La audiencia de cámara se realizó en los tribunales de Venado Tuerto.
El pedido de prisión preventiva para el abusador formulado por Cavallero fue acompañado por la resolución del juez en feria, Leandro Martín, quien entre otros conceptos consideró "el hecho afecta la dignidad de la niña como tal o como mujer, generando temor en todo el núcleo familiar con conductas abusivas no solo de índole sexual, sino también ejerciendo violencia de género y familiar que sellan la suerte en cuanto a la valoración de la prisión preventiva".
En la imputación Cavallero dijo que el hombre abusó de su hija por primera vez a los 12 años de edad y siguió haciéndolo periódicamente en su casa, aprovechando la ausencia de la madre que trabajaba.
El relato es estremecedor —consignó la periodista Norma Migueles— ya que el sospechoso no sólo abusaba sexualmente de su hija, sino que castigaba duro a la familia integrada por otro hermano y la madre, quienes vivían atemorizados por la violencia que ejercía el sujeto manteniéndolos en ese estado, llegando a privarlos del sueño.
El hecho conmocionó a la pequeña localidad de Melincué, de unos 2.000 habitantes, y ubicada a 120 kilómetros de Rosario. La localidad es la cabecera del departamento General López y uno de los pueblos más antiguos de la provincia.
El carácter del hombre cambió desde hace tres años, cuando empezó a maltratar a la niña. G. M. le dio el apellido a la nena, pero no era su padre biológico. Desde esa época empezaron los abusos a la joven que fueron detectados cuando un día la nena desapareció y fue hallada en el baño llorando. En esa circunstancia le contó a su hermano sobre su calvario.
Cuchillo
Días más tarde, la madre llegó a la casa vio a su hijo, de 13 años, afilando un cuchillo y al preguntarle porque lo hacía le dijo que era para matar a su padre, cansado de la violencia y de que abusara de su hermana. El chico se había convertido en confidente de la niña, quien le contaba cada vez que el hombre la sacaba de la casa y la violaba.
Un dato no menor es que pese a que no tenía novio, le dijo a la madre que le comparara anticonceptivos y se los hiciera tomar, contó Migueles en su portal Primero Las Noticias.
Ese día el abusador había ido a una casa que estaba arreglando y se llevó la niña y nuevamente la violó en un lugar donde habría dejado sus huellas genéticas. Cuando llegó la madre tenía los ojos llorosos.
El temor era tal que nadie dijo nada pero la situación había sobrepasado todos límites. El hermano confió el calvario de su niña y familia a un amigo y luego contaron a una profesional de la salud lo que pasaba, también intervinieron una tía y el padre biológico. Luego la madre hizo la denuncia.
El cuerpo de la joven mostró a la forense con claridad el mapa del castigo físico sufrido, la violación y las vejaciones a las que era sometida donde cada acceso era con total brutalidad, como la que uso el perpetrador cuando la amenazó y le recordó "sos mía".
El sujeto, considerado en su empleo como un buen trabajador, responsable, interactuaba socialmente y era de confianza de algunas personas. La obsesión por su hija sacó a relucir sus peores instintos convirtiéndose en el verdugo de la familia. El proceso recién empieza, pero se espera que la pena sea de entre ocho y 40 años de cárcel.