Hubo, claro está, disparos en la noche, como los que disparó el tuitero antimacrista que reclamó con una placa con enormes letras rojas, bien al estilo Crónica, "un GPS para Roy (López Molina)", porque las obras que destacó, como realizadas con el apoyo del gobierno nacional, son de Granadero Baigorria y no de Rosario, y concluyó: "No conoce la ciudad". Una chicana, sí, pero conociendo la perfidia ronda en Twitter sonó inocente.
El hashtag #RosarioDebate, que reunió a los mensajes relacionados con el enfrentamiento de los postulantes a concejales, fue tendencia a nivel nacional, lo que puede obedecer a dos motivos, uno, que el planeta tuitero se entusiasmó con lo que transmitía en cadena la televisión rosarina, es decir, los candidatos y sus idas y vueltas, o, dos, que sin nada mejor que ver o hacer buscó entretenimiento en la confrontación política de cabotaje.
Pero no hubo gran pasión en las usualmente filosas, crueles, intolerantes plumas de los trolls, vocacionales o pagos, actúan del mismo modo, que en la noche del domingo dejaron su marca en las redes sociales. El espíritu, salvo alguna deshonrosa excepción, lo sintetizó la intendenta
Mónica Fein, carácter más, carácter menos, en
Twitter: "Felicitaciones a todos/as los/as candidatos/as, #RosarioDebate es un ejemplo de Democracia!".
Hubo quienes no pudieron contener la bronca, como la candidata socialista Verónica Irizar, que se dejó llevar por su mal genio y lanzó dardos envenenados a López Molina. "Roy sigue con lo de la Plaza San Martín, que alguien le avise que era del debate anterior, ya pasaron dos años", escribió enojada. Y el diputado provincial macrista Federico Angelini, que "no hubo ni una propuesta de Pablo Javkin ni de Roberto Sukerman, solo agredieron".
Poco y nada, conociendo la virulencia con la que ataca la legión silenciosa de Twitter cuando un tema le eriza la piel. Mostraron los dientes, pero no hubo dentelladas, y eso que la mordida es la identidad y el peor de los males de la red social de los 140, ahora 280, caracteres. Una bondad digna de un capítulo de "Chiquititas", más que de un aguerrido debate preelctoral, los candidatos se juegan a suerte y verdad su futuro político.
Leer más: Un debate sin debate Tanta bonhomía, un gesto para celebrar, puso en duda si el fin último de la puesta televisiva de la política resultó efectiva. Si hubo ganadores o perdedores, revelaciones o fracasos, candidatos que lograron torcer la voluntad de los votantes, no quedó claro. Al menos no en las redes sociales, donde cada partido festejó el triunfo de su delfín como suyo, aunque la verdad es que es difícil decir el esfuerzo valió la pena. Eso se verá recién en las urnas.
Lo reveló la encuesta que lanzó
La Capital en Twitter, en la que preguntó si el debate le había cambiado el voto a concejal en Rosario. El 49 por ciento respondió que no, el 16 por ciento que sí (qué bueno sería saber a quién favorece esta decisión) y el resto, el 35 por ciento, no vio el debate. ¿Indiferentes? ¿Seguros de su decisión que nada ni nadie podrá cambiar, ni siquiera la televisión? ¿Indecisos que no quieren decidirse? Vaya uno a saber.
Lo cierto es que la marea de tuits que erigió a #RosarioDebate como trend topic en Argentina no fue un tsunami, algo que al artista alemán Shahak Shapira hubiera dejado sin obra. Es que si Twitter fuera siempre como anoche, no hubieran tenido sentido los graffitis con los que pintarrajeó las paredes de las oficinas de Twitter en Hamburgo, con los peores mensajes de odio de la red, en un esfuerzo de evidenciar la maldad del planeta digital.
Pero lo tienen.