La "noche del beso", una controvertida propuesta lanzada por un local de Villa Gobernador Gálvez que terminó clausurado por no contar con habilitación, fue todo un disparador para el debate. La mercantilización del beso, la puesta en juego del cuerpo como mercancía, los actos como parte de un negocio, el rol de los adultos y de la sociedad en la configuración de la personalidad y el desarrollo de los chicos, y los valores adquiridos en la decisiva etapa de la adolescencia fueron puestos sobre la mesa como objeto de reflexión.
Este jueves, LaCapital tomó conocimiento de una particular fiesta lanzada por un centro de entretenimientos que organizaba matinés para chicos menores de 16 años. La "noche del beso" era una convocatoria en la que los varones, por una entrada de 40 pesos, obtenían un billete por el valor de "un beso". Los chicos eran invitados a cambiar esa moneda ficticia por el favor de las nenas, quienes juntando cuatro billetes tenían acceso a una coca o un pancho (combo: cuatro besos).
La movida era este viernes, entre, desde las 20. Enterada de la convocatoria a través de Facebook, la Municipalidad actuó de oficio, constató que el local no tenía habilitación y que la actividad específica (matiné) no había sido informada. Motivo suficiente para clausurar el local por no respetar las reglas. Una forma de parar la movida por vía administrativa, aunque sin entrar en el debate de fondo. La "noche del beso" fue la fiesta que no fue.
El caso tuvo repercusión nacional. Los teléfonos del municipio estuvieron al rojo vivo ante los llamados de distintos medios, sobre todo nacionales. Quizás, los que organizaron la fiesta no tenían ni idea de que podían llegar a levantar semejante polvareda, y hasta lo hayan pensado como una simple estrategia de marketing sin demasiadas consecuencias. Pero las tuvo.
La Capital consultó a tres especialistas para que pudieran ofrecer sus miradas sobre la convocatoria como fenómeno en sí, y sus lecturas sobre el valor simbólico de la propuesta. Sus consideraciones están volcadas en sendas notas que complementan este informe.
Aldo Minniti es psiquiatra y trabaja en la salud pública de Villa Gobernador Gálvez desde 1988. Entre año y 2008 formó parte del Disam (Departamento Interdisciplinario de Salud Mental) de la misma Villa Gobernador Gálvez, conformado por un grupo de profesionales que trabajaba bajo la premisa de la inclusión en la comunidad y la de salir a dar cuenta de las necesidades de la gente. Entre otras intervenciones, el Disam debió afrontar la crisis de suicidios adolescentes que golpeó a la ciudad en los años 90 y que, según él mismo explica, "aunque acallada, no terminó".
Minniti considera que este tipo de ámbitos sirve para investigar y comprender las características de los nuevos fenómenos sociales que definen modalidades de relaciones interpersonales específicas, para poder junto con la población promover vínculos que tiendan al crecimiento de la comunidad alejando el padecimiento psíquico.
En su texto, el profesional ofrece una explicación sobre la maduración del cerebro y sus distintas etapas, advierte sobre la determinación social en la constitución cerebral, y la influencia del contexto sobre los valores. Y allí se pregunta, justamente, sobre qué valores les están dejando los adultos a los adolescentes (ver página 32).
Alejandra Mazzitelli, psicoanalista y especialista en educación, deja claro que en la propuesta del local, el beso en cuestión, "más allá o más acá de su duración, calidad o cualidad, se presenta como moneda de cambio, como fin para otra cosa, como el precio que se paga a cambio de una mercancía. Y advierte: "Cuando la sexualidad se encauza por la vía del objeto y del goce, ahí entonces siempre se trata de otra cosa".
Por su parte, Ana Bloj, psicoanalista de niños y adolescentes y profesora titular en la UNR en la Cátedra Intervención en Niñez y Adolescencia, va más allá al calificar la propuesta de "perversa", por cuanto "promocionaba o intentaba imponer en nombre de un entretenimiento, alegría e inocencia una práctica en la que los sujetos quedan transformados en objetos". Y arriesga que la convocatoria era "una puesta en juego de modalidades de intercambio que reproducen las prácticas de la prostitución" (ver página 33).
La "noche del beso" no fue un juego de chicos, como podrían serlo la "botella" o el "verdad-consecuencia". Era una propuesta de adultos que buscaban un fin comercial bajo una modalidad que da mucha tela para cortar. Cuanto menos, se equivocaron. Pero este pequeño escándalo vernáculo ha dado pie para poder repensar el rol de los adultos y la influencia sobre la configuración de la personalidad, nada menos que en los chicos.