El pedido de los empresarios gastronómicos de sostener la ordenanza que les permite instalar en forma permanente “islas” en las calles, algo que se había impuesto de manera transitoria durante la pandemia de Covid, ya activó la polémica. La idea de los propietarios de resto bares es ampliar un 15% la capacidad operativa o de atención al público, y eso no cayó bien al menos en vecinos de Pichincha.
Willy Kramp, representante de un grupo de habitantes de Pichincha, resumió el malestar que se vive en ese sector de la ciudad. Dijo que el sector gastronómico pretende apropiarse de calles y veredas “para mantener sus negocios particulares”.
“Los vecinos de Pichincha decimos siempre lo mismo: no pueden adueñarse de esa forma del espacio públicos. Con el mismo derecho lo pueden hacer un mecánico, un verdulero, un pescador. Hay ordenanzas que hay que cumplir. Si el espacio es público y es de todos, lo es principalmente de los vecinos que viven allí.
En declaraciones al programa “El primero de la mañana” de LT8 , Kramp sostuvo además: “Los bares no pueden adueñarse de todo el espacio que se les antoje. Ocuparon veredas, calzadas, con todos los inconvenientes que trae. La instalación de esas islas durante la pendemia nos perjudicó. Fue una ordenanza inconsulta que firmó el intendente Pablo Javkin durante la pandemia”.
Y agregó: “La ordenanza estuvo mal pensada, porque en la pandemia debía resguardarse la salud de la población. Y para que la gente que no estuviera encerrada, pusieron mesas en las veredas. Y fue peor, porque la cantidad de gente que se juntó era tres veces más de las que iban antes. Estaban todos reunidos al aire libre, era un hormiguero. Eso fue en forma provisoria. Y la pandemia no está más ”.
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“Esto molesta a los vecinos que tienen frente a las ventanas de sus casas dos o tres mesas. Además, a veces ponen mesas en las entradas de tu vehículo. No podés entrar al garaje porque hay gente comiendo ahí. Eso lleva a una serie de desórdenes por artistas callejeros, narcomenudeo, gente a los gritos festejando cumpleaños. Los vecinos necesitan descansar. Una caso es que lleguen dos mil personas a que vengan diez mil. Eso lleva al consumo de drogas, a los trapitos, hay movimiento de boliches terrible”, subrayó.
Asimismo, remarcó que la materia pendiente de parte de la Municipalidad son los controles. “Dejan mucho que desear. Les cambiaron el nombre y los uniformes, pero van de mal en peor. Trabajan hasta las 11 o la medianoche. Están en puestos fijos y dicen que no pueden intervenir en otro lugar. A las 3.30 se pone un artista callejero con un amplificador y no lo pueden sacar porque no pueden abandonar el puesto fijo”.
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Foto: Silvina Salinas / La Capital
“La calidad de vida de los vecinos ya había empeorado desde antes de las islas, con la cantidad de cervecería que hay una cuadra, por ejemplo. Ese aglomeración de negocios molesta también de día por la cantidad de camiones que traen bebidas, hielo, verdura, carme. Así los vecinos no pueden descansar. Es todo un desmadre. Tenemos una decena que han mal vendido sus casas para irse a otros barrios”, añadió.