Contar la cotidianidad. Poner el ojo donde nada parece digno de ser narrado. Mirar y encontrar, incluso, en eso que se ve todo el tiempo, una historia. Esa vitalidad de la mirada, pero también de la escucha, fue lo que animó al periodista y conductor Roberto Caferra a embarcarse en una producción televisiva que se vio por El Tres y que fue una de las ofertas más novedosas de la pantalla local durante este año. EntreZonas se llama el ciclo documental, con producción de La Vereda Films, compuesto por cuatro capítulos que se transmitió durante el mes de diciembre y promete volver con nuevas ediciones en 2017.
En "Domar el azar", el primero de la serie, Caferra se adentra en el submundo del hipódromo rosarino descubriendo sus reveses a través de un recorrido que lo tiene como protagonista de una apuesta en la que habrá intentado domar a la suerte. En "La Piedad del Salvador" se muestra el otro lado de la muerte y el cementerio como "ciudad de vidas más de que muertos". En "El circo, belleza nómade" narra la trastienda del circo Tihany donde conviven diversas lenguas y culturas de más de 25 nacionalidades, desde mongoles, rusos y chinos hasta colombianos y argentinos. En "Hombres topos" se sumerge bajo tierra para contar cómo es la vida subterránea de los operarios que cavan a mano un desagüe pluviocloacal en Rosario.
Primero surgió la idea de hacer el programa en el marco de una sociedad de trabajo —pero también afectiva— con Federico Rathge en dirección y José Grasso en producción. Más tarde aparecieron los temas, que fueron elegidos en conjunto entre los tres integrantes del equipo.
"Como periodista todas las mañanas estoy contando los muertos de la ciudad, pero hay otro lado de la muerte que humanamente necesitamos conocer y hacernos preguntas. Y eso es lo que intentamos en el segundo envío y en todos los demás. Mostrar ese otro lado menos visible, más escondido", cuenta Caferra.
Lejos de la presuntuosa búsqueda de originalidad, la intención del equipo fue mirar por dentro y tomarse otro tiempo para hacerlo. Y lo lograron. La temporalidad de los capítulos no es la de la televisión clásica, los planos son lentos y orgánicos, y la edición impecable. También el ciclo se vale de una tecnología en boga por estos días pero de alguna manera resignificada: el dron. Acá no hay un ojo vigilante y panóptico para controlar los movimientos de la ciudad, sino un cronista alado que sobrevuela —fisgón— para mostrar aquello que no podemos ver al ras del suelo.
Recuperar la curiosidad como esencia del periodismo y preguntar no tanto para develar grandes misterios sino para poner en juego las distintas posibilidades del mirar y el ser mirado, parecen ser el faro que alumbra a EntreZonas. "No hacer un periodismo chismoso, sino curioso. La curiosidad es la que nos motiva a conocer. Si estamos en el cementerio hacemos preguntas y hasta nos encontramos con que detrás de un mármol hay un poeta", explica Caferra y completa: "Tampoco intentamos transparentar ninguna crisis, develar un conflicto. Acá no importa si hay quien roba en el cementerio o hay quienes curran con el turf. Acá contamos cómo vive la gente. Con la gestualidad de los que hablan y el tono de color de la crónica intentamos atravesarlos humanamente. Ya sean marginales o tipos exitosos".
El envío remite sin dudas a un trabajo televisivo anterior, quizás el más recordado del periodista, que como la producción actual también se movió a contrapelo de lo que marca el estándar televisivo: Elemental Watson. En un medio en que todo suele ser vértigo, inmediatez y saturación, Caferra propuso allá por 1995 —y luego retomó en 2001— un giro que corrió del centro de la escena a las celebridades para darles lugar a los protagonistas de los márgenes. Esa idea no le vino sola. Más bien fue la influencia del fallecido Fabián Polosecki, que en los 90 marcó un antes y un después en el periodismo televisivo argentino y aún es recordado por mostrar esa otra cara de la realidad a través de sus crónicas. "Le robamos esa vocación de escuchar, él quería escuchar, no preguntaba tanto, que le dijeran cómo es en lugar de decirle al otro esto es así o asá", sostiene.
Más de veinte años después, con EntreZonas, Caferra retoma la misma inquietud de Elemental Watson. Pero con otras tecnologías: del Super VHS a las tarjetas de memoria, de una grúa a un dron, de los cassettes al tráfico de materiales online. Entre muchas otras diferencias.
"Las nuevas tecnologías son fascinantes. El peso del equipo, el traslado. Con cuentas privadas de YouTube sin moverme de mi casa chequeo las grabaciones. Además, grabo el off en el microestudio de radio que monté en casa y lo mando", relata y abunda: "Antes para hacer una toma contratabas una grúa y si tenías plata un helicóptero, con un dron ahora tenés una mirada desde arriba".
Además de ser el cronista que se ve en pantalla junto a los entrevistados, Caferra se pone un poco al frente del proceso de montaje. "Para mí es muy importante la edición. Es como manejar el procesador de texto. Vos escribís la nota y no se la dictás a nadie. A mí me pasa lo mismo. Me siento, veo el material, corto las frases porque me interesa que eso tenga una mirada periodística y televisiva, y luego es el editor el que hace el trabajo riguroso, artístico y, sobre todo, el proceso de belleza", explica.
Sin embargo, remarca que a diferencia de otras de sus producciones en esta no quiso tener el protagonismo. "Se trata de un trabajo en equipo donde los textos no son siempre míos (el del programa del cementerio es de Federico Rathge). Hay un concepto grupal, no hay protagonistas, aunque soy el narrador siento que todos hacemos nuestro aporte, quien hace cámara, quien edita, quien maneja el dron. Y por momentos yo puedo ser sólo una herramienta más", sostiene.
Confiesa que son muchas horas las que invierte en este proyecto que, "aunque complejo, es la zapatilla más cómoda" con la que le toca caminar actualmente en los medios, porque no se imagina haciendo un programa en vivo con cabezas parlantes que analicen con él la realidad política actual. "Este año me replanteaba si seguía en el periodismo. Me sentía bastante cansado de la noticia y del microclima de los medios. Incluso, recibí una propuesta firme para dejar de hacer periodismo. Pero cuando me encontré montando el programa fue cuando encontré la respuesta a ese ofrecimiento. Esto es lo que más me gusta hacer. Si fuera millonario me dedicaría a esto: contar historias. Y viajaría por el mundo para encontrarlas", asegura. Promete volver el próximo año con más envíos bien rosarinos. Cómo dicen los grandes cronistas, "el desafío es salir a dar una vuelta a la manzana". Y a eso parece seguir apostando Caferra con EntreZonas. Contar lo que pasa acá nomás. En la otra esquina.