Con su fachada de ladrillos rojos, la parroquia Santísimo Sacramento es uno de los edificios emblemáticos de barrio Cura. También fue el lugar donde la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario presentó anoche su primer concierto de este año. Los fragmentos de Johannes Brahms, Miguel de Falla y Astor Piazzolla sonaron a partir de las 20.30, con entrada gratuita, en el templo de Oroño al 3400, más conocido entre los vecinos como la parroquia del padre Cantilo. Para los músicos fue la oportunidad para reencontrarse y tocar todos juntos en público, después de dos años de pandemia.
No es la primera vez que la Sinfónica de Rosario cruza las seguras y cálidas puertas del teatro para acercar su música a otros públicos. En los últimos siete años, los músicos emprendieron la tarea de aproximar el disfrute de las obras clásicas en contextos diferentes. Con ese objetivo empezaron a programar conciertos gratuitos, actuaciones didácticas y a visitar escenarios poco habituales.
La primera de las funciones de esta temporada siguió este camino. “La orquesta tiene una larga tradición de preconciertos en este tipo de escenarios. La iglesia del Padre Cantilo es un lugar donde hemos ido con mucha alegría y ahora volvemos a concretar esta tradición feliz. Es un concierto dedicado a un público más local, cercano a la iglesia, donde llevamos una parte del menú que presentaremos esta temporada”, señaló David del Pino Klinge, director artístico de la orquesta.
Quienes se acercaron al templo de barrio Cura disfrutaron de obras como el 1º y 4º movimientos de la Sinfonía Nº 2 de Brahms, dos danzas de El Sombrero de Tres Picos, de Manuel de Falla, y la Milonga del Angel, de Astor Piazzola. Una muestra de los conciertos programados para este año que comenzarán el próximo miércoles en el Teatro El Círculo e incluyen la actuación de solistas como los pianistas Antonio Formaro o Alexander Panizza.
El camino a desandar
La distancia entre el teatro de Laprida y Mendoza y la parroquia de Oroño al 3400 no es solo geográfica. El director artístico de la sinfónica explicó: “Los músicos somos conscientes de que tenemos que descentralizar nuestras actuaciones, porque el público de los grandes teatros, aunque siempre llene el teatro y sea generoso, es un porcentaje mínimo de la población”.
Preparar el concierto no fue tarea fácil. No solamente hubo que mudar una centena de instrumentos, algunos de proporciones considerables, sino ubicar en el templo las sillas para los músicos, los atriles, garantizar una correcta iluminación y, sumado a todo, asegurar el cumplimiento de las medidas sanitarias. “Todo este trabajo extra es parte de nuestra tradición y lo hacemos con mucha alegría”, destacó el músico.
A fines de septiembre del año pasado, la orquesta brindó algunos conciertos, pero solo con una parte de sus miembros se subieron al escenario. Anoche fue la primera vez en que volvieron a tocar todos juntos. “Fue un concierto que vivimos con mucha emoción. Los músicos de la orquesta nos reencontramos entre nosotros y también con nuestro público”, señaló Del Pino Klinge.