Los adolescentes que cursan el quinto año en el colegio no conocen el mar. Por eso, todos los años, como viaje de fin de curso parten hacia Mar del Plata, junto a los alumnos del secundario Marcelino Champagnat, que los hermanos Maristas sostienen en el barrio La Boca del distrito Oeste.
Mil rejas
El edificio del colegio San Juan Diego es una gran mole de cemento y vidrio que ocupa casi media manzana en Juan José Paso 1930. Los accesos, completamente cubiertos por rejas, se abren a un hall con tres portones: por el de la derecha se accede a la escuela primaria, por el de la izquierda a la secundaria. En el medio está el comedor donde los chicos asisten de enero a diciembre, puntualmente todos los días.
La mayoría de las puertas que dan a las aulas o salones donde de reúnen los docentes están rotas a la altura de las cerraduras. Son las marcas que van quedando tras los reiterados robos que sufrió el colegio. El director de la escuela, Lucas Policardo, lo menciona después de cerrar su despacho. Allí también las aberturas están rotas.
Policardo destaca que el colegio es una institución "muy querida" en el barrio. Aún así, eso no alcanza para evitar los ataques que, dice, son obra de los mismos pibes del barrio. "Son robos comunes, no tienen ningún mensaje. Son los chicos que buscan plata para comprar drogas, saben que acá no hay plata pero se llevan lo que hay", afirma el sacerdote.
Y da una señal de alerta sobre un fenómeno que complejo: el crecimiento de episodios de violencia precaria que golpean a las instituciones el Estado. Paradójicamente, las mismas que construyen ciudadanía en los territorios más vulnerables.
Sólo el amor
La San Juan Diego es una escuela de gestión privada, que pertenece a la Iglesia Católica. El edificio donde funciona fue construido por el municipio, a través del Servicio Público de la Vivienda, con financiamiento del gobierno nacional, en el marco del Proyecto Travesía (ex Sueños Compartidos, desarrollado por las Madres de Plaza de Mayo). Las familias de los alumnos que asisten a la escuela no pagan cuotas ni matrícula, la provincia afronta los sueldos docentes y la iglesia el mantenimiento del edificio.
"El amor de muchos nos sostiene", dice una bandera colocada cerca del ingreso al salón de quinto año, precisamente el robado el sábado pasado. Policardo advierte que no hay que perder las esperanzas. "Este es un lugar de contención para los chicos del barrio. No podemos desesperanzarnos", explica.
Por eso afirma, los chicos no se quedarán sin su viaje de estudios. "Alguna cosa se nos va a ocurrir. Algo vamos a hacer para poder viajar", afirma.
A la escuela asisten unos 500 chicos y, además, ensayan allí los integrantes de la escuela orquesta San Juan Diego. En dos semanas, el 22 de noviembre a las 18, habrá un concierto en el patio del colegio. Por esa fecha esperan también inaugurar el frente donde se está pintando la bandera wiphala. Todo el barrio está invitado.