El Vía Crucis organizado por la iglesia Natividad del Señor fue una vez más el
epicentro de la festividad de Semana Santa. Las más de 150 mil personas (según cálculos policiales)
que participaron de la ceremonia fueron la demostración palpable de la masiva convocatoria que
llevó a la fe a su máxima expresión y donde no faltaron muestras de acompañamiento al sector
agropecuario y pedidos para evitar más accidentes viales.
Los concurrentes, mucho más que sólo rosarinos, rodearon el templo y se ubicaron
en todos los rincones adyacentes para poder ser partícipes privilegiados de la recorrida guiada por
el padre Ignacio Peries. Como la primera en llegar: una mujer de Capital Federal que arribó el
jueves pasadas las 21.30. "Estacionó su auto y se quedó nomás", indicó un cuidacoches ante la
pregunta de La Capital.
"Tenía un deseo ferviente de venir", dijo Graciela quien asistió desde Venado
Tuerto.
Ignacio ya había adelantado que rezaría mucho "por los enfermos y para que todos
tengan cuerpo y mente sana". Y también para que se solucionen los conflictos del campo. "Pediremos
por un país digno y feliz para todos", señaló por la mañana. Y al cierre de la jornada cumplió.
Rogó a los políticos "que reflexionen" en torno a la situación agropecuaria. "Gracias a ellos (los
referentes del campo), comemos", remarcó Ignacio. Hubo un aplauso unánime.
A partir de las 20.30, luego de la adoración de la cruz dentro de la iglesia, se
aprestó a iniciar su marcha por las distintas estaciones que lo llevarían hacia el escenario
enclavado en Palestina y Camino de los Granaderos donde, cerca de la medianoche, dio la bendición
final junto al arzobispo José Luis Mollaghan y por primera vez debajo de la imponente cruz de
hierro de 12 metros y más de cinco toneladas inaugurada en diciembre de 2006. Fue allí donde el
prelado pidió "por los que manejan". Y se quejó: "No puede ser que tanta gente muera en las
rutas".
Los fieles fueron llevando distintas cruces con la intención de que mucha gente
tuviera la oportunidad de acceder a ellas.
Pasadas las 21, el clima mutó abruptamente. Si durante la tarde el agobiante
calor obligó a que la gente bebiera mucha agua, un fuerte viento (con alerta meteorológico
incluido) se sentía a la noche.
Desde las 7.30 habían empezado a llegar los primeros fieles. Y una hora más
tarde las zonas aledañas a Natividad del Señor se poblaron de puesteros que vendían bidones (para
cargar aguan bendita), rosarios y bebidas. Se produjeron algunos inconvenientes con la policía
porque algunos no tenían permiso para permanecer pero finalmente todos se quedaron.
Pasadas las 16 el movimiento comenzó a crecer y la iglesia ya estaba colmada de
fieles. Después de las 18 el aluvión de gente se aproximaba desde todos los ángulos. En eso,
trabajaban a destajo los 400 colaboradores de Ignacio, además de personal de la Guardia Urbana
Municipal, Defensa Civil y la policía, entre otros agentes.
Al cierre de esta edición, el público se desconcentraba con ciertos
inconvenientes para encontrar transporte. Si bien se habían reforzado las frecuencias de las líneas
de colectivos y muchos taxis y remises se acercaban al barrio Rucci, no fue fácil regresar para los
feligreses que concurrieron a la celebración.