Catalina Barazzuol tiene 20 años y una sonrisa enorme le ilumina la cara cuando dice que, pese a que la torturan los nervios, está feliz. "Al fin, voy a poder cumplir mi sueño", cuenta la joven que el viernes se convertirá en una de las dos primeras mujeres trans en someterse a una operación de reasignación de sexo en la provincia. La cirugía consiste en la generación de una vulva a partir de sus genitales masculinos y se realizará en el Hospital Centenario.
Por eso, de repente, su nombre empezó a hacerse público. Y ayer en un bar cercano al local de ropa para bebés donde trabaja, Catalina aceptó contar parte de su historia porque, cree, "puede ayudar para que muchas chicas, o chicos, tengan la sexualidad que tengan, puedan luchar por lo que quieren".
La ley nacional 26.743, sancionada en mayo del 2012, garantiza el derecho a la identidad de género de las personas, definiéndolo como "la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento". Así habilita el cambio de documentación de acuerdo a la identidad autopercibida y el acceso a intervenciones quirúrgicas o tratamientos integrales hormonales para adecuar el cuerpo a todas las personas mayores de 18 años.
En los hospitales públicos provinciales hay pacientes que accedieron a implantes mamarios, terapia hormonal o mastectomías (extirpación de senos). Y ahora, por primera vez, será el turno de la vaginoplastía (ver aparte). Por eso Catalina repite que está "muy nerviosa y muy ansiosa, pero muy feliz".
—¿Por qué hablás de cumplir un sueño?
—Porque desde chica anhelé esta cirugía. Me frena mucho, en distintos aspectos de mi vida, no estar operada.
—¿Por ejemplo?
—Estar con alguien intimamente, salir con un chico, poder relacionarme con la gente. Yo me siento muy incómoda conmigo, entonces me encierro y me alejo de los demás. Me molesta mucho cambiarme, bañarme. Es muy traumático verte en el espejo como alguien que no te sentís. Me veo en el espejo y no me reconozco como yo misma. Con ropa sí, sin ropa no soy yo.
Catalina nació el 15 de octubre de 1993, en una casa de la zona sur. Es la primera de cinco hijos de un matrimonio de clase media, separado hace algún tiempo. Recuerda que en el jardín de infantes se sentía mejor con las nenas y se identificaba con sus juegos. "Es loco, siempre me manejé de la misma manera. Creo que ya de chica hubiera querido operarme. Siempre me sentí mal con mi cuerpo".
Sin embargo, tuvo que esperar algo más de tiempo hasta poder poner en palabras aquello que le pasaba. Tenía 14 años y sentía que ya no podía seguir así. Juntó valor, se sentó frente a su mamá y le dijo que había soñado que festejaba su cumpleaños de quince y también que ya no aguantaba más vestirse como varón.
"Creo que mi familia siempre supo que, en ese entonces, era gay... Pero igual fue difícil... Fue mi mamá quien me apoyó y me dijo que, si eso era lo que yo quería, me iba a ayudar. En ese entonces vivir era una tortura, por suerte ya pasó, pensaba en cumplir 18 escaparme e irme de mi casa. Pero no aguanté llegar a esas edad y se lo dije antes a mi mamá. Pienso que, si no me hubiera aceptado, no habría logrado absolutamente nada. Todo lo que logré lo hice gracias a que ella me apoyó en todo también", recuerda.
—¿Qué pasó el día siguiente a esa charla?
—Fui con ella a comprarme ropa de mujer. Y se armó un lío tremendo. Una gran conmoción familiar, me peleé con mi papá y con casi toda la familia de mi papá. Pero con el correr del tiempo fueron entendiéndome. Creo que ellos pensaron que yo iba a hacer cualquier cosa... Ahora tenemos una relación hermosa.
Por ese tiempo, Catalina ya militaba en la asociación civil Vox, una de las primeras en la ciudad en ponerse al frente de las reivindicaciones de personas gays, lesbianas, travestis y trans. Y referentes de la organización la acompañaron cuando en la Escuela Drago planteó que quería ir vestida de mujer y figurar en los registros escolares con el nombre que había elegido, como mejor se sentía.
Dice que entonces "se armó un revuelo tremendo", pero que hizo buenas amigas y amigos en el secundario y, sobre todo, que siempre contó con el apoyo de los docentes. "La pasé mal en la escuela. Sufría de varón porque me golpeaban o me gritaban y también la pasé mal en los primeros años que hice el cambio y pasé de usar pantalón a usar pollera. Pero por suerte tuve todo el apoyo de los directores y de los maestros", dice.
Catalina terminó la secundaria con las mejores notas y entre las tres personas que llevaron la bandera en el acto de fin de curso. Por aquellos días ya trabajaba como encargada de un pelotero donde se realizan fiestas infantiles y empezaba la Licenciatura en Estadística en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
En 2008 realizó una presentación judicial para poder cambiar su documento, todavía con nombre masculino, pero no prosperó. Cuatro años después, una vez sancionada la ley de identidad de género, su DNI por fin llevó su foto y su nombre. "Y pude hacer mi partida de nacimiento, cambié todo los certificados escolares, cambié todo... Y también me festejaron mi cumple de quince".
—¿Cómo te ves en esas fotos del cumple?
—Me encantan, el tema es que soy otra persona. Tenia un exceso de peso importante, 40 kilos más que ahora, estaba algo deprimida y me refugiaba en la comida. Cuando empecé a cambiar, por tratar de encajar y parecerme a las demás chicas, caí en trastornos alimentarios. Ya superé esta barrera, ahora estoy muy bien.
—¿Qué es lo primero que querés hacer después de la operación?
—Mirarme al espejo, verme como me siento, eso es lo más lindo que me puede pasar. Después podré pensar en conocer a alguien. Y, en lo inmediato, ponerme una biquini.
Jornada educativa
Las dos primeras intervenciones de reasignación de sexo se realizarán mañana y pasado en el marco de una jornada organizada por el Ministerio de Salud Provincial, la Secretaría de Salud Pública, la Secretaría de Promoción Social, el Centenario y la Cátedra de Urología de Medicina. El reconocido urólogo chileno Guillermo MacMillan supervisará las cirugías que realizarán los médicos rosarinos, Gustavo Delgado y Daniel Lizzi.