El Covid-19 cambió definitivamente hasta aspectos mínimos de la vida cotidiana. Y, mientras esto sucedía, el virus cambiaba también. Algunas de esas transformaciones no tienen mayores consecuencias, otras implican mutaciones biológicas que lo hacen más contagioso o más agresivo y son las que preocupan a la comunidad científica. Desde hace seis meses, un grupo de investigadores locales empezó a poner a punto una plataforma de vigilancia genómica que permite detectar las diferentes variantes del Covid-19 que circulan en la provincia. Y ya lograron secuenciar más de cien muestras de personas infectadas, con las que trazan una suerte de árbol genealógico del virus en el territorio santafesino.
Adriana Giri es investigadora del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), dependiente del Conicet y de la Universidad Nacional de Rosario. Su especialidad son las enfermedades causadas por virus y está al frente del proyecto sobre “Secuenciación múltiple de SARS-CoV-2 en muestras clínicas”, que desarrollan cuatro institutos de la ciudad.
Secuenciar un virus es casi como otorgarle un documento de identidad. “El Covid-19, como cualquier organismo, tiene un genoma. Se trata de una secuencia de cuatro bases que determina la información que lleva el virus. Las secuencias tienen un orden establecido, pero en los virus esas bases cambian en posiciones aleatorias porque forman parte de su ciclo vital”, explica Giri. Estudiar esos cambios permite definir cómo va evolucionando el virus a lo largo de las infecciones que va produciendo.
El objetivo del trabajo, señala, es poder seguir la trazabilidad del virus: desde dónde viene hacia dónde va y qué pasa en el tiempo en que esos cambios se producen. “Queremos conocer las secuencias de cepas que circulan en la provincia de Santa Fe, para estar alertas a los cambios que se puedan producir y las consecuencias que pueden tener esos cambios”, apunta.
El primero de los inconvenientes de la investigación fue la falta de equipamiento que permitiera hacer la secuenciación del virus sin necesidad de una inversión millonaria. “Tuvimos que poner en marcha una estrategia de bajo costo para hacer la secuenciación utilizando aparatos más económicos que las plataformas genómicas, que son equipos muy caros. Tomamos un equipo (MinION de Oxford Nanopore Technologies) y lo que hicimos fue aumentar el número de secuencias que pueden hacerse en una misma reacción. El equipo sólo nos permitía secuenciar 12 muestras clínicas, pero pudimos ampliar la capacidad de procesamiento a 96 muestras”, recuerda.
Sorteado ese charco, se puso en marcha el proyecto de vigilancia genómica del virus en la provincia.
Cuatro cepas complicadas
La variación es un proceso natural de la evolución de los virus y cuando estas transformaciones se presentan en regiones geográficas determinadas es posible evaluar el impacto de esos cambios genéticos sobre la propagación viral, la capacidad de causar una infección más severa o la respuesta a las vacunas.
Desde los últimos meses del año pasado, cuatro variantes virales del Covid despertaron la atención de la comunidad científica y de los gobiernos: las detectadas en Reino Unido, Sudáfrica y las cepas brasileñas de Manaos y Río de Janeiro.
La semana pasada se informó que la variante británica del coronavirus se había detectado en la ciudad y la provincia de Buenos Aires, en muestras clínicas de personas sin antecedentes de viaje ni de contacto directo con un caso importado. También se halló la variante de Río de Janeiro en el Area Metropolitana de Buenos Aires.
En Santa Fe ya se secuenciaron 30 muestras positivas de pacientes que se enfermaron en julio y agosto del año pasado y otras 85 muestras de los meses de septiembre y octubre. Ninguna de esas secuencias coincidió con las cuatro variedades del virus tan temidas. “Son cepas que presentan cambios importantes de proteínas, por ejemplo, de las que participan en la unión al receptor celular humano, lo que hace que estas cepas nuevas tengan mayor habilitad de infectar a más gente y siempre hay un riesgo latente de que puedan bajar la eficacia de las vacunas”, explica Giri y advierte que “no sirve que una parte del mundo se vacune para eliminar la infección, porque el virus va a seguir circulando y va a seguir acumulando mutaciones”. En definitiva, “nadie se salva solo”.
Tras los pasos del virus
Seguir los pasos del virus es una tarea que involucra una suma de muchos profesionales y varios laboratorios. Las muestras de sangre de los pacientes con coronavirus llegan desde el Hospital Centenario, del Eva Perón o del Hospital Español, siempre acompañadas de la ficha epidemiológica de cada paciente y su historia clínica. Después se procesan en el Laboratorio Mixto de Biotecnología Acuática del acuario provincial del parque Alem.
Los resultados de las secuencias virales se alojan en una base de datos local, pero también se ingresan en una base nacional del Proyecto País (Proyecto Argentino Interinstitucional de genómica de SARS-CoV2), impulsado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación.
El proyecto reúne a docentes-investigadores de cuatro institutos de doble dependencia de la UNR. Por la Facultad de Bioquímica e IBR-Conicet participan Giri, Elisa Bollatti, Pablo Casal, Agustina Cerri, Diego Chouhy, María Florencia Re y Gastón Viarengo; por el Laboratorio Mixto de Biotecnología Acuática (UNR/Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de Santa Fe), Silvia Arranz, Vanina Villanova y Victoria Posner; por la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura y Cifasis-Conicet, Elizabeth Tapia, Pilar Bulacio, Joaquín Ezpeleta, Ignacio García Labari, Flavio Spetale, Javier Murillo, Laura Angelon y Sofía Lavista Llanos; y por la Facultad de Ciencias Médicas e Idicer-Conicet, Silvana Spinelli.