A qué le suena el nombre ataque de pánico. Es un nombre que asusta o por lo menos lo intenta. Es sorprendente como la industria farmacológica diseño un concepto clínico para potencializar las ventas de algunos de sus productos.
A qué le suena el nombre ataque de pánico. Es un nombre que asusta o por lo menos lo intenta. Es sorprendente como la industria farmacológica diseño un concepto clínico para potencializar las ventas de algunos de sus productos.
Mediante el marketing se puso en boga en los medios de comunicación un término que supuestamente sería el nombre de una enfermedad. La traducción en castellano es ataque de pánico, término que logró instalarse en el imaginario popular como el nuevo mal de la época, convirtiéndose en la enfermedad de moda.
Los trastornos mentales, como el ataque de pánico, se denominan también como crisis de angustia. Se lo define como una aparición temporal y aislada de miedo o malestar intenso, iniciados bruscamente, que alcanzan su máxima expresión durante los primeros 10 minutos en el que se evidencian algunas de las siguientes expresiones somáticas: palpitaciones, sudoración, ahogo, opresión toráxica, nauseas, vómitos y escalofríos, además de un profundo miedo a morir o a perder el control.
Básicamente la irrupción del pánico en una persona sólo es un síntoma, no una enfermedad. Es aquí donde el imperio farmacéutico ofrece una pastilla mágica como si fuera una especie de guardaespaldas. Lo que debemos tener en cuenta es que estos medicamentos pueden dar alivio a los síntomas, pero también pueden terminar siendo un obturador de la enfermedad.
Si nos remitimos a la historia, el "panic attack" ya fue descripto por Freud en 1895 con una etiología específica. Por consiguiente sería un error pensar que el denominado ataque de pánico, el mal del nuevo milenio, es sólo concerniente a esta época.
No se pueden negar los síntomas del cuerpo, pero lo trascendente es lo que sucede en la psiquis. En un episodio de pánico lo que no se puede ver es algo que se siente. Esta es una de las expresiones más criticas de la angustia, que desorganiza la vida psíquica llegando a impedir las actividades de la vida cotidiana.
El pánico ataca porque hay algo que el sujeto no ha podido elaborar, algo de lo cual no puede dar cuenta, ni forma. En este desborde no funciona la angustia como señal de peligro, quedándose confrontado con el susto.
Quien padece este pánico está sufriendo las consecuencias de una gran angustia. Seguramente esto será dramático, pero lo que no se entiende es la vocación existente a volverlo shoqueante, violento, impactante. ¿Habrá una doble intención en la nomenclatura de este mal arrojando semejantes títulos que ensayan una situación límite, arrojando al sujeto desesperadamente a las manos de un medicamento o profesional que pueda detener semejante ataque.
Antes de pensar en acercarnos a una solución sería adecuado reflexionar sobre el problema. La vida de un sujeto es inmensamente compleja tanto que sólo podemos acercarnos a una parte minúscula de la misma. El resto es un saber que el sujeto desconoce, una vida psíquica de la cual sólo nos enteramos por sus efectos.
Cuando las palabras y el afecto quedan desligadas el cuerpo crea un idioma propio que consiste en materializar el pensamiento y la palabra, aislándolas de nuestras reflexiones. Es decir, el idioma del cuerpo transforma en cuerpo los pensamientos, tornándolo incomprensible.
La promesa de la felicidad eterna no existe, todos en tanto seres hablantes estamos atravesados por el malestar. Lo interesante sería tratar ir por la vida sin un sufrimiento innecesario o en otras palabras pagar un costo muy alto.
María Soledad Cimadoni
Psicoanalista
soledadcimadoni@hotmail.com