macri en cualquier situación. Los dirigentes más lúcidos del peronismo saben que con el sello del PJ solo no alcanza. Y por eso hay algún intento de seducción al gobernador Miguel Lifschitz.
"Siempre queda bien tener un socialista en la mesa, te da lustre", decía Néstor Kirchner, cuando explicaba las razones de las convocatorias a Hermes Binner, cuando era gobernador, y al propio Lifschitz, cuando era intendente de Rosario.
Desde el macrismo saben de esa historia y pretenden, por múltiples vías, evitar un frente común en la oposición. "Como la disputa electoral es entre nosotros y el kirchnerismo, Miguel (por Lifschitz) tiene que estar con nosotros", refirió a LaCapital una fuente de Balcarce 50.
Lo propio hizo el eterno saltarín : Martín Lousteau. Pero no es creíble. El economista palermitano fue ministro kirchnerista, embajador macrista y parece ser diputado radical. Vaya uno a saber qué destino encontrará.
El mandatario santafesino sabe, sin embargo, que la oposición no tiene mucha chance de ganarle a Cambiemos si no hay, previamente, una captación de oficialistas. Al revés de Lousteau, Lifschitz quiere un frente opositor con dirigentes que hoy están en el oficialismo.
Por lo pronto, la moda pasa por el desdoblamiento electoral. Y aquí se deja ver la nadería opositora. La mayoría de los gobernadores peronistas no quiere unificar los comicios con los nacionales, por temor a la nacionalización de las campañas, que podría venir de la mano de una recuperación de Cambiemos.
Si la marca Cambiemos fue la gran ganadora en 2017, la caída auspicia triunfos opositores en cadena. Pero si el gobierno mejora, volverá a estar en subida la marca macrista. Santa Fe es sensible a este tipo de situaciones.
El 2019 recién empieza. La temporada política, también.