¿Cuántas situaciones pueden lograr que, en pocos minutos, muchos negocios bajen sus persianas, autos y taxis casi desaparezcan de las calles, se incremente notablemente la inasistencia a las escuelas, se vacíen bancos y oficinas públicas y no se reporten accidentes? Muy pocas. Ayer, en las casi dos horas del partido que puso a la selección argentina de fútbol en los octavos de final del Mundial 2014, en Rosario ocurrió todo eso.
Fue el tercer partido del equipo de Alejandro Sabella en Brasil y el primero jugado un día hábil. Aunque ese dato habría pasado inadvertido para cualquier extraño que desembarcara en la ciudad durante los intensos 94 minutos que demandó la victoria sobre Nigeria. Como el preámbulo de una feroz tormenta, o por una amenaza extraña, poco después de las 13 las calles se vaciaron.
A las 12.58, mientras en el estadio Beira Rio se entonaba el Himno Nacional, en el centro raleaban los taxis y se engrosaban las colas de pasajeros. Varios negocios bajaban sus persianas, algunos incluso dejando un cartel: "Cerrado mientras se juega el partido". En Córdoba e Italia, la perfumería Fanny se mantuvo abierta. Pero durante el partido apenas dos clientes ingresaron. "Y uno era extranjero", destacaron entre risas los empleados.
Bancos y oficinas públicas tampoco cerraron sus puertas, pero faltaron clientes o contribuyentes. En algunos centros municipales de distrito (CMD), los únicos turnos que se cumplieron fueron los de los trámites de renovación del carné de conducir. Aunque con particularidades. "Muchos esperaron al entretiempo", apuntó una empleada.
Incluso, los centros de salud modificaron su ritmo. "Ya teníamos muy pocos turnos dados en el horario del partido y algunos faltaron", contaron en el Sanatorio Parque. El Sistema Integrado de Emergencia Sanitaria (Sies) no recibió ningún pedido de auxilio.
A lo largo de varias cuadras, Pellegrini exhibía dos puestos de venta de cotillón por esquina. Banderas, gorros y camisetas con más oferta que demanda, poca variedad y precios que oscilaron según la oportunidad del encuentro. Las vuvuzelas costaban 40 pesos al filo del inicio del partido y 35 a mitad del primer tiempo, antes de que Lionel Messi marcara su segundo gol.
No obstante, la venta fue floja. Al menos eso dijo Angela desde el puesto montado en Pellegrini y Oroño, sin poder dilucidar si lo que faltaba era entusiasmo o dinero.
En el paseo comercial de avenida San Martín la mayoría de los locales, grandes o pequeños, cerró. "Algunos cortan siempre al mediodía, otros sólo hoy por el partido. ¿Cómo va Argentina?", explicó, y preguntó casi sin tomar aire, el empleado de una verdulería de San Martín al 4700, el único comercio abierto de la cuadra.
Como en otros grandes corredores de la cuidad, el punto de encuentro fueron los bares o los maxikioscos de las estaciones de servicio, que incluyeron al partido en los menús de promoción.
Los cines se quedaron sin espectadores. En el Showcase, las seis funciones de Maléfica (la película más vista) previstas entre las 13 y las 15 sumaron apenas cinco interesados. Y eso que regía la promo de entrada rebajada de los miércoles.
El shopping Alto Rosario apenas mostró la cara "de un lunes muy temprano", según describieron los empleados de los locales, donde, con suerte, ingresaron más de tres personas en dos horas. Y en el patio de comidas la falta de clientes se notó en la facturación.
La alegría, indudablemente, estuvo en otra parte.