“La verdad, no me siento un conejillo de indias”. Ezequiel Boetti tiene 33 años y es uno de los 4.500 voluntarios que desde este lunes y a lo largo de los próximos dos años serán parte de las pruebas de la vacuna contra el coronavirus que están desarrollando conjuntamente las compañías farmacéuticas Pfizer y BioNTech en el país, y que comenzaron este lunes. “Desde el principio pensé en buscar la forma de colaborar y dar una mano en todo esto que está pasando, y estas pruebas fueron una oportunidad”, contó el periodista, vecino de Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), que sí admitió tener “algo de ansiedad y de incertidumbre” en las horas previas a la primera consulta y aplicación que se le realizará este viernes.
El anuncio de que Argentina sería uno de los centros para llevar adelante las pruebas de la vacuna contra el Covid-19 que estaban desarrollando los laboratorios Pfizer y BioNTech se conoció los primeros días de julio, a través de un comunicado de las compañías; a lo que le siguió un encuentro de las autoridades con el presidente Alberto Fernández en la Quinta de Olivos.
Ya con la aprobación y regulación de la Anmat, y superada la etapa técnicamente llamada “Fase 1/2” con resultados positivos, este lunes se dio el paso a la “Fase 2b/3”, que incluirá a 4.500 personas que se inscribieron como voluntarios, y que entre los requisitos se encontraba ser habitante de Caba, o 60 kilómetros a la redonda.
Poner el cuerpo. En esa voluntad de “colaborar” que Ezequiel tenía desde el inicio de la pandemia, la posibilidad de ser voluntario para probar la vacuna le resultó una “buena oportunidad” y apenas lo supo llenó el formulario de inscripción que había comenzado a cirucular, y poco más tarde le confirmaron que había sido seleccionado.
Con 33 años, viviendo solo y con una rutina “por demás de alterada desde el inicio de la pandemia”, el periodista aseguró a La Capital: “Sé que voy a poner el cuerpo. También sé que fue una decisión que tomé solo y por íntegra voluntad mía, y asumí el riesgo; y también sé que el hecho de vivir solo y saber que cualquier cosa que pase, no va a afectar a terceros, ayuda”.
Admitió que sus padres hubieran preferido que no lo hiciera. “Pero lo terminaron entendiendo y aceptando”, contó desde su casa, y señaló que desde el inicio del aislamiento los vio poco. “Las veces que voy, me quedo en balcón y charlamos de balcón a departamento, sé que esa es la forma de cuidarlos”, agregó.
El cartel de los dos grandes laboratorios, y los nombres de los investigadores que están detrás de la vacuna, le generan “confianza”. Y por eso dijo sin dudar que para nada se siente un conejillo de indias ni que está expuesto a severos riesgos.
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“Sé que se vienen cumpliendo todas las etapas de investigación, y que si tuvo efectos secundarios en las fases anteriores, fueron leves y no diferentes a los de cualquier vacuna: algo de fiebre y dolor de cabeza”, agregó.
La primera dosis. Así y todo, admitió la ansiedad que le provoca la primera entrevista y aplicación, que se llevarán adelante el viernes. Algo de eso canalizó a través del grupo de WhattsApp que en los últimos días conformó con algunos otros voluntarios que también participarán de la experiencia.
Lo cierto es que esta primera consulta y aplicación será la más larga, y llevará por lo menos cuatro horas, ya que incluye pruebas para saber si es portador asintomático del virus o está transitando la enfermedad, y una serie de controles, explicaciones detalladas y firma de documentación incluidos en los protocolos de las pruebas.
Allí mismo se le colocará la dosis de la vacuna, aunque existe un 50 por ciento de posibilidades de que reciba un placebo, ya que las pruebas en esta fase, consisten justamente en aplicar a la mitad de los voluntarios la vacuna y a la otra mitad el placebo.
“Nadie sabe, ni yo ni el médico cuál de los dos me aplican”, señaló, e incluso, explicó: “Llegué a leer que ni siquiera en el país saben quiénes reciben las vacunas”.
En las próximas tres semanas recibirá una segunda dosis, ya que estas pruebas, como en el resto de las que se están desarrollando en el mundo, están pensadas en dos dosis. “Lo que nos explicaron es que después lo que se evalúa es la permanencia de los anticuerpos en el organismo, que es lo que determina la periodicidad de la vacuna, si es anual o cada cuánto debe colocarse”, detalló.
Seguro de dar el paso, Ezequiel dijo estar “ansioso, pero preparado”. El proceso que incluirá registros diarios de síntomas y su evolución, controles telefónicos y un seguimiento por los próximos dos años. “El resto, es seguir con la vida normal”, dijo, y agregó inmediatamente: “Aunque, ¿cuál sería la normalidad, no?”.