De 74 becarios rosarinos que se presentaron a la última convocatoria para acceder a la carrera de investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), sólo 12 lograron acceder al plantel del organismo. El porcentaje de admisión fue todavía inferior a la media del país, donde apenas fue aceptado el 17 % de los aspirantes. Directores de institutos advierten que los recortes en los ingresos, sumados a la escasez de presupuesto, ponen en vilo la continuidad de proyectos de investigación y prometen poco futuro a los jóvenes investigadores.
En medio de ese escenario, no hay mucho para celebrar hoy, Día Nacional del Investigador Científico. El natalicio de Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1947 y cofundador del Conicet en 1958, será recordado con una jornada nacional de protesta por los trabajadores del organismo (ver aparte).
Los resultados de la convocatoria 2018 para ingresar al Conicet causaron revuelo en el ámbito científico. Los listados, divulgados el viernes pasado, mostraron que el cupo previsto de 450 ingresantes resultó magro: 2.145 becarios, formados en universidades nacionales por más de 12 años, quedaron excluidos.
Entre los investigadores locales, los números se terminaban de afinar ayer. De acuerdo a datos del Centro Científico Tecnológico Rosario, a la convocatoria general de ingreso a la carrera se presentaron unos 46 becarios, de los cuales 7 fueron aprobados, 5 quedaron en revisión y 34 fueron rechazados. Entre los 28 postulantes para proyectos estratégicos, también hubo apenas 5 aceptados.
"El número de ingresos fue el fijado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología, entiendo que por un problema presupuestario. Pero hay una realidad: año a año se van acumulando postulantes en función de que se presentan quienes no pudieron ingresar los años anteriores. Por eso el número de aspirantes entre los que hay que distribuir 450 cargos crece anualmente", explica Roberto Rivarola, ex director del Instituto de Física de Rosario (Ifir) y actual representante de Ciencias Exactas en la conducción del Conicet.
El investigador advierte que, como consecuencia de esta política de ingreso, muchos jóvenes investigadores pueden empezar a pensar su futuro fuera del país. "Hay otras posibilidades de trabajo relacionadas con universidades u otros organismos de ciencia y tecnología, pero también atraviesan problemas financieros y, en su mayoría, no están incorporando más personal. Tampoco las empresas privadas tienen mucha historia respecto al desarrollo de investigación, como sucede en otros países", señala.
Especialmente afectada
Sandra Contreras es directora del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (Iech). De ese grupo de investigadores, tres presentaron sus proyectos para acceder a la carrera de investigador. Todos obtuvieron puntajes "excelentes", sin embargo quedaron afuera de la convocatoria.
"Las ciencias sociales y humanas fueron especialmente castigadas en los ingresos. De las cuatro áreas del Conicet, es la que tuvo más baja proporción entre postulantes e ingresantes", advierte Contreras.
La investigadora destaca que las postulantes del Iech "quedaron en puestos altísimos con más de 90 puntos sobre cien, son jóvenes con una formación excelente, becarias posdoctorales que trabajan en equipos consolidados desde hace años y con una enorme cantidad y calidad de producción de artículos". Pero, agrega, no se trata de un tema de antecedentes académicos, sino de un ajuste que afecta particularmente a las ciencias sociales y humanísticas.
Contreras apunta que la implementación de esta política de ingresos tiene sus consecuencias. "A mediano y corto plazo impacta en una cantidad de gente calificada por el mismo estado nacional que no puede dedicarse como debiera a la producción de conocimiento", pero sobre todo resulta "triste" el mensaje que se da para las ciencias sociales y humanas que tienen en sus manos "ni más ni menos, que la producción de un conocimiento que resulta un insumo básico para la construcción cultural, política y social del país".