Las ejecuciones adentro de viviendas, una modalidad cada vez más habitual
En los últimos meses se multiplicaron los crímenes en los que las víctimas son sorprendidas por homicidas que irrumpieron en casas

Domingo 23 de Septiembre de 2018

En los últimos meses se ha consolidado la ejecución de una o más personas en el interior de una vivienda a manos de un asesino que no titubeó al ganar el interior para matar.

El último caso ocurrió el miércoles a la noche en Cochabamba al 200 bis. La víctima fue Juan Bautista Benítez, un hombre de 69 años al que sus vecinos sindicaban como "transa", es decir vendedor de droga. Al menos un pistolero ingresó a la más que humilde casilla de chapa y madera donde vivía y lo ejecutó de tres balazos en la cabeza. No le robaron nada.

Esa escena se repitió al menos tres veces en lo que va del mes; doce en lo que va del año, incluyendo un doble y un triple crimen. Esta forma de matar no es la más habitual y demuestra al menos uno de dos datos: una bronca inapelable como móvil de una venganza o un mandato para asegurar la comisión de un crimen sin importar, como suele pasar, que entre las víctimas queden más personas heridas o incluso muertas.

Tres

El asesinato de Juan Bautista Benítez fue el último de una docena de crímenes ocurridos puertas adentro de una vivienda en lo que va del año. Fue el tercer caso en lo que va de este mes. Dos días antes, la madrugada del lunes 17, una horda de al menos cinco personas munidas de armas de fuego, palos y martillos irrumpió en una humilde pensión de Andreu al 1900, en Villa Gobernador Gálvez, y comenzaron a buscar a los gritos a un tal "Pela". Se trataba de Antonio Carlos Pinto, de 41 años, quien primero sufrió una violenta golpiza para terminar ejecutado a quemarropa de un balazo que le dispararon con un arma apoyada en su rostro.

Un doble crimen bajo la misma modalidad abrió la nómina del mes el primer día de septiembre, cuando sicarios armados ingresaron en un complejo habitacional de Dorrego al 3800, en barrio Moreno, y ejecutaron a balazos a Daiana Magalí Irrazábal, de 24 años, y a Gonzalo Federico Urrieta, de 21.

Por lo trascendido hasta el momento, lo único que apareció claro sobre el hecho es que los asesinos buscaban a la joven —Urrieta no habría sido el objetivo— y se presume que la siguieron hasta la casa de unos amigos con quienes había quedado minutos antes en encontrarse allí.

Sobre los motivos, se pusieron en juego cerca de cinco hipótesis y no se descartó que pudiera tener vinculación con la declaración de Daiana como testigo en el juicio de Los Monos, teniendo en cuenta que fue la segunda testigo de ese debate en ser asesinada en el lapso de un mes. Sin embargo, no se descartaron otras posibles motivaciones que pudiesen estar vinculadas con ciertas actividades de la joven quien, evidentemente, no parece haberse sentido insegura en la vivienda donde fue ultimada; prueba de ello es una foto que subió a una red social minutos antes del crimen.

A tiros

En agosto también hubo al menos tres casos de víctimas sorprendidas entre paredes. El miércoles 22, en Cumparsita al 3700 —barrio Tío Rolo— fue ejecutado Luis Ferreyra en una tapera sobre terrenos usurpados. Una mujer y otro hombre resultaron baleados.

Al día siguiente dos hombres irrumpieron en un desarmadero de Santiago y Cervantes, en Villa Gobernador Gálvez, y ejecutaron de ocho tiros a Emiliano Pagliano, de 29 años, quien se aprestaba a almorzar junto a su padre y un hermano.

El 17 de agosto patearon la puerta de una casa de Manuel Ugarte al 800 (Mendoza al 9000) y mataron de un balazo a Joan Steven Grueso Hernández, colombiano de 23 años y estudiante de psicología. Oficialmente se dijo que no le robaron.

A las 15 del jueves 5 de julio, en Magaldi al 9800, un joven entró a una casa y en el patio delantero mató con cuatro balazos a Juan Carlos Schneider, de 42 años, mientras asaba unos pescados. También hirió a un cuñado de éste de un tiro en la pierna.

   El 30 de junio, en Dinamarca al 500 bis, hombres armados ingresaron a una casa cuando terminaba el partido Argentina-Francia por el mundial y ejecutaron a Gonzalo Insaurralde. También hubo dos heridos.

   Una ejecución similar ocurrió el pasado 23 de marzo cerca de las 22 en una casa de Colón al 3800, en barrio Tablada. Allí ingresó al menos un pistolero tras tumbar la puerta y sorprendió a Rodolfo Omar Palavecino, de 42 años; Fabricio Heredia, de 36; y Marcelo Delfor González, de 45. Se investiga como un crimen en un contexto narco.

   El pasado 6 de febrero en Biedma al 100 bis una sobrina de Nelson Ricardo "Pepe Moco" Contreras lo encontró muerto en su cama. El hombre de 33 años había sido ejecutado de siete balazos y luego prendieron fuego el cuerpo, que al momento del hallazgo estaba quemado en un 80%.

Distintos

Otros crímenes entre paredes no parecen guardar las mismas características, básicamente por las armas empleadas. Como el de Eduardo Gramajo, de 48 y hallado muerto por un hijo en su casa de Garibaldi al 6000 el pasado 26 de junio. Al llegar el joven se topó con la puerta cerrada con llave y al entrar se topó con el cuerpo de su padre con distintas heridas de arma blanca y un cuchillo clavado en el cuello.

   El pasado 2 de abril en Cochabamba 164 bis, a una cuadra de donde mataron a Benítez el miércoles, fue hallado muerto en su casa el vigilador privado de 36 años Daniel Gustavo Torres. Su hermana, suboficial de la policía, lo encontró asesinado de múltiples puñaladas en el cuerpo.

   Si bien en los últimos tiempos viene en aumento, los homicidios perpetrados en el interior de una vivienda no son los más habituales. Más allá del notable crecimiento de balaceras contra casas en las que el azar determina si terminan siendo o no fatales, estos crímenes entre cuatro paredes demuestra una violencia muy superior al hecho de disparar al bulto desde una motito y escapar.

   Una violencia que supera incluso los recaudos que podría tomar el homicida para no quedar expuesto a una respuesta improbable o a ser reconocido. Una violencia que apela a la impunidad como parte del mensaje, mientras no para de crecer y naturalizarse.