El tema es conocido por todos. ¿Existe acaso alguien que no haya decidido dejar
para mañana lo que podría haber hecho hoy? Se calcula que para alrededor del 15 al 20 por ciento de
la población posponer es un problema serio. "La habitual postergación de tareas que sabemos que son
urgentes puede resultarnos muy cara, contraproducente para la salud y hasta conflictiva para
nuestra vida y la de los que nos rodean", afirma el periodista canadiense Heather Pringle publicada
en New Scientist.
Al respecto citó una investigación estadounidense que puso en evidencia que
aquellos que dejaban para último momento la liquidación de impuestos cometían errores que les
costaban alrededor de 400 dólares anuales. También muestra el caso de estudiantes, periodistas y
otros profesionales que pasan sus tardes en el bar o mirando televisión y dejan las tareas para la
tardecita, creyendo que bajo presión, trabajan mejor. "No saben lo bien que harían el trabajo con
tiempo y sin presión", sostiene Bruce Tuckman, psicopedagogo de la Universidad de Columbia.
La actitud de postergar también implica riesgos para la salud. A través de otra
reciente investigación, Fuschia Sirois, una psicóloga de la Universidad de Windsor de Ontario
(Canadá), descubrió que aquellos que tienen el hábito de postergar cosas, son también quienes
tardan en hacerse los chequeos médicos o dentales y carecen de comportamientos saludables, como
hacer gimnasia regularmente.
El trabajo de Sirois también reveló que los que postergan sufren más por estrés
y enfermedades como la gripe o las relacionadas con problemas digestivos. También se observó que
cuanto más fuerte es la tendencia a postergar, menor es la disposición a tomar medidas para
prevenir accidentes en el hogar. Según Sirois, la postergación es un estilo de relacionarse con los
problemas que no sólo significa una mala adaptación y un peligro potencial para el individuo, sino
también para las personas que lo rodean. "Nos inclinamos a pensar que los que postergan construyen
su propio infierno y después, tienen que lidiar con él. Pero parece que esto tiene un impacto más
amplio", subraya en el artículo.
A partir de estos estudios preliminares ha habido numerosos intentos de
identificar qué es lo que lleva a postergar. En un principio, la acción de posponer fue relacionada
con una actitud perfeccionista, el miedo a fallar y una personalidad hostil y/o rebelde. Pero más
adelante, se observó que los investigadores no habían analizado el problema en toda su magnitud. No
se habían detenido a investigar la clase de tareas y las situaciones típicas que sufrían
demoras.
Valiéndose de toda la información disponible sobre estudios previos y analizando
sus propios deseos de postergar, el psicólogo canadiense Piers Steel de la Universidad de Calgary
en Alberta, Canadá, hizo sus propias investigaciones. Así comprobó una ligera mayor tendencia a
postergar en los hombres que en las mujeres. También verificó que los jóvenes son más propensos a
posponer que los adultos. "Debe ser porque la gente mayor no puede darse el lujo de dejar las cosas
para mañana", sostiene. En cambio, no encontró una correlación con los rebeldes, los neuróticos ni
con los perfeccionistas. "En realidad, los obsesivos de lo perfecto postergan menos que los demás,
pero se preocupan mucho más", reconoció.
Factores implicados
A partir de sus indagaciones en el tema, Steel identificó cuatro factores
básicos escondidos detrás de la postergación: la confianza que una persona tiene en completar
cierta tarea con éxito; la facilidad con que se distrae; el grado de placer que le produce el
trabajo a realizar y el lapso que media hasta obtener la recompensa después de finalizarlo. Steel
insinúa que todos preferimos el "aquí y ahora" más que lo que pueda llegar mañana. "Si algo puede
ser realizado ahora y podemos obtener placer enseguida lo valoramos más que algo que tendrá una
recompensa tardía y tal vez, improbable", afirma.
Tomando en consideración que la postergación depende no sólo de la estructura de
la personalidad y de la situación particular en que nos encontremos, sino también de la utilidad
que le asignemos, Steel hasta llegó a diseñar una ecuación matemática que pondera este último
aspecto. Así, para él, la utilidad sería el cociente entre E x V e I x D, donde E es la confianza
que tenemos respecto de terminar la tarea correctamente; V, cuán placentera la consideramos; I,
cuán proclives a la distracción somos y D, cuánto tiempo va a transcurrir hasta que llegue la
recompensa por haber completado el trabajo.
La fórmula de Steel ha tenido una variada receptividad. Por ejemplo, Tim Pychyl,
un psicólogo de la Universidad Carleton de Ottawa, Canadá, sostiene que su trabajo con los
pacientes adictos a la postergación revelan una historia distinta que nada tiene que ver con esos
factores. "No hablan de esos cálculos mentales. Dicen que postergan porque se sienten debilitados
por la culpa o la vergüenza o porque aman el desafío del esfuerzo hecho a último momento".
Por su parte, el colega John Kammeyer-Mueller de la Universidad de Florida,
manifiesta que la gente tiene una competencia perpetua entre satisfacer su presente o beneficiar su
futuro y piensa que la fórmula de Steel ilumina muchos rompecabezas de la naturaleza humana, desde
por qué hay jóvenes que abandonan los estudios, personas que son infieles a sus parejas y por qué
los que están excedidos de peso no se ajustan a las dietas establecidas por el médico.
Según la opinión de Steel esta idea aporta un conjunto de herramientas para
entender cómo juega el conflicto interno entre los deseos.
Riesgo al futuro
En esa preferencia por vivir el momento antes que prepararse para un futuro
incierto también están los gobiernos. ¿Debemos sufrir un poquito ahora para evitar el riesgo de un
gran devastación climática más adelante? Tenemos la tecnología para manejarlo pero querer hacerlo
es otra cosa.
Si bien la cura es de largo plazo, la medicina hay que administrarla ahora para
limitar la dañosa demora de los problemas derivados del cambio climático.
Algunas personas pueden realizar un disciplinado acercamiento para abordar las tareas que se le
presenten; pero otras, por falta de confianza y debido a su tendencia a desviarse de un compromiso,
hacen de la postergación una norma. No obstante, minimizar la demora puede echar una nueva luz
sobre la motivación..