Está convencida de que todos tenemos un propósito en la vida. Una certeza a la que llegó después de que entendió que era tiempo de desaprender lo aprendido. Valeria Schapira, periodista, escritora, conferencista, panelista, asesora en relaciones de Match.com, se fue de Rosario hace más de una década siendo una. Y en Buenos Aires —lejos de sus afectos más cercanos y de todo lo que había construido hasta entonces— fue muchas. Se animó y se decepcionó con la misma fuerza, pero siguió sin pausa en búsqueda de una vida más feliz.
Hoy mira para atrás y ve que por momentos recorrió terrenos escarpados, que anduvo equivocada, tensa y triste. Y sabe que no quiere más de eso. También ve que en ese trayecto cosechó experiencias intensas, enseñanzas, amigos y amores. Y todo lo ha contado en sus libros anteriores, o casi. A corazón abierto. Sorteando los prejuicios propios y ajenos.
Lectora incansable, apasionada de las buenas charlas, visceral y decidida, esta vez, con Caminos del alma (Urano), decidió seguir esa línea que había empezado a transitar con Dolores del alma. Una línea delgada por momentos, más sólida en otros, pero continua e infinita.
En una charla con Más, Schapira responde con honestidad y sin temores cómo está transitando este viaje espiritual —que invita a compartir— y en el que recurre a los libros de autoayuda (que ella llama "de empatía"), a los consagrados de la filosofía y el budismo, y a la escucha permanente para aprender. Un recorrido en el que, sobre todo, les presta especial atención a los "maestros de la vida" que se va cruzando a cada rato, para entender de qué se trata esto de vivir.
—Caminos del alma se presenta como "los primeros pasos para una vida espiritual". Imagino que eso lo experimentaste primero en vos...
—Lo primero que me gustaría decir es que en este viaje hay dudas, y existe, además, una mirada de los otros muy curiosa. Porque hay gente que te ve y te dice: ¡pero vos no sos tan espiritual! Como si ser espiritual fuese sinónimo de estar meditando todo el día o viviendo en la India. O si por ser espiritual no podés reaccionar mal nunca más, o comprarte algo que te gusta. Aun los grandes maestros, por ejemplo, no dejan de ser humanos y tienen comportamientos que no son los "ideales". Creo que este camino, que está al alcance de todos, implica conectar más con nuestra esencia en tu propio contexto. Esa es la clave. Ese es el desafío: vivir mejor, con más armonía y más amorosamente aunque te pases 15 horas en la oficina, aunque tengas que lidiar con el tránsito feroz y las actitudes no muy agradables de muchos. Caminos del alma es una especie de guía para que veas que podés ser más optimista, tener más fe, para que aprendas de a poco a ver la belleza que existe, aun cuando te suceden cosas que son feas o tristes.
—¿Qué repercusiones tuviste?
—Mirá, el 90 por ciento de las devoluciones fueron positivas. Yo tenía cierto temor ya con Dolores del alma. Ese prejuicio de: "Una mina que se puso en bolas en la tapa de un libro, que habla sin tapujos de ciertas cosas resulta que ahora escribe sobre espiritualidad". Pero lo que noto es que la gente sabe que mis textos son genuinos, que están escritos desde el corazón. Que no hay careteadas ahí.
—Hablás mucho del agradecimiento en esas páginas...
—Es que en general las personas somos desagradecidas. Uno se olvida del ¡gracias! Una palabra, un gesto que es como un abrazo. Yo apuesto al ejercicio del agradecimiento. Y en el libro propongo varios. A modo de práctica. En los tiempos más difíciles que nos toca transitar es cuando más tenemos que agradecer.
—¿Cambiaste a partir de estar más atenta a tus necesidades espirituales?
