"Estamos ante un colapso inminente de la biodiversidad de los humedales", sentenció la bióloga Paola Peltzer en relación a las consecuencias de las quemas intencionales en las islas y humedales del delta paranaense. La especialista, doctora en Ciencias Naturales, profesora adjunta de la cátedra de Ecología de la Restauración de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral e investigadora independiente del Conicet, observó que “si la cría de ganado, la agricultura y la expansión inmobiliaria no se suprime de alguna forma y las leyes no respaldan en ese sentido, estamos ante un colapso cercano sobre todo en las zonas de Paraná Medio y el Delta”.
Estas actividades, que no poseen un seguimiento y ordenamiento adecuado por parte del Estado se constituyen en amenaza concreta y ahora evidente luego del estudio de los biólogos. “La cría de vacunos en las islas es normal. Pero la cantidad no lo es. Hay una capacidad de carga en los humedales que está superando a lo que era en los años '70. Eso hace haya un agotamiento fisiológico en el rebrote de algunas plantas”, destacó Peltzer.
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“Tanto en bilbiografía como en imágenes satelitales que analizamos hay un gran desplazamiento de la cría de ganado vacuno hacia la zona de islas por la expansión de espacios de tierra firme dedicados a la explotación de soja, trigo y maíz, entre otros”, graficó la profesional e indicó que asimismo “hay lugares dentro de los humedales en los que también se cultiva soja, trigo y arroz. Esos espacios están perdiendo así su función biológica en la prestación de los bienes y servicios que tanto conocemos porque lo están utilizando para otros fines”.
Otro fenómeno que atenta contra estos terrenos naturales son las urbanizaciones exclusivas y las “polderizaciones” en las que se ganan extensiones disecando humedales para desarrollos inmobiliarios. “Este fenómeno, asociado a los problemas que aporta la sobrecarga de la ganadería y la agricultura, pone en serio riesgo la conservación y la restauración de los humedales", indicó Peltzer.
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Sobre el impacto en la población, dijo que principalmente esta problemática genera impacto directo “por un lado todo lo relacionado a la gran cantidad de hollín y cenizas y las consecuencias sobre la salud y por el otro, la gran pérdida de diversidad. Esto nos llama a reflexionar sobre qué se le enseñará a nuestros hijos y nietos. ¿Le mostraremos un carpincho en fotos y manuales? No debería ser así, son especies exclusivas y particulares de los humedales que deberían preservarse y conservarse. Y, además, no deberían considerarse como un bicho o un yuyo, sino que hay que tomar dimensión de que son seres vivos los que se están quemando y están muriendo. Si continuamos en esa línea vamos a perder los servicios y bienes ambientales”.
“También hay que considerar que estamos perdiendo salud. No podemos hablar de salud si no valoramos la salud ecosistémica. Si eso ocurre también estaremos perdiendo salud ambiental y humana y las tres están ligadas totalmente”, analizó.
Un tema urgente
Sobre el estado de las conclusiones del trabajo y la valoración como herramienta de sustento y promoción de cambios en las decisiones oficiales la bióloga argumentó: “Somos científicos y nuestros resultados pueden ser divulgados una vez presentados a congresos o publicados. Este trabajo está siendo revisado por una revista especializada de editorial Springer pero sus tiempos y los que rigen a los científicos escapan a la realidad y la urgencia que este tema demanda nos lleva disparar las señales de alerta. Es por eso que dimos a conocer los resultados. Si bien fueron presentados en el II Encuentro Nacional de Restauración Ecológica de Argentina, queremos que se den a conocer porque el impacto que produjeron los incendios en las islas y en el delta fue realmente alarmante. Con esto los científicos debemos ser traductores para que la ciudadanía y las organizaciones que reclaman proteger el ambiente tengan herramientas científicas para que ese pedido de poner fin a las quemas y obtener una ley de humedales llegue a buen puerto”.
¿Más allá de los objetivos concretos del estudio, qué principios los movilizó para llevar adelante este trabajo tan vasto?
La sociedad debe ver qué es lo que realmente pasó y qué estamos perdiendo. Este es un punto muy importante porque somos científicos que, como cultores de los principios de ciencia digna, queremos que la sociedad se apropie de la ciencia para una gestión participativa. Esta es una tendencia a nivel mundial que implica que los ciudadanos se adueñen de los conocimientos que produce la ciencia para el pedido de leyes, normativas y limitaciones.
¿Hay alarma dentro del mundo de la ciencia cuando los legisladores no acompañan el pedido de la sociedad?
