La tragedia se posó el jueves a la noche en la casa de una familia de zona sur, luego de que un nene de 12 años falleciera por un disparo de arma de fuego en la cabeza ocurrido mientras manipulaba una pistola 9 milímetros en su habitación. El arma era de un abuelo, que fue policía. La Fiscalía de Homicidios Culposos ordenó la realización de autopsia para establecer las circunstancias del hecho.
El lamentable incidente que desembocó en la muerte de Jeshuá Franco ocurrió, según la versión de su familia, el jueves, cerca de las 21.30, mientras el nene estaba solo dentro de su habitación en una casa ubicada sobre un pasillo de la cortada Alzugaray al 770 (Buenos Aires al 6500) en el extremo sur de la ciudad, conocido como “barrio de La Carne” por su cercanía con los frigoríficos.
“Se escuchó una detonación, pero nadie imaginó algo grave, porque acá los chicos juegan con pirotecnia. El hermanito le avisó a los padres y lo encontraron herido”, explicó a La Capital Leonardo, un tío de Jeshuá. Ante semejante escenario la familia del nene llamó a una ambulancia, pero también salió a la calle gritando en busca de ayuda. En ese momento se topó con un móvil del Comando Radioeléctrico que patrullaba la cuadra y resultó más expeditivo.
"Un oficial entró, vio que todavía tenía pulso, directamente lo cargó en el patrullero y lo trasladó al Hospital Roque Sáenz Peña”, agregó Leonardo, con lágrimas en los ojos, aún conmocionado. El hombre estaba rodeado de una decena de amigos, familiares y vecinos que con silencio respetuoso, el simple gesto de un abrazo o una palmada trataban de amortizar semejante dolor.
Mientras esperaban los trámites de rigor para que le entregaran el cuerpo y darle sepultura, Leonardo narró con tristeza que su sobrino en estos meses de pandemia “estuvo adentro porque tenía miedo. Recién hace unos días empezó a salir a la vereda a jugar a la pelota, o andar en bicicleta”. El chico, que este año debía cursar el 7º grado de la escuela Jesús de Nazaret (San Martín y Centenario), vivía con sus padres, Hilda y Lucas, y tenía dos hermanos, una joven de 20 años y otro niño de 9 años.
Si bien no era el momento para profundizar en algunos detalles sensibles, Leonardo reconoció que el arma que manipuló su sobrino era “una pistola calibre 9 milímetros”, que perteneció a su padre, abuelo del niño fallecido. “El era policía, y el arma quedó en la casa como una antigüedad, un recuerdo”, justificó.
A pocos horas de haber recibido la peor noticia, una decena de personas con poco ánimo de hablar, devastadas y buscando explicaciones con la mirada al cielo, acompañaba ayer al mediodía a la familia de Jeshuá en el pasillo de ingreso a la casa de Alzugaray al 700, que se tiñó de tragedia.
Apenas dieron cuenta del suceso al Ministerio Público de la Acusación (MPA), el fiscal del Flagrancia en turno ordenó al Gabinete Criminalístico de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) una serie de medidas sobre la escena del hecho, pericias balísticas y de rastros.
Igualmente, según indicaron voceros de la Fiscalía, el caso pasó a la unidad de Homicidios Culposos, desde donde se ordenó la autopsia para establecer las circunstancias en sufrió la herida que le causó la muerte. El informe preliminar de los médicos forenses indica que el proyectil ingresó por el parietal izquierdo, y que el disparo fue a corta distancia.
Si se confirma que la muerte de Jeshuá fue accidental, es el segundo caso que ocurrió este año en un escenario similar. Thiago Avaca, de 9 años, falleció el 15 de abril luego de manipular un arma de fuego que se le disparó en el cráneo mientras jugaba con amigos en una casa de Lamadrid al 1600, en el barrio Tiro Suizo. La pistola era de un tío, que la escondía dentro de una mochila, que dejó al alcance del chico.
En el Vilela
Este año, el hospital de Niños Víctor J. Vilela atendió 18 pacientes heridos por arma de fuego: 17 quedaron internados y uno de ellos pasó por terapia intensiva, según estadísticas de la Secretaría de Salud municipal. Hubo siete heridos de entre 10 y 14 años, dos de 1 año, cuatro de entre 2 y 4 años, cuatro de entre 5 y 9 años, uno de 15 años, y un bebé de menos de un año.