Tras más de una década de producción, la Escuela de Diseño e Indumentaria desembarcó en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro) con una propuesta en la que cruza su propio acervo de producción a lo largo de todos estos años en los barrios de la ciudad, con la colección histórica de textiles del Museo de la Ciudad. Una combinación muy atractiva.
Prendas contemporáneas y de inicios del siglo XX que encuentran y conforman múltiples diálogos que indagan en el sentido mismo de la producción de indumentaria en la periferia de la Rosario actual. Esos territorios en los que las manos se ponen a la obra, las violencias atraviesan, y los sentidos se ponen en juego en esos contextos.
“Rescate en suspenso” presentó una primera etapa en el inicio de octubre en el museo de Oroño y el río, sin embargo, en el marco de la Quincena del Arte que se puso en marcha este domingo, comenzó una nueva instancia: un montaje realizado con prendas de sus propias colecciones, elaboradas en los talleres y espacios que se dictan en los barrios de la ciudad desde hace 10 años puestas en escena con prendas históricas que desde fines de siglo XIX a las primeras décadas del 1900 y que pertenecen a la colección del Museo de la Ciudad. Una instalación que puede verse hasta el 30 de este mes en el sexto piso del museo y que además lleva para la venta a la tienda del Macro esos productos hechos por quienes son parte de la escuela.
La muestra es parte del programa del Macro “Irradiaciones”, que se propone justamente llegar e intercambiar con esos territorios con los que habitualmente su agenda no interactúa y para la escuela de la Secretaría de Cultura significa un impasse en la producción, la apertura a un espacio reflexivo sobre su propio hacer y de los contextos cada vez más violentos donde esa producción se lleva adelante.
¿Qué nos motivó hace ya años a producir indumentaria en los barrios periféricos de nuestra ciudad, atravesados por factores que, en apariencia, solo en apariencia, poco tenían que ver con los contextos globales?”, empiezan a disparar preguntas y continúan: “¿Qué lugar ocupa entre nosotros, en nuestra vida cotidiana, la industria de la moda? ¿Qué expectativas trae consigo un vecino que se acerca a nuestros talleres con la idea de adquirir herramientas para la creación textil? ¿Cuáles son los preconceptos que traen respecto a la moda y al diseño? ¿Cuánto de sus ideas e imaginarios acerca del gusto están modeladas por la avasallante fuerza con que se impone lo mediático?”.
El acervo propio y el histórico
Darío Ares, director de la Escuela Municipal, explicó que todo nace de esa intención “de armar un ida y vuelta entre el territorio de la ciudad y el museo”, donde el espacio de formación y producción de la Secretaría de Cultura que funciona en los distritos de la ciudad apareció como articulador de esa intención, con su propia producción y con la colección histórica de textiles del Museo de la Ciudad.
El rescate de los percheros y de su trabajo a lo largo de más de 10 años con talleres dictados en los barrios de la ciudad fue el primer paso. “Fue primero como desplegar nuestro propio archivo”, explicó Ares.
Y agregó: “Es mostrar nuestro propio acervo atravesado por cuestiones que no siempre tienen que ver con la moda, sino con los contextos donde se producen, donde aparecen otras urgencias y donde cada pieza tiene un relato vinculado a quienes la hicieron, si fueron los jóvenes de Tablada o de la Cerámica, un grupo de madres jóvenes del barrio Santa Lucía”.
Todo eso en diálogo con modelos de finales del siglo XIX y los inicios del siglo XX, además de algunas prendas que llegan a las décadas del 50 y del 60 del Museo de Ciudad. “Hicimos un recorte de época de una Rosario y de una sociedad que nada tenía que ver con esta y que tampoco sospechaba de su futuro”, explica Ares y agrega que de ese cruce surge un resultado “más que interesante” que es que el se expone.
“Hay una idea de romper con las campanas de vidrio y la solemnidad de muchas de esas piezas, para darle con nuestra producción un toque urbano, que la muestre como ropa que está viva y que podría seguir usándose”, señala.
Al mismo tiempo, en esas piezas históricas, se rescata el trabajo manual y artesanal de “la modista”, a contramano de la producción industrial. “Hay cierta impronta de corte y confección en los talleres que damos en los barrios y esas prendas visibilizan esa labor de la vieja modista y nosotros no dejamos de lado eso”, agrega.
Así, con un concepto que describe como “versátil, inclusivo y diverso”, se mezclan en la puesta en escena el vestido de gala que en otro tiempo una señorita utilizó para ir a una velada en el Teatro El Círculo, con una campera producción de la escuela que lleva un arma tachada como estampa y que se produjo en Flammarión.
Vestidos aristocráticos con gorras producidas en los talleres. Remeras diseñadas para el desarme con gorros de Policía de los años 20 y vestidos de la década del 30 cruzados de cartucheras de pistolas.
"Hay allí un cruce estético, pero también una resignificación de la producción y de los lugares desde los cual se hace”, insiste.
Cierre de año
La muestra también es una oportunidad para que diseñadores y emprendedores que producen en la Escuela de Diseño lleven sus propias creaciones a la tienda del Macro y sean parte de lo que se ofrece a la venta.
“La idea es que con este paso se empiece a incorporar la producción de quienes son parte de la escuela en forma sostenida en el museo -continuó Ares-. Y así quien se lleve un souvenir, se lleve un objeto con otro valor, otra importancia y producido en los territorios”.
Sobre la recta final de la muestra, el 27 de octubre, desde las 19, el museo será una oportunidad para tener un escenario diferente para el cierre de año de la escuela. Allí, con música y una performance, se mostrarán las piezas producidas en este 2022 en el marco de la Universidad Popular y también lo hecho en los talleres y en los barrios.