“Para las autoridades de las ciudades chicas el rubro de los eventos prácticamente no existe”, disparó Daniela Morero, una organizadora de eventos cuya empresa atiende una vasta zona del centro oeste provincial comprendido entre las rutas nacionales 9 y 19. Su malestar obedece a que las autoridades provinciales dejaron librado a criterio de cada gobierno local la habilitación de ciertos rubros en la medida que lo permitan los índices de casos de Covid-19 registrados, pero el que comprende a las celebraciones “está totalmente olvidado por las autoridades y los reclamos no encuentra devolución o propuesta alguna para subsistir”.
“El problema es que lo que se logró autorizar hasta ahora fue de la mano del sector gastronómico, un segmento que tampoco tiene mucho peso en ciudades y pueblos chicos. Entonces quedamos desprotegidos ante circunstancias de desigualdad y que nos perjudican a tal punto que amenaza seriamente nuestra fuente de trabajo”, se indignó la mujer que posee más de 20 años de experiencia en la organización de fiestas de todo tipo.
Como ejemplo, citó lo ocurrido en Rafaela, donde hace pocos días los gastronómicos logaron que la inquietud de autorizar fiestas bajo protocolos se trate en el concejo y finalmente arribaron a buenos resultados. “Entonces surge la necesidad de que las autoridades provinciales se expidan sobre el tema y regulen de algún modo la actividad porque, de lo contrario, cada uno hace lo que le parece y se toman conductas que no pueden ser del todo buenas para la población y mucho menos para nuestra fuente de trabajo”, explicó Morero.
La última fiesta que organizó fue el 14 de marzo y desde entonces tuvo que reinventar su modo de trabajar. “Los dos primeros meses los pensamos de una manera y luego empezamos con los eventos virtuales. Pero no da para más. Se viven situaciones totalmente injustas porque se da el caso en que uno está repartiendo con inmenso esfuerzo un desayuno virtual para quinceañeras y esa misma noche hay una fiesta clandestina a la que concurre más de un centenar de jóvenes”, se quejó.
Además, señaló que “si no hay una línea de conducta que se baje y se haga respetar estamos condenados. Es evidente que los protocolos para fiestas que algunos municipios aprobaron se diseñaron sin consultar a quienes saben del tema y eso también tiene consecuencias negativas para nuestro sector”.
Por estos días, la empresaria se encuentra abocada a organizar graduaciones de un modo totalmente atípico bajo un protocolo que aprobó la ciudad de San Jorge. “Se realizará un set fotográfico para tomas individuales y luego se hará un brindis para el que se dispondrán vasos rotulados, separación interpersonal, barbijos, alcohol en gel, entre otras medidas de seguridad. Tras esa modalidad nos acomodamos junto a otros prestadores de servicios con un protocolo de diseño propio, que sabemos que no lo van a objetar, simplemente porque nos mueve la necesidad de trabajar y la responsabilidad como ciudadanos”, remarcó y abundó: “lo ideal sería que ese protocolo fuera redactado por las autoridades provinciales, con intervención de responsables sanitarios y todos los actores que participamos en la organización de eventos”.
Entre otros, los rubros que la empresaria nombró, su compañía genera trabajo para sonidistas, dueños de locales, fotógrafos, peluqueros, costureros, maquilladoras, barmans y servicios de alquiler de vajillas y mobiliarios.
Los sonidos del silencio
“Preocupados por nuestra subsistencia, ahora estamos pensando además en todos los estudiantes que terminan la escuela secundaria. Culminan un año que pasó totalmente desapercibido, no pudieron compartir los buenos momentos característicos del final de esa etapa junto a sus pares y nada hace más ruido que ese silencio. Los observamos solos y los sentimos desamparados y angustiados. Por eso queremos ver cómo les brindamos la posibilidad de que tengan una despedida, con protocolos, pero que les permita cerrar el ciclo”, concluyó la empresaria.