Para muchas mujeres conseguir un buen pantalón, una linda camisa, un par de
zapatos para una fiesta o un corpiño que les quede sexy y cómodo es una odisea. La moda exige ser
flaca, no tener curvas, calzar hasta el 38. En un país donde cada vez hay más obesidad, poblado de
descendientes de italianas de caderas generosas, judías de piernas fuertes, españolas de brazos
anchos y nórdicas de 1.80 metro, la ecuación no cierra. La consecuencia: angustia, decepción,
malestar, enojo, impotencia. Pero afortunadamente no todo está perdido ya que hay un segmento del
mercado que se ocupa de hacer prendas y accesorios a la moda en talles grandes o no
convencionales.
"Cuando tomé la comunión calzaba 41. No encontraba un zapato apropiado ni de
casualidad. Recuerdo ese hecho como el primero de una larga lucha", dice Silvina Pucchio, 23 años,
1.82 metros, quien confiesa que más de una vez volvió del centro llorando porque no conseguía ropa
juvenil en su talle para salir los fines de semana. Silvina decidió convertir la crisis en
oportunidad y ahora se dedica a la venta de calzado para damas hasta el número 45. "Conocí en
Buenos Aires un taller que fabrica zapatos cómodos, de calidad y con diseños actuales. Primero me
convertí en clienta y luego en distribuidora ya que descubrí que había en Rosario y su zona un
mercado huérfano de este tipo de productos. Tengo mi propio emprendimiento, que se llama
"Cenicientas", y me está yendo bien", dice con una sonrisa.
Algo similar le pasó a Marcela , 32 años, una hermosa mujer de ojos claros, 1.63
metros y lolas exuberantes. No es gorda, pero no entra en los talles que se ofrecen usualmente,
sobre todo cuando se trata de remeras o vestidos de noche. Ella coincide con Silvina: "No conseguir
ropa puede ser motivo de frustración y mal humor y eso influye en todos los órdenes de la vida".
Lejos de considerarlo un tema frívolo, esta profesora de matemáticas reconoce que muchas veces se
quedó sin salir después de volver con las manos vacías de un raid por los negocios de moda. "Desde
que me acuerdo el vestuario fue una preocupación para mí. Cuando era adolescente y tenía que salir
a comprar ropa me amargaba un montón. Siempre fui pechugona y me tocó crecer en una época donde
todo estaba pensado para mujeres que son una tabla. Ahora me parece que lo manejo mejor, estoy más
segura, pero igual me molesta cuando me ofrecen vestirme como una vieja".
Para Claudia Strazza, titular de La Urbana, una casa instalada en el corazón de
la zona comercial rosarina que ofrece "talles reales hasta el 60", el mercado de talles especiales
siempre estuvo descuidado, olvidado y hasta maltratado. "Soy grandota y desde que soy adolescente
tengo kilos de más. Cuando tenía que comprarme ropa me ofrecían la falda base negra, la blusa
amplia, el pantalón sin forma. Un horror. A veces digo que en realidad el negocio me lo puse para
mí", comenta con gracia. Después de experimentar en otros rubros, Strazza, que es master en
Administración de Empresas, decidió volcar sus conocimientos en este segmento tan particular: "La
venta de este tipo de productos es muy atractiva y la devolución que tenemos de las clientas es
fantástica. Acá vienen mujeres de todas las edades, incluso chicas jóvenes porque encuentran
distintas opciones aunque no tengan 90/60/90", enfatiza.
Strazza dice que las mujeres que tienen un cuerpo con formas y voluptuoso
siempre fueron discriminadas. "O no encontrás o te quieren vender lo que sea. Te dicen que te queda
divino y vos te das cuenta que parecés un salchichón. Una prenda para una mujer con curvas, que
tiene un cuerpo grande debe tener características especiales, buen corte, buena tela y en general
eso no lo encontrás. Yo les aseguro que una mujer de 80 kilos puede lucir un tapado rojo o un jean
bien canchero y estar espléndida".
El probador, ese enemigo
No debe haber situación más tensionante para una mujer que entrar en un probador
y mirarse, prácticamente desnuda, en el espejo gigante bajo luces de tubo fluorescente. Todo se
complica si hay que medirse varias prendas en un espacio de un metro cuadrado y con una vendedora
impaciente. "El probador amplio y cómodo es importante, al igual que el asesoramiento. No todas las
clientas saben lo que les queda bien. Algunas ni siquiera son demasiado conscientes del cuerpo que
tienen, por eso es clave que el vendedor tenga paciencia y que te muestren 10 ó 20 opciones
diferentes", agrega Strazza.
"Si vas a reventar el pantalón prefiero que lo revientes en el negocio y no
cuando llegues a la fiesta. La ropa debe ser elegante pero sobre todo cómoda y no es fácil
encontrar estas características en los talles que ofrece el mercado", destaca la dueña del
negocio.
A la hora de la intimidad
Todo se complica si la mujer rellenita o gorda desea lucir una prenda íntima
sexy. Las ofertas son escasas en este rubro. Desde Buenos Aires, Alejandra Di Pacce, dueña de una
empresa que diseña y fabrica lencería en talles grandes dice que en su opinión no se trata de
"talles especiales " porque "son completamente normales". La empresaria agrega: "Al talle grande se
lo asocia con personas de edad y encima aburridas. En general, para la mujer que no es flaca, las
ofertas que existen son conjuntos siempre del mismo color y los mismos modelos, todos clásicos. No
se hace moda íntima en talles grandes y por eso nuestro desafío es hacerla seductora y
funcional".
En "Ale Di Pacce" trabajan con corpiños del 90 al 120 y bombachas hasta en talle
5. "Nuestro talle 3, por ejemplo, es para una mujer con 130 cms de cadera. No es el mismo talle 3
que se encuentra en cualquier marca", explica la titular de la firma. "Tenemos clientas de los 20 a
los 55 años en promedio, y como creemos que la mujer tiene derecho a sentirte sensual y linda
aunque tanga kilos de más o espalda grande, usamos puntillas, encajes de calidad y colores de
moda".
El culto al cuerpo, la valoración de la delgadez extrema y los parámetros
actuales de belleza fueron expuestos con inteligencia e ironía por Neil La Bute en la obra de
teatro que actualmente bate récords de público en Buenos Aires: Gorda. La gente, que en buena parte
de la función se ríe a rabiar, termina entendiendo con cierta angustia cuán cómplices somos de la
tiranía de la moda.
Florencia O´Keeffe
La Capital