Una vez más, la decisión de un testigo de Jehová de rechazar una transfusión
tras sufrir un grave accidente laboral que obligó a los médicos a amputarle la pierna levantó
polémica. El director del Sanatorio Laprida, Néstor Sosa, explicó ayer que el paciente, Norberto
Peckham (45), sigue en grave estado mientras se le aplican inyecciones para reponer al menos el
hierro en sangre. Desde la bioética, la reflexión sobre el caso fue tajante. "Si el que decide es
una persona competente, hay que respetarlo", afirmó el filósofo Francisco Parenti. Y un responsable
local de la congregación de los testigos de Jehová, Santos Cantoni, aclaró que para ese credo se
trata de un "precepto bíblico", aun cuando rechazan la figura del "mártir".
Peckham es empleado municipal del área de maestranza en Carcarañá y anteayer se
accidentó mientras trabajaba con una retroexcavadora. Tan severa fue la lesión que, tras una
atención de emergencia, debieron trasladarlo urgente en ambulancia a Rosario. Ya en el trayecto el
hombre advirtió que no aceptaría que lo transfundieran.
Peckham volvió a reiterar su voluntad incluso al ingresar al quirófano del
Laprida, donde debieron amputarle la pierna debajo de la rodilla. Lo respaldaron su padre y su
esposa, y sólo un hermano, contó ayer Sosa, resistió hasta donde pudo esa elección, convencido de
que sus parientes estaban "locos".
El médico recordó incluso que un abogado y un escribano se hicieron presentes en
el sanatorio. Así las cosas, y mientras el paciente continuaba en muy grave estado, los médicos
resolvieron buscar alguna alternativa terapéutica a la transfusión que, sin embargo, evaluaban como
necesaria.
Sin garantía. Por eso ayer Peckham, en terapia intensiva, recibió inyecciones en
un desesperado intento médico por reponerle hierro. "Pero no hay garantías de nada", dijo Sosa,
quien contó que en el sanatorio ya ha habido otros pacientes del mismo credo que rechazaron una
transfusión y lograron salvarse. Pero por el tipo de lesión de Peckham (grandes arterias cortadas)
y la sangre que perdió, el panorama ahora se complica.
"Sería absolutamente mejor que recibiera sangre", dijo Sosa, aunque admitió que
la decisión debe ser respetada. "Uno se enferma y muere como vive", sentenció. Aun así, opinó que
hay algo "perverso" en el hecho de que una religión "vea mejor que alguien muera antes que reciba
sangre".
Sin embargo, para el bioeticista Francisco Parenti el caso se encuadra en el
consentimiento informado. "Si una persona es competente (adulta, consciente de sus actos, con sus
facultades normales) y conoce los efectos de su decisión, tiene pleno derecho a rechazar una
terapia", explicó.
Otra es la situación, recordó, cuando se trata de una embarazada o de un menor
de edad, ya que el Estado tiene el deber y el derecho de tutelar la vida del niño y del feto.
"La vida no es un bien absoluto, para muchos puede ser más importante cumplir
con sus exigencias religiosas que preservar la integridad física". Como ejemplo, recordó la figura
de los mártires cristianos.
Pero, paradójicamente, uno de los responsables de la congregación de los
testigos de Jehová se encargó de aclarar: "No queremos ser mártires". Cantoni dijo que, por el
contrario, "honran la vida" y sólo rechazan ingerir sangre (de cualquier ser vivo) , por lo que han
avanzado, junto a los médicos, en investigar terapéuticas alternativas.
El testigo reafirmó que se trata de un "precepto bíblico", reafirmado una y otra
vez, incluso en la "Nueva Alianza y el primer concilio cristiano".