El mes pasado, pocos días antes de cumplir 95 años, falleció Robert Mondavi
quien dejó profundas huellas en el mundo del vino. La historia de cómo llegó a número uno comienza
con dos inmigrantes italianos decididos a vivir el gran sueño americano sin escatimar esfuerzos
para alcanzar su meta. Sus padres, Cesare y Rosa, llegaron a Estados Unidos desde Italia, más
precisamente desde las Marcas, provincia de Pesaro, ni bien despuntaba el siglo XX.
Los primeros 14 años, Cesare trabajó en las mina de Minnesota mientras Rosa en
la casa daba pensión a una veintena de trabajadores. Con los ahorros conseguidos, en 1922 se
marcharon a California y allí abrieron una tienda de venta de frutas y verduras que se convirtió en
un próspero negocio. Dispuesto a ayudar a su prole, en 1943, adquirió para sus hijos Robert y Peter
la finca y bodega Charles Krug, una de las más antiguas del país. Todo parecía ir sobre ruedas.
Pero como es sabido, los negocios familiares no son sencillos y las cosas se complicaron.
En una entrevista realizada hace unos años por Juan Manuel Bellver, Mondavi
declaraba: "En 1966, a los 53 años, tuve que volver a empezar de cero. Yo acababa de volver de
Europa, impresionado con los métodos de vinificación que había visto, y tenía pensado discutir con
mi hermano sobre el asunto. Por aquel entonces, ambos dirigíamos una de las grandes bodegas
californianas, Charles Krug. Y recuerdo que nuestra ruptura se desencadenó por un visón. En 1963
John Kennedy nos había invitado a mi esposa, a mí y a otros empresarios italoamericanos a una cena
en la Casa Blanca en honor del presidente italiano. No éramos ricos, pero mi mujer no tenía qué
ponerse y, tras muchas dudas, me atreví a comprarle un abrigo de piel bastante caro
Eso desencadenó cierta envidia y desconfianza en el seno familiar, así que en
una reunión con nuestra madre delante, mi hermano acabó insinuando que yo vivía por encima de mis
posibilidades, que gastaba demasiado en viajes y promociones y que, tal vez, incluso sustraía
dinero de la caja. Le pegué dos puñetazos y nos separamos para siempre". Y no sólo volvió a
empezar, sino que se convirtió en leyenda. Cabe aclarar que la cena que desencadenó la ruptura
nunca llegó a realizarse porque el presidente Kennedy fue asesinado unos días antes en Dallas.
Con tapado, pero sin cena y sin bodega, Robert no se desanimó, simplemente se
mudó unos kilómetros al sur del viñedo familiar para fundar tres años más tarde, en Oakville, la
que se iba a convertir en la bodega más influyente en toda la historia del Napa Valley, abanderada
en la promoción internacional de los vinos norteamericanos.
"Yo siempre había creído en el vino de mi tierra. Quería transmitir a mis
compatriotas los valores, tradiciones y placeres cotidianos que me habían inculcado mis padres: que
el vino y la comida son un vehículo para la unión familiar y una manera de aprender a disfrutar de
la vida. Y quería, también, demostrar al mundo las posibilidades del viñedo californiano. Teníamos
un gran atraso por culpa de los años de prohibición, pero yo estaba convencido de que podíamos
competir con los mejores. La tierra y el clima eran propicios, sólo había que hacer las cosas
bien", declaró.
El sabía que para triunfar en el mercado del vino, tan importantes como el
cuidado del viñedo y la vinificación, eran el marketing y una buena estructura empresarial. Entre
sus aportes están la popularización del nombre Fumé Blanc para reivindicar a la Sauvignon Blanc,
una uva que era despreciada en Estados Unidos y que supo realzar a través de la crianza en roble en
una botella ecológica: agricultura biológica, investigación de porta injertos más sanos,
implementación del control de las temperaturas, fermentación en toneles de roble y vinos sin
filtrar, además de la financiación de proyectos científicos, educativos y artísticos relacionados
con la cultura del vino.
"Su objetivo era la calidad, y consiguió que las palabras calidad y Napa se
fundieran en una misma idea. Al hacerlo, elevó el vino de Napa y el de California a un nivel que la
mayoría de la gente jamás habría imaginado", afirmó Dan Berger, editor del boletín Vintage
Experiences. Para Mondavi, el secreto de su éxito residía en tres factores: pasión, trabajo duro y
experiencia.
Sin embargo, como antes decía, negocios y parentela no siempre son buenos
compañeros. A los 90 años cuando la empresa ya cotizaba en bolsa, los errores de gestión de sus
hijos le costaron el control de su bodega, la dirección dejó de confiar en la gestión familiar, y
fue así que en 2004 se vio en la obligación de venderla.
[email protected]