Una mano se ahueca como un cuenco y exhibe los gajos de una mandarina como jugoso tesoro. Una pareja baila y sonríe a la cámara custodiada por una guirnalda de papel multicolor. Un hombre pica cebollas con esmero. Tres mujeres meriendan sentadas a la mesa mientras en el televisor centellea la telenovela de la tarde. Otra observa con ojos curiosos una flor de diente de león. ¿Habrá soplado las semillas? ¿Habrá pedido un deseo mientras volaban al aire? Las fotos de Isis Milanese logran capturar el corazón de las cosas más simples pero con la espesura de quien sabe que esos momentos cotidianos encierran la revelación de un mundo. La vida después se llama el registro fotográfico documental sobre cómo vive un grupo de personas externadas de la Colonia de Oliveros y alojadas en las llamadas "casas de convivencia", viviendas asistidas que dependen del Ministerio de Salud Mental de la provincia de Santa Fe y que son posibles desde la sanción de la ley nacional de salud mental en 2010.
El ritual de fotos fue todo un paseo. Milanese visitó una vez por semana y a lo largo de casi dos años a las mujeres y hombres que habitaban esas tres casas de medio camino ubicadas también en la localidad de Oliveros. En total son tres viviendas: una de mujeres, una de varones y la última donde reside una pareja. La fotógrafa los acompañó en su vida cotidiana, al cocinar, al hacer los mandados, al maquillarse o cortarse el pelo, al cuidar de una mascota y hasta en alguna celebración de cumpleaños. Momentos que resultan de lo más triviales para cualquier persona, pero que para aquellos que han pasado más de veinte años en una institución manicomial se convierten en un descubrimiento o, mejor dicho, en un reaprendizaje. "Creo que estas casas le brindan a una persona que ha pasado gran parte de su vida en un manicomio, con lógicas de borramiento de singularidad e identidad, la posibilidad de volver a insertarse en el entramado social", asegura la artista.
Milanese es psicóloga y fotógrafa. Cuenta que la idea del trabajo se disparó a partir de un taller de fotos en la Colonia de Oliveros. Ese dispositivo fue el puente que la acercó a la vida de estas personas, que abrieron las puertas de sus casas para recibirla con total confianza. Con algunos compartía el desayuno, con otros el almuerzo, con los demás la merienda mientras registraba cada momento. El vínculo que se tejió fue fuerte, sobre todo con las mujeres ya avanzado el tiempo de trabajo. Ellas fueron incorporando de tal manera la presencia de la artista en algunas conversaciones que hasta la incluían para contarle si un vecino les parecía lindo. Cosas que a veces no compartían ni siquiera con el equipo profesional.
"Lo que hice fue una historización de sus vidas en imágenes. El eje fue sin duda la cotidianidad de esas personas", explica la autora de las 25 fotos que se pueden ver en el Centro Cultural Lumiere, de Vélez Sarsfield 1027.
Las imágenes develan el valor que tiene para estas personas la posibilidad de habitar una casa, un hogar, volver a pertenecer a un barrio, convivir con otros, dejando atrás décadas de vivir en una institución manicomial. Se puede ver a alguien armando un arbolito de Navidad, a otro disfrutando de un jardín florido, a alguno tomando fresco en la vereda de la casa. También aparecen los objetos que son parte de su universo doméstico: una mesa de luz, toallones puestos a secar, un plato de fideos, un reloj despertador, un rosario asomando de un cajón. Los retratos no tienen rastros de una mirada penosa ni compasiva sino que están atravesados por esa dignidad que hace foco en una experiencia puramente vital que pone acento en la identidad.
En todo caso lo que parece interrogar La vida después es: ¿cómo es pasar veinte años en un manicomio? ¿Cómo se hace para construir un hogar fuera de él? ¿Cómo es vivir con otros en una casa? ¿Cómo es eso de encender la hornalla para hacerse un café? O acaso: ¿cómo es elegir una ropa para ponerse cada día y que ya no esté numerada con la sigla de un pabellón?
Hay en el trabajo de la artista un proceso casi arqueológico que rastrea a modo de respuesta aquello que ha estado presente en algún momento en la vida de estas personas pero que se ha borrado en el tránsito por la institución. "Es como si se desaprendieran algunas cosas y a partir de esta experiencia las empezaran a recuperar", dice y completa: "Hay un deseo arrasado por la lógica manicomial con el que se reencuentran. Un deseo que puede tener que ver con el aseo personal, con conservar objetos afectivos o, como en una de las historias, con utilizar la mayor parte de la pensión por discapacidad que se recibe para comprar queso en el almacén porque es lo que más le gusta a esa persona y por mucho tiempo no lo pudo comer".
"La fotógrafo los acompañó en su vida cotidiana, al cocinar, hacer los mandados, maquillarse o cortarse el pelo, al cuidar una mascota y en alguna fiesta de cumpleaños"
A la despersonalización del manicomio donde fueron alojados por décadas se le contrapone el retorno a los objetos personales o la vuelta a lo afectivo. Acá uno decide cuándo bañarse y cuándo cortarse el pelo, que no es cuando les toca cortarse a todos. Acá aquel al que le gusta vestirse de rojo puede hacerlo cuando así lo quiera. "Lo que me conmueve es esa posibilidad de estas personas de tener un hogar, de habitarlo y de tomar decisiones cotidianas. Me interesa lo que esta experiencia le puede devolver a la vida de alguien que estuvo hasta hace poco internado. A su vez hay un rescate de lo que uno fue y un volver a ser alguien", resume.
A lo largo del trabajo, Milanese fue construyendo un álbum personal de cada uno de los habitantes de las casas de convivencia. "La magia de esto es cómo resignifican su mundo interior. Armamos un álbum con fotos en papel para cada uno de ellos. Una especie de relato de su vida. Al ver las imágenes se reconocían o decían cosas de ellos mismos", concluyó. "Ese anclaje o cable a tierra que permite mirarse y decir: vivo acá, estoy con mi perro o con mi hermana que me vino a visitar, este soy yo".
Isis Milanese
Nació en Ibiza en 1976. Desde 1985 vive en Rosario. Es psicóloga y fotógrafa. Estudió en los talleres de Andrea Ostera y Laura Glusman. Realizó clínicas dictadas por Adriana Lestido y asistió al taller de fotografía documental de Hector Río. El ensayo La vida después dialoga con otros de sus trabajos que buscan también resignificar lo identitario, como la documentación en 2012 del Taller de Circo al que asisten usuarios del Hospital Psiquiatrico Agudo Avila-Centro Cultural Gomecito o su labor en el Centro Cultural El Obrador en la zona del barrio Toba de Rouillón y Maradona. Sus trabajos se pueden ver acá: http://www.isismilanese.com.ar