Activos a toda edad
Todos hemos experimentado alguna vez el olvido de algún nombre o no recordar dónde guardamos algo.
Cuando esto ocurre en personas jóvenes, en general se le atribuye al cansancio o a demasiadas
ocupaciones.
14 de septiembre 2008 · 01:00hs
Todos hemos experimentado alguna vez el olvido de algún nombre o no recordar
dónde guardamos algo. Cuando esto ocurre en personas jóvenes, en general se le atribuye al
cansancio o a demasiadas ocupaciones. Pero esas mismas situaciones son vividas de diferente manera
si se ha pasado cierta edad. Si estos olvidos aparecen en una edad avanzada acompañará a esta
situación cierta inquietud y hasta temor de que algo no esté bien en "nuestra cabeza". Empieza a
sobrevolar el fantasma de alguna patología mental, puntualmente la demencia tipo Alzheimer, ya que
sus primeros síntomas son dificultades en la memoria.
Aunque también se debe saber que hay causas biológicas, psicológicas y
ambientales que pueden provocar olvidos en las personas mayores sin que impliquen una patología
orgánica. Desde el estrés, la polimedicación, una escasa estimulación intelectual, las dificultades
en la atención y hasta situaciones de duelo, depresión o falta de hábitos saludables pueden afectar
el rendimiento de la memoria. Entonces, no todos los olvidos en el adulto mayor significan el
comienzo de una enfermedad demencial.
Conviene diferenciar los tipos de olvidos que las personas mayores presentan y,
según la calidad de los mismos, podrán ser benignos o patológicos. Lo importante es, si existen
dudas, hacer una consulta con un profesional ya que si esta incertidumbre perdura aumentará la
angustia y la preocupación, lo que acarreará más problemas de memoria y esto hará que, aun sin
padecer enfermedad orgánica, la situación se empeore. Se podrá entonces hacer un diagnóstico
diferencial y comenzar sin demoras el tratamiento adecuado ya sea farmacológico, si es necesario, o
comenzar con programas de estimulación mental que permitan mejorar la actividad cerebral.
Aunque aún se esté en una etapa de la vida en la que estamos activos
laboralmente, es aconsejable enfrentarse a tareas que no son habituales, fuera de lo rutinario, o
aquellas a las que nuestro cerebro no esté acostumbrado. Lo que se hace siempre dejará de ser
estimulante y por lo tanto actuaremos con "piloto automático". Entonces será hora de empezar
actividades diferentes que requieran poner toda nuestra atención en lo que estamos haciendo. Como
cuando hacemos siempre la misma actividad física y sentimos que sin esfuerzo podemos completar una
rutina de ejercicios, en ese momento sabemos que para lograr cambios habrá que variar los
estímulos.
De la misma manera, se debe ejercitar la actividad mental con prácticas
desafiantes o novedosas para que implique una estimulación, y sobre todo si se trata de adultos
mayores. Realizar ejercicios que estimulen el intelecto es absolutamente necesario para no caer en
la “pereza mental”. Pero esta actividad debe cumplir ciertos requisitos: ser sostenida
en el tiempo y que implique un desafío. Es preciso buscar tareas que no resulten demasiado
sencillas, ya que esto llevará al aburrimiento y tarde o temprano, al abandono de las mismas. Ni
excesivamente complejas, porque la frustración también hará que se abandone el objetivo.
En ninguno de los dos casos, por defecto o exceso, se estaría cumpliendo
lo que buscamos, estar estimulados mentalmente. La complejidad de la tarea debe ser en la justa
medida (que sea sostenida en el tiempo es otro requisito indispensable). El “entrenamiento
mental” debe mantenerse de forma permanente e incorporarlo como un hábito de vida de la misma
manera que se recomienda evitar el sedentarismo. Si esta práctica es esporádica nos distraerá en el
momento pero no se verán los efectos a largo plazo ni redundará en la calidad de vida.
María Cristina Burgués
Psicóloga
mcrisbur@hotmail.com