—Sí. Aunque el camino espiritual no es automático. El mundo nos pone a prueba todo el tiempo y entonces es un camino complejo. No siento que sea mejor, pero sí que soy distinta. Por ejemplo, yo juzgaba a mi madre porque había dejado una carrera brillante como profesional para criar a sus hijas. Y hoy lo veo como un gran acto de amor. Eso lo he logrado con los años, dejando de lado ciertos prejuicios, y empezando por mi propia historia. Mirando con más amor hacia atrás. Soltando lo aprendido.
—Soltar. Un verbo que está tan de moda...
—Sí, pero soltar es buenísimo. Para mí soltar es perdonarse, es entender que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron. Es soltar el enojo, el resentimiento. He visto sufrir a mucha gente y enfermarse por tanto resentimiento.
—¿Vos decís que las enfermedades están muy ligadas a lo emocional?
—No lo digo yo. Cada vez más médicos, más profesionales del ámbito de la medicina y la ciencia lo aseguran: lo que nos pasa a nivel anímico impacta en el cuerpo. No es casual que yo sea celíaca, que tenga un problema de intolerancia cuando en general he sido poco paciente en la vida. ¡O cuando me operaron de nódulos en la garganta porque había muchas cosas que no podía tragar! Yo misma soy un manual de expresiones físicas de problemas psicológicos.
—¿Y creés que uno puede construir su salud?
—Cuando hay pasión y convicción no hay impedimento. Si no, cómo explicás que personas que no tienen las piernas crucen un río... Está repleto de ejemplos de gente movida por el amor, por el sentido que le han encontrado a la vida; superan los más grandes obstáculos y logran sanar, y ser felices.
—¿Todos tenemos una misión?
—Sí. Para algo vinimos. Cuando converso con la gente en las tertulias (Tertulias del buen amor, charlas abiertas en las que se tocan diversos temas), muchas mujeres me dicen: "Pero yo soy ama de casa; yo no hice nada trascendente". Y les respondo que el verdadero sentido es ser personas significativas en aquello que hayamos elegido, en lo que nos ha tocado. ¿Sos ama de casa? Si estás poniendo mucho para tener un hogar feliz, ayudando a criar gente positiva que mire la vida de un modo amable... ¡estás haciendo un montón!
—Escribiste más de 10 libros. Muy distintos los primeros a éstos...
—Uhhh (se ríe). Manual de la usuaria, Monólogos de una mina sola, Los muertos de mi placard, por ejemplo. Escribí siempre sobre el momento que estaba transitando y mucha gente me sigue desde entonces. Transité el apego, el dolor del amor perdido, las frustraciones profundas. Y los lectores han vivido eso conmigo. Pero fui cambiando. Y ellos también. Aún me pasa que en algún lugar de Latinoamérica sale uno de aquellos libros y me escriben chicas de unos 20 o 30 años contándome sus desencantos amorosos, el sufrimiento por amor. Yo no soy psicóloga pero soy comunicadora y además creo que no hay título que te habilite para compartir experiencias, para hablar de lo que te hace bien. Soy una agradecida de la formación universitaria, y también de las tres décadas que tuve de psicoanálisis. Pero ahora me pasan otras cosas. Busco por otros caminos que me están dando ese complemento maravilloso que es la parte espiritual. Hoy estoy muy enfocada en esto y por eso escribo sobre lo que me sucede. Mi próximo libro será sobre los perros, sobre cómo es vivir con estos seres increíbles que tanto nos dan. Son las cosas que me van aconteciendo, y tengo la fortuna de poder contarlas y que la gente las lea y les guste. No reniego del pasado. Para nada. Pero hoy elijo mirar hacia adelante. No tener tanto miedo. Confiar en mi intuición, en mis tripas, hacer lo que realmente me gusta. Y cuando me paso de rosca pongo un CD con meditaciones y me tranquilizo. O leo cosas bellas. O me encuentro con gente positiva que es capaz de dar y escuchar. Pasito a paso, aun con retrocesos, siento que voy por el cambio profundo, y duradero.