La oncología infantil es una especialidad muy compleja. Quizá por eso no son tantos los profesionales que se dedican a esta área de la medicina. Uno de ellos es Marcelo Coirini, hematólogo y oncólogo infantil del Hospital de Niños Víctor J. Vilela de Rosario.
Sensible, claro, predispuesto a la charla sobre un tema que lo apasiona y conmueve, Coirini asegura que jamás se les suelta la mano a los pacientes y a sus familias, que más allá del resultado de los tratamientos, la relación que se establece es siempre cercana, de acompañamiento, de escucha permanente, de poner todos los recursos para poder entender, en lo profundo, por cuánto pasa un niño o un adolescente al que le diagnostican cáncer.
Coirini, que también trabaja en el Hospital Italiano y en el Hospital Español, es parte del equipo que en la ciudad acompaña el tratamiento de Santino. Lo primero que señala es que se referirá en términos generales al rabdomiosarcoma, que es el diagnóstico que recibió este niño que ahora tiene nueve años.
"Estamos hablando de un tumor de las partes blandas. Se puede presentar en miembros, en el tórax, en el abdomen, en la órbita del ojo", comenta.
"Es un tipo de tumor maligno que no tiene la misma frecuencia que otros cánceres infantiles. Por eso uno no suele escuchar hablar de esta enfermedad", reflexiona. Los cánceres pediátricos más comunes son las leucemias, los linfomas, luego los tumores del sistema nervioso central, los neuroblastomas, los cánceres de riñón y después los de partes blandas.
"El ejercicio de hablar de estos temas con mayor naturalidad y de manera constante en el seno de las familias, en los medios de comunicación, por ejemplo, es de gran ayuda. Los médicos que trabajamos en esta especialidad encontramos aún muchas personas con miedo a la palabra cáncer a la que casi sin excepción se la asocia con muerte, algo que es inexacto", remarca Coirini.
"Hay que insistir con algo: el cáncer tiene tratamiento y se puede curar. En los países desarrollados la tasa de curación es del 80 por ciento y en países en desarrollo tenemos tasas cercanas al 60 0 70 por ciento, eso es muy relevante", enfatiza.
Advertencias
Coirini, que tiene amplia experiencia en cáncer infantil, pone el énfasis es que las consultas habituales con el pediatra de cabecera son cruciales para seguir la evolución de un niño. "Hay que ir a las consultas, todos los años, pero siempre digo que los que más conocen a su hijo son los padres, ellos son los primeros en advertir, probablemente que algo no está del todo bien, que algo anda mal".
Ante la presencia de un síntoma que llame la atención hay que consultar. ¿Qué síntoma extraño? Un ojo hinchado que no recibió un golpe, un dolor que no cede y despierta a la noche o interrumpe la actividad normal, fiebre persistente sin causa infecciosa, algún ganglio que se inflama, pérdida de peso marcada o repentina inexplicable.
"Esto no significa que un niño o niña con alguna de estas reacciones en el cuerpo tenga cáncer. Muchas veces nos derivan a los oncólogos a chicos para ser evaluados y eso no termina en un diagnóstico de cáncer. En rigor vemos muchas cosas que son benignas", comenta el profesional.
Lo fundamental es que no se demoren las consultas de esas cosas que generan dudas.
Características
Otro aspecto en el que se detiene Marcelo Coirini es en el hecho de que el cáncer infantil no se parece en nada al cáncer que puede tener un adulto. "Un cáncer en un niño, adolescente o adulto joven no tiene, en cuanto a etiología y pronóstico, una correlación con un cáncer de adulto. Son completamente distintos. Las tasas de curación son diferentes, todo es muy diferente, por eso no tiene ningún sentido comparar. Tampoco tiene sentido hacerlo con otros casos infantiles. En ese sentido las redes sociales y Google son malos consejeros. Cada ser humano es diferente y su organismo se comporta de manera diferente. No hay reglas exactas. Lo que le pasó a tal niño o niña no será lo mismo que le suceda a otro, aunque se parezca. Por eso sugerimos que la confianza se deposite en el equipo médico que guía el tratamiento y no en internet", remarca.
"Quienes hacemos pediatría siempre trabajamos en equipo, de manera interdisciplinaria. Hay pediatras clínicos, oncólogos, hematólogos, radiólogos, psicólogos, trabajadores sociales, nutricionistas, un montón de gente alrededor del paciente. Acá les damos lugar a los chicos, a los padres, abrazamos a los padres, lloramos con ellos, nos alegramos con ellos. Los tíos, los abuelos, todos están presentes. Estamos cerca de las necesidades emocionales de toda la familia", destaca.
La información que se da, dice Coirini, es simple pero al mismo tiempo frontal. Al menos así eligen hacerlo muchos oncólogos pediatras. "Si uno explica con claridad todo es más sencillo, la confianza se fortalece y eso es en beneficio del paciente, de la familia y de los médicos", reflexiona el especialista, para quien aún quedan muchos mitos por vencer en torno al cáncer.