Por Gustavo Orellano
"Mi sueño es poder ver la cara de mi hija al menos diez minutos antes de irme de este mundo". Con esa frase tan elocuente como conmovedora, Javier Fabretti, un hombre de la localidad de Sanford que quedó ciego hace ocho años a causa de una retinopatía diabética, puntualizó la principal razón que lo moviliza a intentar juntar una onerosa suma de dinero que necesita para afrontar un tratamiento en el exterior que le permitiría recuperar parte de su visión. Aunque sabe que no será tarea fácil conseguir los 50 mil dólares que demandará la intervención y demás gastos de traslado e internación, se aferra a la esperanza de que la solidaridad convertirá en realidad el noble desafío.
La meta es similar a la que se fijó ya hace un tiempo el joven casildense, Osvaldo Acuña, quien, como dio cuenta oportunamente LaCapital, logró gracias al apoyo de la sociedad, el propósito de viajar a China para ser sometido a una práctica similar de implantes con células madre en la misma clínica donde el sanforense, de 49 años, fue admitido como paciente y ya tiene turno programado para los primeros días de junio.
"Al enterarme del caso por medio de un amigo y buscar información, me puse en contacto con Osvaldo para interiorizarme sobre su experiencia y a partir de allí empecé a realizar los trámites para el tratamiento que aprobaron hacerme luego de evaluar mi historia clínica", contó Javier, quien en los meses que le restan para la fecha en la que tendría que partir al país asiático prevé realizar junto a un grupo de colaboradores una serie de actividades para recaudar fondos.
La primera está programada para el 24 de este mes en el salón del Colegio Secundario Leopoldo Lugones de Sanford, donde se desarrollará una cena show cuyas tarjetas ya están a la venta. Además ya fueron distribuidas alcancías en distintos comercios de este pequeño pueblo del departamento Caseros para recibir donaciones. Y lo mismo está programado hacer en Casilda, Arequito y otras localidades de la zona, además de poder colaborar depositando aportes voluntarios a una cuenta ya habilitada en la sucursal casildense del Banco Nación, cuyo número es 13801902855000 y el CBU 011019003001902855000.
Javier, quien está casado con Alejandra y fruto de esa relación nació Azul, se ilusiona con que ese tratamiento le devuelve las chances de posar su mirada en el rostro de su pequeña hija de 8 años y disfrutar de momentos que no puede por su enfermedad. Aún tiene grabada en su memoria la única imagen difusa que registró de ella cuando recién nació y él ya estaba al borde de la ceguera. "La escasa visión que me quedaba en un solo ojo me permitió, con la ayuda de la luminosidad solar que ingresaba desde una ventana, ese registro borroso por un instante, pero en realidad no le conozco ni la cara y el sueño más grande que tengo es poder verla antes de morir", aseguró.
A pesar de su fortaleza para salir adelante al punto que se las ingenia para realizar, a veces con ayuda de su padre, trabajos de mecánica o arreglos en su casa gracias al sentido del tacto que desarrolló para compensar la falta de visión, admite el "sufrimiento" emocional que le provoca su patología. "Trato de ser optimista y encarar la vida de la mejor manera posible, pero la ceguera te limita a pesar de que nunca bajo los brazos para que Azul sepa que tiene un padre fuerte y que le da pelea a la vida".
Recuerda con satisfacción que pese a su discapacidad no se privó de cambiarle los pañales cuando era una beba y no menos orgulloso se siente de prepararle el desayuno cuando su señora sale a trabajar temprano. La retinopatía diabética que padece desde hace quince años fue disminuyendo su visión hasta quedar totalmente ciego en 2012 luego del nacimiento de su hija.
Si bien a lo largo de su padecimiento fue sometido a ocho cirugías por desprendimiento de retina para intentar sobrellevar la afección, finalmente su cuadro se tornó irreversible, al menos hasta ahora que le surgió la alternativa de ser tratado en el Hospital Shizhentang de Beijing, aunque ello dependerá de la respuesta generosa que pueda conseguir por parte de la comunidad en el marco de la campaña benéfica que ya está en marcha.
De prosperar lo planificado, Javier viajará junto a su hermana para recibir el tratamiento que tendrá una duración de dos semanas y consiste en el implante de células madre para regenerar su visión y mejorar su funcionamiento renal que se vio afectado por su avanzado cuadro de diabetes, además de los tejidos del páncreas y la masa muscular, entre otros beneficios.
"Una vez realizado el tratamiento por medio del cual me garantizan recuperar parte de la visión, entre otras mejoras en mi cuerpo, tengo que seguir cuando regrese al país una dieta que me van a indicar con una medicación especial para mi patología, además de masajes de estimulación para la vista", explicó Javier, quien se mostró confiado en obtener buenos resultados.
Un gran aliciente
"Si bien soy consciente que recuperar totalmente la visión es imposible no deja de ser un gran aliciente saber que tengo la posibilidad de mejorar la capacidad visual después de no poder ver desde hace años, lo que me impide llevar adelante una vida normal para dar una vuelta o salir a caminar sin problemas con mi familia, aunque igual solemos ir a la plaza donde hamaco a Azul, pero no es lo mismo poder ver para jugar con ella o hacer otras tantas cosas como observar las calificaciones en su boletín, o los dibujos que hace", dijo.
Más aún porque Javier llevó una vida sin impedimentos físicos hasta los 36 años cuando comenzó a tener problemas oculares a causa de su enfermedad de base. "Tuve la fortuna de poder ver varios años y ahora que no puedo hacerlo, valoro muchas cosas y especialmente lo que aprendí cuando vivía en el campo junto a mis padres y siete hermanos ya que al ser una familia numerosa todos ayudábamos en los quehaceres del hogar, algo que me sirvió mucho para desenvolverme ahora y estar siempre predispuesto a hacer cosas más allá del problema que tengo", comentó.
Aunque su mujer sale a trabajar para colaborar en el hogar, Javier sólo tiene como ingreso una pensión por discapaci dad que recibe del Estado nacional, razón por cual le resulta imposible pagar con recursos propios el tratamiento que con tanta ansiedad espera recibir para volver a ver.