"Hace tiempo que un grupo de cuidacoches vive debajo de la zona que se derrumbó, todos los que trabajamos por acá lo sabemos. Se fueron antes porque temblaba la barranca, podría haber sido una fatalidad". El comentario lo comparte con La Capital el encargado de la administración del Club Mitre, Pablo Ferra. Se trata de uno de los cuatro clubes de pescadores la costa céntrica de Rosario, pegado hacia el norte al lugar donde el viernes por la noche colapsó gran parte de la explanada del parque de España. De hecho, este club con unos pescadores como 500 socios pero famoso también por el aroma de sus parrilleros, sufrió su propio derrumbe a pocos metros de este socavón. Y no fueron los únicos ni posiblemente los últimos. Así lo aseguraron a este diario varios pescadores desde el parque Sunchales, uno de ellos, sereno allí desde hace varios años. Una confirmación más de que "todo lo sólido se desvanece en el aire", como dijo alguna vez un filósofo y economista alemán.
Desde arriba de los muelles o desde abajo, entre temerarios caminos de piedra, los pescadores son quienes tienen una radiografía privilegiada de la costa y también el pulso del río y de su gente. Antonio Tonso, es un pescador de 72 años que hace las veces de sereno en una casa construida hace quince años sobre una base de piedra tosca que está en la barranca del parque Sunchales (junto al museo Macro a la altura de Alvear). Un lugar que según este sereno perdió una noche embarcaciones e infraestructura porque un barco hizo una mala maniobra.
"Es una casa del municipio", aclara el hombre que vive prolijamente junto a unos 25 gatos y agrega que allí guardan los objetos de pesca unos siete pescadores que "hoy andan con poco trabajo y haciendo changas, por lo bajo que está el río".
De todos modos, señala como zona peligrosa a la del "ombú". Se para y señala hacia el norte del parque donde las raíces de un árbol ya reventaron hace tiempo el asfalto y la barranca está con ganas de tirarse al agua. Algo que han probado, sin suerte, varios pescadores.
"Yo mismo vi como se hundía uno de tres muchachos en un remanso y no volvió a salir a flote. Esta es una zona muy peligrosa", comenta el hombre, quien dice que desde el derrumbe del fin de semana aún nadie pasó a ver como estaba esa área de la costa.
"Aunque escuché por radio y televisión que estaban analizando la costa desde acá para el sur", señaló el hombre por el momento tranquilo ante posibles temblores de lo que tiene bajo los pies.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia/La Capital
De hecho, ingenieros de la Secretaría de Obras Públicas y de Obras Particulares del municipio realizaron el mismo sábado del socavón un peritaje en la zona. Pero ya en un colapso anterior, en 2005, las inspecciones habían advertido que el deterioro de los viejos muelles construidos en los inicios del siglo XX, obligaría acondicionar el frente costero. Y el ingeniero especialista en suelos, Juan Carlos Rosado, ya adelantó que si la bajante del río se prolonga "se modificará la relación de la ciudad con su costa".
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Peligro: falta de infraestructura
Y Tonso habla "zona muy peligrosa" a tono con carteles que lo advierten en el parque y el vallado que se colocó alrededor del ombú y otras zonas a punto del derrumbe. Pero no es suficiente.
Desde hace años, decenas de pescadores se dan cita en la zona durante los días de semana y más aún los sábados y domingos. Llegan desde distintos barrios alejados del centro, en general bicicleta, y con las cañas a cuesta. A veces acompañados de la familia. Bajan por la escalera que está frente a la torre Maui y se instalan en un dolphin que quedó abandonado de la época en que las cerealeras estaban activas, con vita para amarre pero sin baranda alguna ni tachos de residuos para dejar los restos de pesca o comida. Baños químicos, ni hablar.
También se alinean sobre la barranca, en pequeños espacios que dejan piedras totalmente endebles, en una zona donde el río cae en picada sobre una profundidad de más de diez metros de agua. Nadie puede no verlos.
Cuesta creer que a nadie se le haya ocurrido pedirles a los desarrolladores de Puerto Norte invertir en un muelle, entre las mejoras del espacio público que rodean a las torres de alto valor inmobiliario.
Sin embargo, así pescan, en una de las zonas más ricas de la ciudad, personas que no pueden hacerse socios de un club de pesca y menos de un club de la costa. Y pescan para su sustento o para vender sus presas. Así se lo comentaron a este diario Emanuel Berón, Gabriel Canelo, Daniel y Rubén Lobos, todos de barrio Empalme Graneros, empleados, albañiles y pintores de construcción. Gente que se la rebusca en changas y también en vender el plomo que encuentran entre las piedras. "Por acá quedan las plomadas, las junto y las vendo", dice Daniel, aunque él y sus compañeros usan bujías para lograr verticalidad de la pesca con línea.
"Si nos clausuran la escalera a nosotros nos matan. No tenemos dónde ir a pescar, hace años que venimos acá, y bajamos, mucho más ahora porque el río está muy bajo. Arriba es paseo público, podemos lastimar a un chico con un anzuelo", dice Gabriel quien acaba de sacar un sábalo.
Los cuatro pescadores saben que el lugar no es fácil de caminar y es riesgoso. Y dicen haber visto más de un derrumbe de la barranca. "Se caen pedazos inmensos", asegura Rubén.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia/La Capital
Además de sábalos, en ese muelle informal a veces pica un moncholo o un amarillo. Pero, aseguran los pescadores "cada vez menos" por la bajante. "Nunca vimos una así", dicen los jóvenes que van de los cuarenta y pico a poco más de cincuenta años.
El Mitre: barranca suave
Quien dice Mitre, Guillermo Tell, Bajada España y Peña Rosarina sabe que se habla de una zona tradicional en la costa de Rosario. Son los cuatro históricos clubes de pesca del centro. El primero ya sufrió un derrumbe, en abril del año pasado, justamente cuando se preparaba a ampliar sus instalaciones para hacer nuevo parrilleros. El área se había clausurado un día antes y no hubo que lamentar víctimas pero sí 8 millones de pesos de pérdida por las obras que se dañaron.
"Cuando sufrimos el derrumbe a pocos metros del que ocurrió el sábado, divididos ambos sectores por un desagüe pluvial, vimos primero una grieta importante, llamamos para preguntar si era grave, nos dijeron que no y luego se cayó todo. Luego hicimos inspeccionar el suelo por un ingeniero", señaló el encargado del club antes de comentar que "la zona que está aún habilitada goza de una barranca suave hacia el río y nos dijeron que no tendrá problemas".
El muelle del club luce impecable a los rayos del sol que aún está en el este. Fue realizado con pilotes en el año 2009, tiene un cartel de medidas y cantidades reglamentarias a pescar, en la antesala y piletones para lavar los pescados. Desde allí, a media mañana, este lunes algunos socios daban su versión de los hechos.
"Esto sucede entre otras cosas porque ninguna embarcación ni barco respeta la velocidad y las olas socaban la barranca. Acá el río es una laguna de tranquilo, no como en zona norte, pero observen qué pasa luego que pasa un barco", dijo Mario Belgrano, socio vitalicio a quien se le acababa de escapar un pejerrey, pero recordó que allí supieron pescar bogas de hasta 6 kilos y medio y 50 centímetros de ancho.
Su compañero, Oscar García, aseguró que la bajante es la responsable. "Al estar bajo el río esa tierra de la barranca que antes se mojaba se seca y desmorona. De todos modos, por más que le contemos, nadie controla la costa ni el río", dice el pescador.
Opiniones profanas y de legos, pero todos coinciden en que el río está en terapia intensiva y las barrancas también.