Rosario, Nueva York y el terrorismo ya tienen un trágico antecedente. Parecería que la historia vuelve ahora a escribir un mismo capítulo. Cuando el 11 de septiembre de 2001 se produjo el imborrable atentado contra las Torres Gemelas en la Gran Manzana, el paramédico rosarino Mario Santoro estuvo ahí, socorriendo a las vícitmas. "Voy para allá. Me van a necesitar", les dijo a su mujer y a su hija, pero no regresó: murió entre los escombros.
Hacía 30 años que había dejado barrio Belgrano junto a sus padres y hermanos para instalarse en una de las urbes más importantes del planeta. La misma que el martes fue otra vez blanco de un atentado en el que hijos de la ciudad del río marrón volverían a perder la vida.
Alberto, el padre de Mario, dejó hace poco tiempo Nueva York y se instaló con su mujer, María Rosa, en Carolina del Sur. La tarde en que ocurrió el último atentado, ambos estaban "viendo un programa de televisión de la (cadena) CBS", cuando "salió esta información", dijo Alberto ayer por La Ocho.
Y, de inmediato, volvieron los recuerdos más penosos. "A mi señora se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo: «¿Cómo vamos a parar esto?»", sumó.
Noticias
Las noticias televisivas indicaban que un atentado había dejado, en plena festividad de Halloween, al menos ocho muertos y 12 heridos después de que una camioneta arrollara a varias personas que circulaban por una bicisenda frente al río Hudson. Luego se sabría que cinco de esos fallecidos eran rosarinos.
Alberto se mostró consciente de que, "a pesar de los controles y la policía por todos lados", Nueva York no está exenta de estos episodios. Y describió que el terrorista "disimuló bien; entró a la zona sur de Manhattan en una furgoneta cargada de materiales. Ahí están siempre construyendo, a toda hora. No llamó la atención y ya no había forma de pararlo".
Mudanza
En pleno relato, el hombre se detuvo y otra vez el 11-S volvió a su memoria. "Claro que estas situaciones te hacen recordar lo vivido". En eso, confesó que la esposa de su hijo (ambos vivían a tres cuadras de las desaparecidas torres) debió mudarse a New Jersey por consejo de los psicólogos luego de aquella tragedia.
La vida de los Santoro siguió todo este tiempo entre los vaivenes cotidianos. Incluso, María Rosa padeció cáncer. Los dos no pierden, ni siquiera un día, algún tipo de contacto con Rosario y piensan visitar su ciudad natal sobre fin de año.
Ayer, lejos de deprimirse por el recuerdo y el hecho repetido, Alberto dijo que haberlo convocado para una entrevista es "un reconocimiento a la vida". Y en esa línea, habló de "estos cinco rosarinos tan inocentes como mi hijo".
Así, explicó que "la razón no puede entender estos hechos". Sin embargo, sostuvo que circunstancias conmocionantes como éstas han transformado a la población de Nueva York. "Hoy la ciudadanía es más solidaria. Hace un tiempo, mi esposa se sentía mal y no podía subir una escalera. Cuando la gente la vio en la estación del tren, comenzó a ayudarla. Le preguntaba cómo estaba. Esto no hubiera ocurrido antes, porque el terror no sólo te hace más fuerte. Te hace más altruista".
Con la radio
Cuando la producción de La Ocho llamó ayer a los Santoro, Alberto gritó a su esposa que la voz en el teléfono provenía de la radio rosarina que estaban escuchando. "Es la forma de conectarnos con la ciudad", dijo el hombre y tomó contacto con la radio que informaba sobre un nuevo atentado en el país donde vive ligado nuevamente a Rosario, con el drama mediante.