El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín dijo que es difícil medir si los rosarinos fueron perdiendo la fe en medio de una crisis económica, social y hasta emocional generada por el coronavirus. Destaca que la pandemia se convirtió en una "gran oportunidad" para el ejercicio "de la solidaridad" pero también advirtió que debido a la situación que se está viviendo "la Argentina necesita un gran acuerdo político y social".
En una extensa charla con La Capital, monseñor Martín también llevó lleva su mirada a los índices de pobreza en Rosario y dijo que esos números "son preocupantes pero no son de hoy".
"Es un problema de larga data y que se ha ido acrecentado. La gran dificultad, pese a los esfuerzos, es que hay un contexto de falta de trabajo y mientras no estén dadas las condiciones para educación y trabajo la pobreza seguirá siendo un problema", asegura ante de desmenuzar una serie de explicaciones sobre repensar este momento especial del país y, fundamentalmente, lo que sucede en Rosario.
-¿Se puede ser optimista cuando la pandemia de coronavirus generó en la sociedad argentina un quiebre en lo económico, lo social y lo emocional?
- Yo distingo el optimismo de la esperanza. La esperanza es una virtud que se levanta cada mañana y apuesta al bien. Ernesto Sábato contaba una anécdota. Había habido un terremoto en Santiago de Chile y en el diario aparecía la foto de una mujer barriendo el piso de su casa que había sido destruida. Para él ese era el signo de la esperanza. Esta situación es como una tienda que liquida sus productos y uno no los aprovecha en el día porque va a pasar en otro momento. No, el momento es hoy. Por eso me parece que en la Argentina estamos ante una gran ocasión para un gran acuerdo social y político por el momento que estamos viviendo. Pero si la dirigencia no lo asume, si se pelean entre ellos, se critican y se acusan y no buscan soluciones concretas para el pueblo que sufre, vamos a ir peor. Si se aprovecha la ocasión, hay grandeza de ánimos y un poco de inteligencia y generosidad, creo que tenemos todo para salir adelante. No sin sacrificio, ojo. Porque objetivamente las condiciones económicas y educativas se han deteriorado. Y reconstruir eso va a llevar tiempo. Pero se necesita un acuerdo marco de consenso en la Argentina sobre ciertos puntos esenciales para salir adelante".
- ¿Cree que todas las respuestas para salir de esta crisis las tiene la política?
- La tarea de la política es generar condiciones, que se generen emprendimientos para que haya más fuentes de trabajo. El Estado puede absorber cierta cantidad, pero las personas pueden hacer otro tanto. Ese me parece que es el gran desafío. Por eso debemos prepararnos para un camino de reconstrucción. La pandemia trajo aparejada un deterioro de la economía, que está paralizada. En la provincia de Santa Fe hay más de 100 mil desempleados. Entonces hay que constituir un tejido y ahí está el gran desafío de la política, de buscar consensos para dar un marco de acción de tal modo que los empresarios puedan tener condiciones de hacer emprendimientos y resurja el empleo".
- ¿Se puede intentar hacer un análisis de lo que sucede con la fe de la gente cuando hay poco positivo para rescatar y las esperanzas parecen desvanecerse?
"Para mí, la pandemia es como una gran ocasión para el ejercicio de la solidaridad, para mirar el bien del prójimo y ver que hay otros con más necesidad que uno. Y en ese sentido hubo una gran respuesta no sólo de la Iglesia Católica y de todos los otros credos, como también de la sociedad civil, del Banco de Alimentos Rosario y de muchas instituciones que en este tiempo redoblaron sus esfuerzos en beneficio de los más necesitados. Lo que pasa es que la pandemia se ha hecho más larga de lo previsto y eso genera mucho agotamiento".
-¿Qué papel juega la Iglesia en la elaboración de un tejido de contención para quienes más lo necesitan en este momento?
- La asistencia de la Iglesia Católica no es sólo alimentaria sino también espiritual. Porque en ese sentido la ayuda de la tecnología se logró un gran despliegue para que los párrocos pudieran transmitir las misas por Facebook, Instagram o encuentros por Zoom. En ese sentido hubo mucha creatividad. Por las redes sociales notamos una gran participación de la gente cuando damos misas. Eso no reemplaza, sin embargo, lo presencial, es una salida en la emergencia. La respuesta es que la gente vuelva al encuentro con el otro, al sacramento. Eso no lo sustituye una misa virtual y eso también es un desafío de este tiempo".
- ¿Es el gran desafío espiritual de estos tiempos?
- Yo digo que Dios permite circunstancias que nos invitan a madurar en la fe. Si tomo esta circunstancia como una gran ocasión para reconocer mi fragilidad, y si la comunidad reconoce que no las tiene todas, que no es omnipotente, que la ciencia también tiene sus falencias y que siempre hay alguien más grande a quien recurrir, esa sería una lección de humildad. Creo que es necesario abrir el corazón a Dios y saber que los bienes materiales no bastan para darle la felicidad al hombre. La seguridad el hombre tiene que estar puesta en algo más grande que pueda resistir cualquier tormenta".
- ¿No cree que hubo mucha que gente que perdió la fe?
- Mire, todavía estamos bajo el agua. Pero, por ejemplo, el hecho de poder seguir haciendo las comuniones y confirmaciones vía Zoom es un avance en este momento... Y eso para la gente es un alivio y pone contenta a la comunidad. En ese sentido vemos que la fe está despierta. Pero el balance habrá que hacerlo después. Este tiempo es una gracia, es una gran ocasión para volver a Dios. Vemos que hay mucha fe en la gente, y sobre en los sectores más humildes. Y por otro lado , hay un sector de clase media-alta en donde hoy la fe está muy fría. Y no por la pandemia, sino porque tienen puesta la esperanza en otra cosa. Hay que interpretar qué nos quiere decir Dios en estos tiempos. Pero estoy seguro que si volvemos a él vamos a generar condiciones para una sociedad mejor".