El 23 de octubre de 1999 Carlos Menem sonreía para los flashes mientras cortaba las cintas del tramo Rosario-Roldán de la autopista junto al por entonces gobernador Jorge Obeid.
El 23 de octubre de 1999 Carlos Menem sonreía para los flashes mientras cortaba las cintas del tramo Rosario-Roldán de la autopista junto al por entonces gobernador Jorge Obeid.
Los aplausos terminaron, los políticos se fueron y las promesas quedaron en eso: promesas. Durante años los rosarinos nos acostumbramos a viajar por autopista sólo hasta Roldán. Cinco años (sí, leyó bien), cinco tardaron en pavimentar desde Roldán hasta Carcarañá: 24 kilómetros.
En el medio hubo de todo, pero el costado más triste es el de las muertes. Muchos perdieron la vida en la ruta 9 hacia Córdoba, una traza plagada de camiones, con banquinas en mal estado y todos los riesgos que acarrea la doble traza. Y mientras las víctimas fatales se suman, la autopista sigue sin concluirse.
Cuando era chico viajé por años a San Pedro (Buenos Aires) y nunca entendí por qué, a la altura de San Nicolás, la autopista se cortaba, se ingresaba en la vieja ruta 9 hasta Baradero y luego, casi como por arte de magia, regresaba la autopista. Pasaron décadas hasta que el Estado terminó de concluir esos 97 kilómetros. En el medio, ese tramo se cobró centenares de vidas.
Hoy pasa lo mismo con la tantas veces anunciada autopista a Córdoba. Que en promedio se hayan construido 30 kilómetros por año no hace más que reafirmar que la traza es un monumento a la promesa. Tal vez algún día la clase dirigente entienda que prometer suma y capta fotógrafos en épocas electorales, pero los archivos recuerdan que muchas cosas no se cumplen. Y lamentablemente, las autopistas no concluidas acarrean más muertes.