Cuando un chico nace, la mamá se ocupa mucho de cuidarlo permanentemente pero en
un momento determinado aparece el papá y el pequeño se da cuenta de que la mamá no sólo tiene ojos
para él. Así comienza una situación de exclusión que da origen a los celos que se van a prolongar
en la guardería, la escuela, la universidad, el trabajo y en la pareja. Estos sentimientos forman
parte de nuestra naturaleza y nos acompañarán durante toda la vida.
Los celos tienen una raíz infantil que le confiere sus características más
destacadas. El bebé, y más adelante el niño, percibe al tercero (su padre) dotado de poderes
ilimitados. El rival habla por teléfono, maneja coches, trabaja; mientras, el infante sólo puede
pronunciar unas pocas palabras. El padre habla con fluidez; mientras él apenas puede gatear o dar
unos pasos; el padre puede caminar, correr, saltar, alzarlo, hamacarlo.
Cuando la situación de celos se recrea en la vida adulta el celoso se siente en
inferioridad de condiciones, piensa que hay otro u otros que pueden ser más satisfactorios para su
pareja, que tienen más recursos. Decimos entonces que esta persona es insegura, que no tiene
confianza en sí misma, en sus valores. Pero es insegura por la situación, dado que existe una
sobrevaloración del rival que es propia de la estructura parental. El o ella vale menos pues está
jugando en la edad adulta, en la situación actual, con una trama infantil, confiriendo más
atributos al rival tal como éste los tenía cuando el sujeto era un niño.
Si bien todos tenemos reacciones de celos, todos queremos ser atendidos,
escuchados y nos molesta la exclusión, estos sentimientos comunes adquieren en algunas personas una
amplitud exagerada, un inusual protagonismo. Uno de los motivos centrales de las discusiones por
celos en una pareja es la familia de origen. Es frecuente que cuando se estructura una pareja, los
celos de sus integrantes tengan como foco principal a la familia del otro. La transferencia del
amor es una tarea que necesita tiempo y que nunca se desarrolla en su totalidad. Los vínculos
amorosos primarios subsisten durante toda la existencia y es inevitable que constituyan un
"tercero" de suma trascendencia.
Las relaciones de amistad constituyen una inagotable fuente de celos, pues los
amigos son obstáculos a los deseos posesivos. También las salidas con otras personas suelen
provocar escenas de celos, reproches y peleas que obedecen a la supuesta conducta seductora de uno
de los miembros de la pareja hacia terceros, o la pretendida desatención o exclusión del miembro
ofendido.
Mientras que el amor tierno acepta que el otro no sea todo, en el amor posesivo
se pretende no sólo que el otro sea todo, sino ser todo para el otro. Para ello debemos eliminar al
rival, suprimir toda alteridad: ser únicos. La persona celosa quiere que el rival desaparezca sea
quien fuere: una persona, una actividad, un objeto, un interés.
Ser desplazado por otro significa que este otro es portador de mayores valores,
lo cual rebaja la autoestima. Quien perdió o teme perder al ser amado, no sólo reacciona ante la
pérdida del amor y del vínculo, sino también ante la pérdida de lo que estos representan como
prueba de su propio valer y, en consecuencia, como apoyo de su seguridad.
Domingo Caratozzolo
Psicoanalista
www.domingocaratozzolo.com.ar
¿Amor o patología?
En la página web www.sanamente.com.ar, se publica el artículo "Celos: amor o
enfermedad donde se enumeran una serie de datos para detectar si una persona es o no celosa:
- Celoso es el que necesita controlar todos los movimientos de su pareja.
- No le gusta que salga sólo/a o con sus amigos.
- Tampoco le agrada que lleve cierto tipo de ropa provocativa y controla de
qué modo se viste.
- Dice que sólo quiere al ser amado y a nadie más.
- Arma escena de celos sin motivos.
- Cree saber más sobre su pareja que cualquier otro.
Para evitar los celos es importante sentirse seguro/a de la relación, pero sin dar
explicaciones en forma permanente de lo que se hace o deja de hacer .