“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, decía el genial escritor ruso León Tolstoi. Y, sin saberlo, lo mismo hizo Emma Fianchini Houriet, una niña de 7 años, alumna de segundo grado de la escuela Gurruchaga, que participó en un concurso realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) escribiendo un cuento sobre los incendios en las islas del Paraná. La historia pone en palabras infantiles el problema de las quemas intencionales en los humedales y fue elegida por el organismo nacional como una de las cinco mejores de todo el país. Para la mamá de Emma, Georgina Houriet, la experiencia está íntimamente relacionada con la pandemia de coronavirus. "Entre otras cosas, nos convocó a empezar a pensar en el cuidado de la naturaleza", señala.
Como toda buena historia, el cuento de Emma empieza con "Erase una vez". Y narra las aventuras de Pepe el zorro, Juan el carpincho, Tití el lobito de río y una fiesta de cumpleaños frustrada. Emma primero se la contó a su mamá, después la escribió en la computadora y, finalmente, la copió en letra de imprenta en el cuaderno de clases y la compartió con sus compañeros de curso. Su mamá, después, la envió al concurso del Inta.
El certamen se organizó para conmemorar el Día del Ambiente, "con el propósito de inspirar el vínculo de niños, niñas y jóvenes con su ambiente natural e incentivar la creatividad literaria", según se describe en la página del Inta.
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Georgina es alumna de la escuela Gurruchaga.
Francisco Guillén
A los chicos de segundo grado de la escuela Gurruchaga, la invitación les llegó de manos de sus maestras. "Este año, marcado por la pandemia y la suspensión de clases presenciales, estamos siempre buscando nuevas propuestas. Trabajamos mucho sobre las efemérides y sobre las cosas que nos están pasando, por eso trabajamos en clase la problemática de los incendios en los humedales y su consecuente afectación a la fauna del delta", explica Cristina Razori, una de las maestras de segundo A.
El resultado del trabajo se expresó en forma de cuentos, pero también de dibujos y videos que los chicos armaron a partir del uso de herramientas de edición de video, como el Stop Motion, que también aprendieron a manejar durante las clases virtuales.
En la biblioteca
En la casa de Emma hay una biblioteca llena de libros, una computadora con acceso a internet que la niña usa para participar de las clases y una familia dispuesta a acompañarla "al infinito y más allá". Sin embargo, Emma extraña la escuela. “No ve la hora de volver a clases", dice su mamá y considera que "aunque le gustan las propuestas de sus maestras, que llegan a través de zoom o de Whatsapp, le cuesta mucho centrar la atención, sentarse y hacer las tareas".
Como en la mayoría de los hogares, la crisis sanitaria impuso nuevos hábitos en la casa de la niña. Sus padres intercalan horarios de trabajo para atenderla, acompañarla en sus tareas y leerle cuentos. Un plan que "le encanta" incluso desde mucho más pequeña.
Aún en medio de todos esos cambios, dice Georgina, la pandemia les enseñó algo. "Como familia nos convocó a pensar más en el cuidado de la naturaleza, incentivados por la escuela este año empezamos también a hacer una huerta y a producir compost. Los chicos se sumaron a muchos trabajos de reciclado, no nos dejan tirar ni un papel al piso. Están muy alertas con ese tema que, para mí, es algo nuevo", cuenta.
Quizás por eso, dice, Emma empezó a preocuparse por el humo que entraba a su casa cada vez que se abría una ventana. Y lo convirtió en el cuento y en el video que ilustran esta nota.