El coronavirus puso en crisis un sistema de salud público que ya venía resistiendo embates : el desplome económico, la demanda de cada vez más pacientes sin obra social, los ajustes y un Estado nacional que buscaba correrse de la escena. La red local no estuvo ajena a ese proceso. Si bien en ocho meses de pandemia los recursos materiales se fortalecieron con camas, respiradores y hasta se montó un hospital para pacientes de Covid bajo la órbita provincial, más complejo es dar respuesta a los déficit de recursos humanos, muchos previos a marzo de 2020. El escenario se complejizó aún más con 600 licencias por riesgo en el municipio, más de mil agentes contagiados al inicio de octubre, un conflicto salarial abierto hasta la semana pasada, agotamiento y estrés. Una erosión constante de los equipos en una ciudad que tuvo este martes un pico de 1.300 contagios y 49 fallecidos, y donde solo en la estructura de la Secretaría de Salud hay unas 5.250 personas respondiendo a la demanda.
Con sus tres décadas de historia y una dimensión casi inédita por tratarse de la esfera de un municipio, el sistema de salud rosarino ya venía funcionando en un “delgado equilibrio”, dicen los que lo conocen de cerca.
Se trata de una estructura de unos 4.950 agentes, entre los cuales están los 3.200 profesionales, entre ellos médicos y enfermeros, que la sostienen, además de mucamas, camilleros, técnicos administrativos y operatorios. A eso se suma el trabajo de 300 médicos que hacen residencias rentadas y medicatos.
En las especialidades es donde la pandemia visualizó uno de los primeros déficits estructurales, para muchos un problema global, que es la falta de terapistas. De hecho, desde la Universidad Nacional de Rosario y Colegio de Médicos advierten que en todas las residencias para la especialidad quedan vacantes; un fenómeno que se reitera en los últimos años.
Para eso, los profesionales tienen varios argumentos, pero uno fundamental. “Nadie quiere estudiar 10 años para vivir de guardia y cobrar 50 mil pesos”, señalan, ya sea que trabajen para el municipio o la provincia, e incluso en efectores privados donde muchos son monotributistas.
Las tensiones
Con el avance de la enfermedad y el pico casos en agosto, a las licencias ya otorgadas a grupos de riesgo por edad y comorbilidades, se sumaron los propios contagiados y los aislamientos.
Solo el municipio licenció a 532 agentes por enfermedades crónicas y casi un centenar por su edad, y si bien muchos de ellos continúan trabajando con modalidad virtual, los reemplazos no alcanzan a cubrir los que salen del sistema. Es cierto que Salud es una de las reparticiones donde los ingresos son históricamente por concurso, pero no está ajena a las tensiones entre la gestión y los gremios.
>> Leer más: Santa Fe: más allá de la alta ocupación de camas crítica, faltan terapistas
Sin contar además que ese “equilibrio” del sistema se sostiene desde antes de la pandemia con herramientas pensadas como temporarias —horas extras, contratos temporarios y profesionales monotributistas—, y se prolongan en el tiempo. Un hecho que más de una vez agudiza los conflictos, y más en un año en el que la paritaria municipal cerró recién el 16 de octubre y, en el caso de salud, permitió garantizar a los agentes el cobro de un bono específico.
Los refuerzos
Lo cierto es que ahora el refuerzo se concentró en la contratación de 50 profesionales a través de convenios con los colegios profesionales, y un centenar de enfermeros que ingresaron con contratos por tres meses.
Uno de los puntos en el que insisten quienes conocen la gestión en las áreas de salud es que nunca se logra hacer los reemplazos a la misma velocidad que los agentes quedan afuera, ya sea por la especificidad como por la gestión.
Ese escenario que se complicó con los contagios, más de mil para octubre, que tornó “crítica” la situación de muchos servicios. Uno de esos espacios donde el problema emergió es el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca), donde su propio director admitió semanas atrás que existen déficits previos en materia de recursos humanos.
Allí, para mediados de agosto la detección de un paciente positivo en la unidad coronaria obligó a aislar en un mismo momento a 17 agentes y puso al límite los servicios, sobre todo de enfermería.
>> Leer más: Los contagios de coronavirus están dejando sin enfermeros al Heca
Y un mes más tarde los mismos enfermeros advirtieron que la guardia estaba “colapsada” de pacientes con coronavirus (pese a que el Heca no es un efector Covid), y los encontraba con siete enfermeros positivos y otros más en aislamiento por contacto estrecho.
Pocas mucamas
Otra preocupación central, remarcada incluso en las asambleas que se llevaron adelante en centros de salud y hospitales, es la caída abrupta del número de mucamas.
“A los pacientes hay que llevarlos de un lugar a otro con los camilleros y hay que mantener los protocolos de higiene en un momento tan crítico, y estamos con cada vez menos mucamas”, señalaron días atrás delegados gremiales.
Con números, desde el sindicato de municipales, señalaron que hace “años que no hay ingresos” cuando sí hubo jubilaciones, fallecimientos, y ahora licencias y aislamientos. En el Roque Sáenz Peña y el Vilela, detallaron, quedó la mitad de la dotación de mucamas activas, y de tener unas 40 en cada efector, ese número bajó a la mitad. Y recalcaron por estos días que en el Roque actualmente hay apenas 15 mucamas “para sostener la limpieza las 24 horas los siete días de la semana”, dijeron.