“Hoy en la pista practicando, atemorizada, con el cansancio residual de la quimioterapia en mi cuerpo dije no puedo, me voy a caer, y mi coach respondió: «¡No digas boludeces y hacelo de nuevo!». Fueron las mejores palabras que escuché en estas últimas semanas y la orden más pertinente tanto para la pista como para la vida misma”. Sin eufemismos habla María Masino. La sinceridad es otra de las ganancias de este proceso al que la expuso la enfermedad.
“Me volví algo egoísta, y lo digo sin vueltas. Es más, en lo que respecta a mi tranquilidad me he vuelto completamente egoísta”, afirma.
Tiempo para pensar, para rearmarse, para ese encuentro con la profundidad. Eso es lo que defiende a capa y espada. Entre otras cosas, hace seis meses decidió separarse de su marido y padre de su hija.
"Hacía mucho que no estábamos bien, que no éramos felices. No pensé: «Uhh, me voy a quedar sola con todo esto y con menos ayuda...». Pensé en mí, y fue liberador”, relata.
“Es que cuando uno está enfermo se debe conectar con la vida, aceptar y también avanzar. Las cosas que no se solucionaron hasta ahora no se van a solucionar, así que hay que cambiar mucho, el sistema de creencias, de paradigma. Ese cambio es muy importante”.
María avanza un poco cada día aun cuando hay retrocesos. Sophía, su hija de tres años, es un gran motor. “Ella desde chiquitita me vio con los síntomas, tirada en la cama. Por eso es una nena muy independiente, capaz de comer sola, de bañarse. Me ayuda mucho y se da cuenta cuando estoy en tratamiento. En esos momentos trata de no tocarme si estoy dolorida, me cuida, me tapa. Es muy prudente con su mamá y tenemos una relación muy profunda. Obviamente dentro de la situación la protejo, trato de que no me vea mal”.
Cómo convivir con el hecho de que Sophía deba atravesar tanto dolor siendo tan pequeña: “En algún punto me pesa, ¿pero sabés qué?: todo esto la va hacer crecer, el día de mañana será una mujer con mucha conciencia de lo que le pasa al otro, y eso es muy bueno en una sociedad adormecida”.
De qué manera vencer el miedo es la otra inquietud del millón. “El miedo no ayuda a nada. En el caso del diagnóstico sólo lo retrasa y evita la posibilidad de un tratamiento adecuado. Yo impulso a la gente a vencerlo positivamente, a consultar al médico si tiene antecedentes familiares o ante cualquier síntoma que aparezca. La Argentina es un país con alta incidencia y mortalidad por cáncer colorrectal. En cuanto a incidencia nuestro país se ubica en quinto lugar, después de Barbados, Uruguay, EEUU y Canadá, por eso me comprometo tanto y aliento a los demás a estar atentos”, enfatiza.
“Si estás pasando por algo parecido, si te enfermaste, tenés que cohabitar con la enfermedad, tener una rutina de combate. Eso implica salir a caminar para oxigenarse, hacer una buena dieta, nutrirse de cosas bellas, de gente bella. Es un combate particular en el que tenés que hacer las paces con lo que te sucede”.
María buscó ayuda con un terapeuta en los primeros momentos pero no funcionó. “Iba al psico-oncólogo pero la verdad es que el profesional trataba de conectarme más con las demás personas que conmigo, con eso del perdón a los otros y el hecho de aceptar la muerte, ¡y yo quería estar fuerte, no para morirme sino para vivir! Así que decidí que la escritura, los caballos y otras maneras de espiritualidad me iban a hacer mejor”. Respirar, ordenar, impulsar. Los verbos preferidos de María. “¡Y saltar!, saltar chiquito y firme para volver a empezar”.
Una página que crece
La página que María Masino y sus amigos crearon en Facebook ya tiene 700 seguidores que en forma cotidiana comparten vivencias, experiencias. Podés sumarte buscando en la red social “Red de contacto para personas con cáncer de colon”. También podés escribirle a María al correo [email protected]