"Soy impulsiva, al presidente de Irán tal vez le hubiera tirado con mi bastón"
Tiene casi 90 años pero de abuelita tierna, nada. Gina Sal de Ladanyi dice que si hubiera estado
anteayer presenciando en Ginebra el discurso antisemita de Mahmoud Ahmadineyad, el presidente de
Irán, le habría tirado con su bastón. "Soy impulsiva" aclara, como si hiciera falta, esta mujer
polaca que ahora vive en Buenos Aires.
22 de abril 2009 · 01:00hs
Tiene casi 90 años pero de abuelita tierna, nada. Gina Sal de Ladanyi dice que
si hubiera estado anteayer presenciando en Ginebra el discurso antisemita de Mahmoud Ahmadineyad,
el presidente de Irán, le habría tirado con su bastón. "Soy impulsiva" aclara, como si hiciera
falta, esta mujer polaca que ahora vive en Buenos Aires. Madre de dos hijas, tres veces abuela y
sobreviviente del Holocausto, dio una conferencia anoche, en el marco del 66º aniversario del
levantamiento del gheto de Varsovia, organizada por la Daia.
Previo a la charla dialogó con LaCapital. Pausada, firme e inexorablemente bella
contó pasajes de los cuatro años que padeció en un campo de concentración de Checoslovaquia donde
quedó sorda de un oído por los golpes brutales de la guardia de la SS. Dijo que para ella recordar
es "una obligación", pero que no es Gina la que cuenta el pasado para que no se olvide, sino que la
que habla es la sobreviviente.
—¿Qué siente cuando se niega el Holocausto como en el caso del obispo Richard
Williamson (expulsado de Argentina) o del presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad?
—Soy muy impulsiva, no sé que hubiera hecho si estaba allí, lindo seguro
que no le decía, tal vez le hubiera tirado con mi bastón. Algunas de mis compañeras le pidieron una
entrevista a Williamson porque querían que les negara el Holocausto en sus propias caras, pero no
las atendió... podrá imaginarse usted por qué.
—¿Qué pasa si esta gente le pide perdón?
—Me subleva. Yo posiblemente pueda perdonar por mí, pero no por la gente
que asesinaron. ¿Quién podría darme el derecho de perdonarlos por mi padre, primero deportado a
Auschwitz y luego asesinado a los 47 años en la Marcha de la Muerte? ¿Cómo podría perdonar por mi
hermano de 18 años, quien se sacó la estrella de David amarilla que debíamos usar so pena de
muerte? El también murió en Auschwitz. El perdón... recuerdo que una vez, tras la guerra, estaba en
Alemania en la zona ocupada por los americanos. Un policía me detuvo porque yo hice algo que no
debía: subía y bajaba de los tranvías en movimiento porque me encantaba, pero eso estaba prohibido.
El hombre me dijo que me llevaría a la comisaría. Le dije que no iría. ¿Cómo que no va a ir?,
preguntó él con tono de policía enojado. Porque soy judía, le contesté. Y él me respondió: perdón.
¿Perdón? ¿Ahora me pide perdón cuando tiene razón? Le canté cuatro frescas a ese cobarde. Prefiero
que se callen quienes causaron o causan tanto dolor. Algo que no siento con las nuevas
generaciones, no guardo rencor a todos los alemanes.
—¿Cuando se viven guerras como la de la Franja de Gaza, cree que no se aprendió
nada?
—He estado dos veces en Israel, en las ciudades que visité había árabes y
estoy convencida de que podemos convivir entre todos. Esto no debe pasar nunca más.
—¿Qué es lo que más sufrió en el campo de concentración: el frio, la pérdida o el
hambre?
—Estuve en el mismo lugar, un campo sólo para mujeres jóvenes durante
cuatro años. Los dos primeros funcionó como campo de trabajos forzados, con guardia civil y los dos
restantes como centro de exterminio bajo el control de las SS. Aún no sé cómo sobreviví, no por el
trabajo, siempre fui fuerte, sino por las cosas que hacía. Una vez me pidieron que destapara un
desagüe. Imagínese que era una fábrica desocupada, donde había baños para 50 obreros y allí éramos
más de cien. Se reían de mí. Me arremangué y metí la mano. Sabiendo lo que hacía sacudí la mugre
sobre una uniformada. Me pegaron tanto en la cabeza que perdí mi tímpano derecho para siempre. Pero
contestando a su pregunta, no lo dudo, lo que más sufrí fue el hambre.
—¿Y se puede volver a amar y ser feliz después de eso?
—Sí, se puede.