Marcelo Sánchez murió en situación de calle cubierto por unas frazadas en la entrada de un garaje de Colón al 2000. Una drama social mínimo, cotidiano, naturalizado en una ciudad donde últimamente brotan la fotos que entristecen: los fallecidos por coronavirus, por homicidios y la gente arrastrada a la pobreza que revuelve la basura. Lo llamativo es que esta muerte, casi imperceptible en un contexto sanitario apremiante por la pandemia, llamó más la atención porque la cuota de piedad la puso su perro, que se quedó durante horas junto al cadáver de su amo. Desde Desarrollo Social de la Municipalidad se monitoreaba al indigente, pero a pesar de haberlo internado y brindarle tratamientos por el consumo de alcohol, volvía a la calle.
Tenía 31 años, según dijeron sus amigos. Supo trabajar como pizzero en un bar y vivió hasta no hace mucho tiempo en su casa familiar del barrio República de la Sexta, que compartía con su madre y dos hermanos.
Lo atravesaron los conflictos familiares y principalmente la angustia de no poder superar la muerte de su madre.
Sus amigos y compañeros, al menos dos que compartían las noches en el ingreso de un garaje debajo de un edificio, ayer estaban desconsolados. “Era calladito, buen pibe”, contó Héctor Pastor Medina, 65 años, entrerriano de Santa Elena, casi un padre para Marcelo.
Mientras mostraba los cartones impresos que ofrecían a los automovilistas en la esquina de Necochea y Pellegrini, contó que Marcelo cayó en un pozo cuando falleció su madre.
“Tenía pensamientos, no lo pudo superar y cayó así”, marcó con un brazo hacia abajo para graficar el derrumbe emocional de su amigo. “No comía hacía un mes, solamente tomaba alcohol y fumaba mucho. Y eso que nunca nos faltó la comida, siempre nos arriman algo los vecinos. Pero él no quería comer, decía que no tenía hambre”, agregó.
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Las mantas entre las que falleció Marcelo Sánchez y el cartón y la comida de su fiel perro Chamuyo quedaron en la puerta del garaje donde el hombre solía pasar las noches.
Celina Mutti Lovera
Junto a otro amigo, sentados en el mismo piso frío donde el martes a las 16 murió Marcelo, contó que “laburaba bien como pizzero. Yo lo quería porque era un chico rebueno, callado, jamás se metió en problemas. Lo acompañé a visitar la madre mientras estaba enferma. Primero le cortaron una pierna y después la otra, le tomó gangrena creo y murió. Ahí se desmoronó y no se pudo recuperar. Además, creo que el padre lo abandonó cuando era chico”, describió.
El martes, uno de los amigos notó que no reaccionaba. Cuando llegó la ambulancia trataron de reanimarlo sin éxito. Los datos preliminares indican que falleció por un paro cardiorrespiratorio.
Algunos vecinos lo conocían de vista, porque lo asistían con agua o comida. Junto a sus compinches no eran de ocasionar mayores complicaciones, ya que luego de lavar o cuidar autos regresaban allí para comer y dormir. “Lloré, me dio mucha pena”, contó una vecina.
La nota de piedad quedó registrada el martes cuando se observó que el inseparable perro Chamuyo, que acompañó a Marcelo en los últimos años, se posó durante varias horas junto al cadáver.
En caso de ver personas en situación de calle, la Municipalidad tienen habilitado el Centro Integrado de Operaciones Rosario (CIOR), al que se puede llamar al 147. La idea es que esas personas puedan ser incluidas en el dispositivo de atención.
Desde distintas áreas oficiales, con voluntarios y organizaciones sociales se realiza un trabajo interdisciplinario para procurar la resocialización de las personas en situación de calle. Según explicaron desde el municipio, se trabaja en la revinculación familiar, en la posibilidad de acceder a geriátricos, en la tramitación de pensiones y de la IFE, así como en el tratamiento de consumos problemático de sustancias.
Reincidente
Desde la Dirección de Intervenciones Emergentes que depende de Desarrollo Social de la Municipalidad se indicó que Sánchez figuraba en los registros de las personas en situación de calle con diversos abordajes de equipos sociales y de salud, pero a pesar de los esfuerzos por ayudarlo el joven volvía a la calle.
“Estuvo internado el 16 de abril en el Hospital Roque Sáenz Peña con evaluación del equipo médico. Se trató por todos los medios de brindarle asistencia por un diagnóstico de consumo de alcohol. Luego se logró alojarlo en el refugio municipal de calle Grandoli al 3400, pero regresó a la calle”, indicó José Luis Tabarez, director del área.
El funcionario aclaró que no era una persona conflictiva. “Hace unos años se trató de revincularlo con la familia, pero después de un tiempo se fue de la casa. Además se hizo un abordaje psiquiátrico ambulatorio por su adicción al alcohol, incluso se lo acompañó desde lo social para que accediera a cobrar el IFE, pero esas intervenciones no prosperaron” indicó Tabarez.