Pese a que desde noviembre de 2014, varios bloques del Concejo Municipal habían acordado una modificación consensuada a la ordenanza 7.218 de 2001 que regula la nocturnidad en Rosario, el debate en torno a la regulación de los bares culturales dejó el proyecto global sobre la noche rosarina en un impasse. Para los fogoneros de la reforma, un nuevo intento por aprobar el endeudamiento municipal por 200 millones de dólares metió ruido entre las bancas.
Dos de sus impulsores, el radical Jorge Boasso y el edil de Rosario Federal Diego Giuliano coinciden en que la discusión por escindir la regulación de los bares culturales demora un debate aún mayor sobre la noche rosarina.
En este contexto, Boasso no ve ajena a la discusión un nuevo intento del Ejecutivo por obtener el okey del Concejo a un préstamo internacional de 200 millones de dólares para ejecutar obras, resolver créditos de corto plazo y capitalizar el Banco Municipal.
"La reforma a la 7.218 quedó frenada al abordarse el endeudamiento. Ahí el ítem de los bares culturales empezó a analizarse por cuerdas separadas y se metió en un intercambio político", explicó el radical.
En pleno receso del Palacio Vasallo la discusión por un aggiornamiento a la ordenanza sancionada en 2001 recobró fuerza.
Más cuando siguen los ecos por las muertes de dos jóvenes sucedidas tras la fiesta electrónica de Año Nuevo en el boliche Punta Stage de Arroyo Seco.
Hacia noviembre de 2014, los por entonces concejales Roy López Molina (PRO), su aliado Giuliano, el justicialista Osvaldo Miatello y el radical Boasso consensuaron la simplificación de los rubros nocturnos en dos grandes grupos: con o sin actividad bailable.
Y si bien el artículo 19 del proyecto contemplaba una regulación de los bares culturales, surgieron otras iniciativas que los beneficiaban en materia impositiva.
"Acá el único punto de fricción son los bares culturales. No queremos que se transformen en los nuevos comités o unidades básicas ya que debajo de esta apariencia se esconde el ropaje político", disparó Boasso en alusión al bar Distrito Siete que, en Ovidio Lagos y Córdoba, posee la agrupación Giros (con tres concejales electos por Ciudad Futura) y por la afinidad del bar Nómade (Ovidio Lagos 68 bis) con el bloque radical que encabeza María Eugenia Schmuck.
Sin medias tintas, para Boasso la discusión de los bares culturales fuera de la reforma a la nocturnidad rosarina "es la carta de negociación para un endeudamiento donde paradójicamente sectores guevaristas acuerdan autorizar una deuda que se dirimirá en los Tribunales de Nueva York".
Giuliano por su parte, señaló que a la gestión de la intendenta Mónica Fein "le falta coraje para regular la noche rosarina", para luego definir su idea sobre los bares culturales. "Si promocionamos la cultura es una cosa, pero si a los bares los transformamos en boliches; éstos deberán ser regulados como un negocio de la noche".
Filtro de vecinos
El proyecto presentado en 2014 contempla otorgar más poder a los vecinos para que opinen sobre la viabilidad de habilitar un local bailable: si el 33 % de los residentes en la zona rechaza el proyecto, el comercio no podría abrir. Además, se habilita a que haya espacios para adolescentes en los mismos locales, pero en diferentes días; y se dividen de 14 y 15 años y 16 y 17. Entre las exigencias para habilitar discos para menores figura contar con un médico, línea telefónica, convenio con radiotaxis y remises y cero expendio de alcohol.