Defensas
Como se sabe, popularmente el diccionario es conocido como el "mataburros", respecto de lo cual
habría que decir que a lo largo del turno de existencia del que disponemos nunca terminaremos de
matar del todo al burro que portamos.
13 de abril 2008 · 01:09hs
Como se sabe, popularmente el diccionario es conocido como el "mataburros",
respecto de lo cual habría que decir que a lo largo del turno de existencia del que disponemos
nunca terminaremos de matar del todo al burro que portamos. Lo que nos condena a tener siempre a
mano más de un diccionario, ya que de esa forma tal vez aventamos el peligro de convertirnos en ese
animal de tan escaso prestigio dada su fama de terco, "laburador" y, en definitiva, de ser duro de
entendederas.
Con relación a la cuestión de las defensas el mataburro nos "desasna" anunciando
en primer lugar que se trata de la acción y efecto de defender y defenderse. Más allá del estilo
más bien seco al que son proclives los diccionarios, las defensas se pueden organizar en: las
defensas conscientes y las defensas inconscientes.
Las primeras se refieren a todos los recursos defensivos de los que dispone cada
uno en relación a los que nos rodean. En este rubro se pueden incluir desde las aclaraciones hasta
las justificaciones más o menos necesarias, pero seguramente también las innecesarias, ya que
muchas veces consumimos demasiado tiempo recurriendo a explicaciones que no aclaran lo que no está
claro, es decir lo que permanece oscuro. Un viejo dicho que conviene tener en cuenta en este
sentido es aquel que dice no aclares que oscurece. Con todo, la dinámica de las defensas
inconscientes son las que juegan los partidos quizás más importantes a lo largo de la vida, ya que
se trata de un partido continuo, sin descanso, ni mucho menos vacaciones, tanto de día como de
noche. En cuanto a las defensas inconscientes se pueden agrupar en dos grandes grupos: las defensas
orgánicas y las defensas psicológicas.
Las defensas orgánicas son inconscientes por definición, y también lo son de
hecho ya que realizan un trabajo invisible y silencioso para la percepción humana. Sin embargo, se
trata de una tarea y de una misión que es más que fundamental ya que constituyen una frontera para
los peligros externos, y además son fundamentales para los indeseables que se introducen (a pesar
de todo) en nuestra intimidad orgánica. La estructura defensiva del organismo humano es de alta
complejidad con un progreso creciente de su conocimiento en sus más de 100 años de desarrollo, y
desde su punto de partida con un principio fundamental: nuestras defensas rechazan cualquier agente
extraño a la composición de nuestro organismo. Ese punto de partida se vio alterado cuando ciertas
afecciones mostraban que las defensas pueden atacar al propio organismo, esto es cuando la
inmunidad se vuelve contra el propio individuo en las temibles enfermedades autoinmunes que el
psicoanalista A. Green llama enloquecimiento del soma.
Es importante destacar la diferencia que hace, especialmente el psicoanálisis,
entre el soma y el cuerpo en lo que bien podría llamarse el punto de cruce entre las defensas
orgánicas y las psicológicas. La diferencia no es menor ya que una simple mirada por el
diccionario, muestra el diferente tratamiento de los términos: muy escueto con relación al soma
pero con múltiples entradas en el caso del cuerpo. En suma, que el cuerpo no tiene sólo un sentido
anatómico. Platón sostenía que el cuerpo era la cárcel del alma, una bella e inquietante frase con
más de un sentido que no alcanza para resumir su extensa y compleja filosofía. Con todo tiene entre
otros el enorme mérito de resaltar el domicilio fundamental del humano: el alma (la psiquis) habita
en un cuerpo con el que tiene relaciones no siempre armoniosas y muchas veces tensas. En cierto
sentido el cuerpo es el envoltorio del organismo, del cual no tenemos conciencia, salvo que de
pronto alguna enfermedad se haya producido por una falla de las defensas, o a pesar de ellas, y
entonces el hígado pasa a ser nuestro hígado aquejado de tal afección y de la cual habremos
averiguado por Internet todo lo que podamos. Es lo que hace la psiquis que en su actividad
averiguadora pega un salto de lo pasivo (el padecimiento de lo enfermo) a lo activo formando parte
del ataque para ese problema.
En el otro extremo de las defensas psicológicas, en bastantes ocasiones la psiquis niega lo que
siente o lo que ve. En suma, sin las defensas no podríamos vivir pero en lo posible hemos de tener
en cuenta que si bien las defensas nos cuidan no hay que olvidar que debemos cuidarnos de ellas
para no consumir nuestra vida defendiéndonos, expuestos a las vulnerabilidades del amor o del
desamor.