"Rosario es uno de los destinos del tráfico de bebés que se da aquí en Añatuya,
esta es la cabecera del negocio en la zona; el caso de Pinto es apenas uno más y no será el
último". La frase, lanzada ayer, pertenece a una de las fuentes con las que La Capital tuvo
contacto directo en Santiago del estero; una de las tantas personas que por las calmas calles de
Añatuya habla del comercio de niños como algo común y de larga data.
"Acá los chicos tienen precio. Si son varones y rubios se cotizan más. Se pagan
entre 30 y 80 mil pesos, los morochitos cotizan menos; y si se lo manda afuera hay que calcular
unos 200 mil pesos en euros. Eso se reparte entre las bandas. A las madres biológicas les dan desde
chapas o una casa en un barrio humilde hasta nada, se juega con su miseria", dice el mismo
portavoz.
Hasta esta semana a cualquier rosarino le habría costado ubicar en el mapa a
Añatuya (a 194 kilómetros de la capital de Santiago del Estero) o a su vecina Pinto. Todo cambió
cuando se supo que Liz Anahí Benítez, una pinteña humilde de 30 años, fue captada por una supuesta
banda de Rosario que la llevó a parir al Hospital Provincial y dio en adopción a su bebé nacido el
6 de abril. Un caso que investiga la Justicia por el que ya hay tres detenidos y al que se refirió
el gobernador Hermes Binner al remarcar: "Hay una red que no conocemos" (ver página 4).
Inofensiva. Añatuya parece inofensiva. En apenas 25 kilómetros cuadrados se
concentra una cantidad excesiva de avenidas y 25 mil habitantes. Los añatuyenses llegan a padecer
52 grados de calor en enero e incesantes cortes de luz. Pero ellos, y sobre todo, se quejan por la
falta de agua, la desocupación, el chagas, el alcoholismo y la "mala fama". Es que a esta ciudad se
la denomina "Capital de la Tradición", pero no son pocos los que agregan: "Tradición del mercado
negro de drogas y la venta de bebés".
Aldo Sanaua, de 47 años, es un fabricante de golosinas y periodista aficionado
del lugar. Hace años que en conjunto con la Fundación Adoptar (con sede en Tucumán) viene
denunciando el tráfico de chicos de Añatuya y, por ello, dice que fue amenazado en más de una
oportunidad. "En el negocio con los niños hay distintas bandas: rurales, hospitalarias, de
clínicas, hoteleras, domiciliarias, viajeras, religiosas e internacionales. La de Rosario sería una
viajera", opina y detalla la dinámica del comercio.
Dice que en cada grupo delictivo hay personajes que actúan como captadores
(monjas, enfermeros, punteros o parapsicólogos), algunos que son parte del mercadeo (abogados,
médicos o escribanos) y otros tantos que están ligados al blanqueo (también médicos, empleados del
Registro Civil o judiciales). Todos ellos "pertenecen a las clases media y alta de Añatuya", según
Sanaua, "y hacen buenas migas con el poder político y religioso: es un verdadero terrorismo de
Estado lo que se vive aquí, un lugar con estos negocios y hasta con soja, que sostiene un 60 por
ciento de la economía provincial a pesar de tener una población con un 80 por ciento de desocupados
y con hambre de verdad".
Las voces de la calle. Por las calles de Añatuya no cuesta mucho que alguien
aclare qué función cumple una "buscapanza" (captadora de embarazadas que quieran dar a sus hijos) o
una "mensualera" (paga entre 400 y 500 pesos por mes a las mujeres pobres para que se embaracen y
después se pueda vender el bebé). Tampoco es difícil que alguien apunte a los barrios La Merced, El
Triángulo, Colonia Osvaldo y San Jorge como los que se han levantado prácticamente tras el negocio
de un hijo. "Un bebé por una casa", dice el lema popular.
A este diario le bastó esperar por dos horas al intendente Vidal Isaac Ulloa a
metros de su despacho (ver página 4) para que varios añatuyenses, que también esaguardaban al
funcionario por diversos trámites, comentaran sin sorpresa alguna lo que habían vivido en torno al
tráfico de bebés. "Tengo una hija de 7 años y cuando estaba por ingresar a la sala de partos del
hospital un religiosa me preguntó si quería dar a mi bebé", comentó S., de 37 años. Otra mujer, V.,
que hoy es abuela, relató que a su hija embarazada y soltera un sacerdote la quiso convencer hace
11 años de que diera en adopción a su bebé "ya que era tan bonita, joven y no tenía marido", dijo.
El mismo tenor tuvo el relato de C., padre de 9 hijos: "Vos sabes, (sin acento como se habla en
Santiago), a mí me pasó dos veces y en la sala de partos; me pidieron a los dos más chicos".
Añatuya parece inofensiva. Las siestas son desoladas y su gente es callada pero
cuando habla desnuda otra ciudad.