José Octavio Gómez tenía 48 años y vivía junto con su familia en la zona noroeste de Timbúes, a pocas cuadras de la ruta 11. La noche del sábado, vísperas del Día del Padre, fue ultimado por su hijo, o al menos en el marco de una pelea entre ambos. Octavio María, de 24 años, permanece desde el lunes en prisión preventiva por tiempo indefinido hasta que se le dicte condena en juicio.
El joven dice que se defendió, aunque las circunstancias de esta muerte serán objeto de investigación. La víctima tenía una herida mortal en el pecho, y ambos, las manos ensangrentadas. En el lugar había un cuchillo.
Ocurrió pasadas las 21.30 del sábado, en la vivienda que la familia compartía en Lucio Mansilla al 1100, en un barrio donde los habitantes se despacharon bien entrada la noche de que algo había pasado por la presencia de la ambulancia y el móvil policial. Recién al día siguiente comenzarían a enterarse por los medios locales de la muerte de Gómez y de las circunstancias que, al menos en apariencia, la rodearon. Tras una audiencia que duró más de dos horas en el subsuelo de tribunales santafesinos, el juez de la Investigación Penal Preparatoria (IPP), Jorge Patrizi, dispuso que un hombre de 38 años de edad, investigado por un caso de grooming, quede alojado en un establecimiento del servicio penitenciario de la provincia de manera preventiva.
Hasta donde se sabe, padre e hijo habrían mantenido una fuerte discusión al mediodía, aparentemente porque el muchacho no había acomodado unas herramientas. El hombre echó al hijo de la casa y el episodio derivó en denuncias mutuas. El joven volvió al domicilio por la noche a buscar sus pertenencias y ahí la pelea pasó a mayores.
De acuerdo a lo que declaró luego el presunto victimario, fue el padre quien lo amenazó con un cuchillo y él se defendió "a trompadas".
Lo cierto es que el cuerpo sin vida de José Octavio Gómez fue hallado en la puerta de la casa con una herida cortante en el pecho, compatible con el uso de un arma blanca con una hoja muy filosa que se encontró en el lugar.
En principio, la causa de la muerte fue por hemorragia masiva de tórax, aunque el fiscal Leandro Lucente, que investiga la causa, fue claro: "Los detalles del recorrido del arma y otros elementos que nos permitirán dilucidar la mecánica del hecho recién estarán con los resultados de la autopsia definitiva, que puede tardar 60 días".
Octavio María fue imputado este lunes en los Tribunales de San Lorenzo por homicidio agravado por el vínculo. Tal como lo publicó La Capital en su edición de ayer, se le dictó prisión preventiva por tiempo indeterminado. En medio de llantos, el joven aseguró no saber cómo murió el padre, y dijo que él se había defendido a puños de las agresiones.
"El fiscal Lucente ahora tiene la ardua tarea de reconstruir un hecho del que no hay testigos y del que tiene una sola versión"
En el barrio
Lucio Mansilla es una calle de tierra con cuneta de Timbúes. Ahí se levanta la casa de los Gómez, protegida por rejas. En una propiedad lindera, levantada con ladrillos huecos que quedan a la vista, Miguel Angel, de 71 años, descansa sentado a la hora de la siesta. Cuenta que no supo nada de la tragedia de los vecinos hasta bien entrada la noche, cuando su yerno le avisó que algo le había pasado al "correntino", como llamaban a Gómez por su procedencia.
"Siempre venía y se sentaba aquí conmigo, trabajaba en la construcción, pero cada dos por tres perdía los trabajos", cuenta Miguel Angel. "Eso sí, yo nunca entré a la casa de ellos", aclara. No hace mucha referencia a la relación entre el padre y el hijo, aunque deja entrever que "alguna pelea por ahí había. El problema, me parece, era el vino", desliza, en referencia a un presunto hábito de la víctima.
Cuenta además que José Octavio "era un hombre corpulento, grandote; el hijo no, no sé cómo lo pudo haber matado. Dicen un montón de cosas, pero no lo sé", confiesa.
En la esquina, Fabio estaciona el auto y baja con su familia. Vienen de hacer mandados. "Llegué el sábado a la noche y vi la ambulancia y el móvil de la policía. El hombre vivía con la esposa, la hija y el hijo, pero realmente no sabemos nada de lo que pasó, solamente lo que pudimos leer al día siguiente", aclara.
En el barrio no hay más gente a la vista. Es martes, hora de la siesta, y la calle está totalmente desierta. A lo lejos, unos chicos pasean a un caballo.
El fiscal Lucente que investiga la causa tiene ahora la tarea ardua de reconstruir un hecho del que no hay testigos y del que tiene una sola versión: la del que quedó vivo. La otra ya no está.