Por supuesto. Llevamos la naturaleza en la sangre y muy pocos nos entienden. Cada uno de nosotros dejamos nuestras líneas de trabajo para abocarnos a este tema en particular. Queremos que esto le llegue al que tiene que llegar y que se tomen las medidas que se tengan que tomar. De una vez por todas, la ley de humedales debe aprobarse para protegerlos, restaurarlos y conservarlos de manera eficiente.
¿Cómo se costeó el trabajo?
Nos autofinanciamos. Fue un esfuerzo enorme y se logró gracias a la colaboración de mucha gente que ayudó de distintas formas. Además de los biólogos participaron estudiantes, amigos y vecinos que hasta aportaron el combustible para las lanchas. Había un requisito de Prefectura que solamente permitía viajar a tres personas en una lancha y eso hizo que demandáramos más unidades para el traslado de una isla a otra. Por eso valoramos mucho el aporte de quienes nos prestaron todo el equipamiento e incluso nos acompañó a hacer los muestreos.
Desde el Amazonas hasta el Río de la Plata
En el mismo sentido su colega, Rafael Lajmanovich, -quien hizo su tesis doctoral justamente en los ecosistemas del río Paraná- señaló que “quienes somos conocedores del río hablamos con conocimiento de causa. Sabemos de su riqueza e importancia como corredor biológico y que es el único que está manteniendo la diversidad desde el Amazonas hasta el Río de la Plata”.
“Ese corredor es el único que no fue devastado por la soja tanto al este como al oeste. Si uno observa es lo poco que queda de selva paranaense. Entonces debemos preservarlo a capa y espada. A la pampa de alguna manera la perdimos, el chaco está en ese camino y perder, o no cuidar el río Paraná, sería entrar en colapso del ecosistema. Estaríamos ante un caso irreversible en cuestión de biodiversidad y de todo lo que viene aparejado detrás de ello".
No digo que otros ecosistemas no tengan su importancia, pero el del río Paraná es fundamental. Estas prácticas que atentan contra él convivieron durante muchísimos años con nosotros, pero ahora se sobrecargó el sistema de ganado vacuno. Esto acarreó, entre tantas otras consecuencias el humo sobre las ciudades y las que más lo sufrieron fueron Rosario y las que componen el Cordón Industrial santafesino, un fenómeno que no recuerdo haber vivido anteriormente.
¿Por qué se debe preservar?
Intentar vivir alejados de lo que ocurre en la naturaleza es ver la cuestión a una escala muy pequeña. Es cuestión de tiempo para que los padecimientos de la naturaleza pasen al ser humano. Más allá de que creo que la naturaleza tiene su propio derecho totalmente independiente del nuestro, así sea por una cuestión de autopreservación de nuestra propia especie tendríamos que ser más conscientes de que necesitamos cuidar la naturaleza para continuar viviendo como en la actualidad.
¿Esa fue parte del punto de partida de su proyecto?
Nos movió fundamentalmente la curiosidad de saber qué estaba pasando y no podíamos quedarnos mirando por TV o discutir por Zoom un fenómeno tan grande como catastrófico en los sistemas que nosotros conocemos. Cuando observamos lo que ocurría nos ganó el pavor y preguntarnos qué hacemos. De modo que nos pusimos en marcha porque lo único que sabemos hacer es observar, registrar, clasificar y estudiar. A su vez, percibimos que nadie hacía nada y eso nos generó cierta impotencia. El avance de la pandemia de Covid-19 era importante, pero veíamos que el fuego estaba ante nuestras narices y nadie se ocupaba.
¿Los resultados que obtuvieron encendieron algún alerta?
En principio intentamos hacer contactos con gente a la que le podía interesar, relacionada con organismos oficiales en materia ambiental, pero no tuvimos demasiado éxito. De modo que decidimos concentrarnos en nuestro trabajo para alcanzar los mejores resultados. Eso es lo que sabemos hacer, no somos políticos ni gestores, somos personas de ciencia.
¿Sería importante la aprobación de la ley de humedales?
Si, Si bien creo que no es la solución, sería importante. Lo digo porque esto es como todo. Puede haber una ley, pero si no se cumple estaríamos en lo mismo. Probablemente sea un mensaje muy fuerte a la sociedad de que a los humedales los tenemos que preservar. Sin dudas vendría a reforzar a la gran ley anti represas -fue sancionada en septiembre de 1997 y declara libre de presas a los ríos Paraná, Uruguay y Gualeguay- que permitió que hoy no tengamos un Paraná más desastroso que el actual.